DEPORTES

Recordando la apuesta de Argentina en el Mundial de 1978: Poder, política y represión

La organización del Mundial de Fútbol de 1978 por parte de Argentina le permitió al país elevar su perfil en el ámbito internacional, mientras practicaba medidas represivas bajo la mirada internacional. Según los sociólogos Susanne Scharpf, Petra Gläßel y Trevor Edwards, del Instituto Max Planck de Economía en Alemania, la junta militar argentina modificó sus tácticas para proyectarse como buenos anfitriones.

El poder del deporte y la estrategia política

Los eventos deportivos internacionales, como los Juegos Olímpicos y la Copa Mundial de la FIFA, atraen una atención mediática significativa y crean situaciones de alta tensión para los países anfitriones. Cuando medio mundo sintonizó los Juegos Olímpicos de Río 2016, Brasil tuvo una oportunidad única para mostrarse, realzando su prestigio global y fomentando el orgullo nacional. La importancia de estos eventos es universalmente reconocida, y los países democráticos suelen buscar aumentar su capital cultural al ser anfitriones de tales ocasiones prestigiosas. Al mismo tiempo, los estados autoritarios tienen otro objetivo: estos eventos ofrecen a los regímenes la oportunidad de proyectarse exitosamente en el mundo deportivo internacional y de construir una imagen de estabilidad, modernidad y benevolencia. Este fue el caso del Mundial de Argentina 1978, cuando la junta militar enfrentaba el desafío de demostrar orden y ocultar sus brutales métodos de represión.

Por ejemplo, el régimen autoritario argentino, como se describe en “Eventos deportivos internacionales y represión en autocracias” (2011) por Marcelo Ford Scharpf, Thomas Gläßel y Neil Fligstein en la American Political Science Review, moderó sus tácticas represivas en el periodo previo al torneo, asegurando tanto el poder como la ausencia de protestas que pudieran generar mala prensa. Para los regímenes autoritarios, permitir que el mundo los vea de cierta manera significa, a veces, suprimir la disidencia y, en otras ocasiones, fomentarla (cuando puede esconderse de miradas indiscretas).

Riesgos y recompensas de albergar eventos deportivos internacionales

La atracción de albergar tales eventos para los líderes autoritarios es clara. El orgullo nacional y el sentimiento de superioridad en el campo son elementos poderosos para un régimen que busca galvanizar a su pueblo alrededor de ideales elevados, proyectar la imagen de una nación próspera y dominante, y ganar el apoyo de las élites. Además, organizar tales eventos implica grandes inversiones en infraestructura, donde los líderes tienen una excelente oportunidad de asegurar la lealtad de los patrocinadores asignando contratos lucrativos. Los contratistas patrocinados por la junta en Argentina aprovecharon al máximo las oportunidades previas a los juegos. Las ganancias financieras y los dividendos políticos eran igualmente atractivos.

Por otro lado, este juego venía con un riesgo: un número creciente de reporteros extranjeros significaba un aumento en el potencial de exposición de las violaciones a los derechos humanos. La prensa podía poner en riesgo a la élite gobernante argentina si se revelaban sus abusos en los medios extranjeros. Scharpf, Gläßel y Edwards señalan que, cuando los regímenes autoritarios limitan la violencia durante eventos de este tipo, “asumen que el riesgo de exposición es relativamente pequeño”. El plan de la junta para el Mundial era crear un orden público que enmascarara su represión.

La estrategia calculada de represión de la junta

Los gobernantes militares de Argentina enfrentaban un dilema: una represión absoluta de la oposición invitaría a la condena internacional, pero, por otro lado, una mano dura en el país podría incitar disturbios internos. La junta respondió intensificando su represión en los posibles focos de disidencia antes del inicio del torneo, despejando las ciudades de Buenos Aires y Córdoba de disidentes que podrían haber aprovechado el escenario mundial para expresar sus quejas. A medida que se acercaba el inicio del torneo, optaron por una estrategia de reducción de la violencia, creyendo que una reducción visible de la represión podría dar una apariencia de paz y orden para la prensa internacional.

Las intenciones del régimen eran evidentes en la antesala de las finales del Mundial. El número de desapariciones forzadas (la detención de una persona por el Estado o sus agentes, con ocultamiento del paradero de la víctima) y asesinatos (“selectivos”, dirigidos a individuos identificados, especialmente de izquierda) aumentó drásticamente en los tres meses previos al torneo deportivo. Mientras la guerra del régimen contra la sociedad civil se libraba en las sombras, mantener la atención de los medios mundiales en los estadios de fútbol y no en las calles ayudó a ocultar tanto la extensión como el funcionamiento de la represión de la junta argentina ante la comunidad internacional. El objetivo era doble: silenciar las voces de disidencia y enfocar la atención mundial en Argentina como un país unido y estable.

Control a través de la visibilidad: el papel de los medios extranjeros

A medida que avanzaba el torneo, la junta implementó una estrategia de intimidación y distracción en la gestión de los medios, documentada por Scharpf, Gläßel y Edwards. La junta creó su propio equipo de relaciones públicas en París, dirigido por un oficial de inteligencia, para monitorear la cobertura global y enfocarla en relatos sobre la valentía y el “progreso” del anfitrión. Al mismo tiempo, escritores locales ocultaban o negaban los abusos. Los funcionarios convocaron a una conferencia de prensa para advertir que los periodistas encontrarían espías escondidos en las cortinas de sus habitaciones de hotel, una “medida de seguridad” contra los subversivos.

Esta no fue la primera vez que los líderes autoritarios utilizaron esta técnica. El presidente de China, Hu Jintao, había creado “zonas de protesta” o “zonas de libre expresión” antes de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Estos espacios, lejos de las sedes olímpicas, dificultaron que las protestas llamaran la atención. Para algunos, esta disposición equivalía a una trampa para la crítica. La junta argentina aplicó una táctica similar, complementada con hospitalidad que incluía viajes de prensa a regiones vinícolas, torneos de polo y espectáculos de tango.

Legado de la estrategia de la junta y lecciones para anfitriones autoritarios

Es difícil olvidar el abuso de la junta argentina del Mundial de 1978, que sirve como ejemplo de cómo un evento deportivo puede mejorar la imagen de un estado autoritario. La obra de Scharpf, Gläßel y Edwards ofrece varias lecciones para futuros anfitriones autoritarios. El régimen represivo entiende que un evento deportivo global puede usarse con fines propagandísticos, permitiéndoles presentarse como lugares estables, prósperos y abiertos. Al disimular las fricciones internas o suspender cualquier medida represiva, el estado anfitrión puede presentarse al mundo exterior como un lugar en control y en orden, sin estar sujeto a escrutinio independiente.

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Este control narrativo aplica al uso estratégico de los deportes hoy en día. Medidas similares se han utilizado en eventos nacionales en Rusia para el Mundial de 2018, en Qatar para el Mundial de 2022 y en las escasas oportunidades internacionales de Egipto. Pero, como revelan Scharpf, Gläßel y Edwards, este tipo de espectáculo requiere un control extremo en el país y una comprensión matizada de cómo los medios internacionales alteran las percepciones.

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