ECONOMÍA

América Latina debe reconocer el impacto económico del cambio climático

El cambio climático no es solo una crisis ambiental, sino también una económica. Centroamérica y la República Dominicana han movilizado millones en proyectos de resiliencia climática, pero es hora de que el mundo reconozca el costo financiero de la inacción climática e invierta en consecuencia.

La audaz inversión de Centroamérica

El cambio climático ya no es un tema abstracto o lejano. Sus impactos se sienten en todo el mundo, especialmente en las regiones que ya son vulnerables debido a factores económicos y ambientales. Centroamérica, una de estas regiones, ha logrado avances notables en la resiliencia climática. Sin embargo, estos esfuerzos destacan una verdad más amplia y urgente: las consecuencias económicas del cambio climático son enormes, y es hora de que el mundo reconozca y actúe ante esta realidad.

Desde 2022, los países de Centroamérica y la República Dominicana han movilizado cerca de 14 millones de dólares para proyectos de resiliencia climática, centrándose en áreas vulnerables como el corredor seco y las zonas áridas. Estas iniciativas, lideradas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), están diseñadas para mejorar la resiliencia climática y el desarrollo económico de la región. Sin embargo, a medida que estas naciones enfrentan los desafíos duales de la adaptación climática y el crecimiento económico, se hace cada vez más evidente que el costo financiero del cambio climático es algo que el resto del mundo ya no puede ignorar.

La iniciativa “Mano de la Mano” de la FAO, lanzada a nivel mundial en 2020, se ha convertido en un programa emblemático para promover la resiliencia climática y el desarrollo. Al centrarse en áreas prioritarias como la zonificación agrícola para el riesgo climático (ZARC), el mapeo digital de suelos y la provisión de herramientas digitales para micro, pequeñas y medianas empresas, los países centroamericanos han avanzado significativamente en la fortificación de sus economías frente a los efectos destructivos del cambio climático. Este programa, ahora adoptado por 72 países en todo el mundo, ha permitido a los países del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), que incluye a naciones como Belice, Guatemala, Honduras y la República Dominicana, mejorar las capacidades técnicas de sus ministerios de agricultura y gestionar mejor los recursos en áreas propensas a extremos climáticos.

Uno de los componentes más críticos de esta iniciativa ha sido el fortalecimiento de los Institutos Nacionales de Innovación, Desarrollo e Investigación Agrícola (INIA) para garantizar que las soluciones locales sean prácticas y sostenibles. En regiones como el corredor seco, donde la agricultura es la principal fuente de sustento para 10 millones de personas, este tipo de resiliencia no solo es necesaria para la supervivencia, sino que es crucial para la estabilidad económica. Sin embargo, aunque la iniciativa de la FAO es un paso adelante loable, estas inversiones revelan el alto costo de no prepararse para un futuro marcado por patrones climáticos cada vez más volátiles.

El costo económico de ignorar el cambio climático

Los impactos económicos del cambio climático no se limitan a las pérdidas agrícolas, aunque estas son sin duda significativas en regiones como Centroamérica. En el corredor seco, las frecuentes sequías e inundaciones catastróficas han diezmado los cultivos, creando un ciclo de inseguridad alimentaria y pobreza. La gran mayoría de los afectados dependen de la agricultura para su subsistencia, y sin una intervención significativa, las repercusiones económicas seguirán extendiéndose por la región.

Los 14 millones de dólares movilizados desde 2022 para la resiliencia climática son solo una pequeña parte en comparación con los costos a largo plazo del cambio climático en las economías centroamericanas. Sin la acción adecuada, la región podría enfrentar un aumento dramático en las tasas de pobreza, desplazamientos y una mayor inestabilidad económica. Estos desafíos se agravan por la falta de seguridad hídrica y la creciente frecuencia de eventos climáticos extremos. Es hora de que los gobiernos, las organizaciones internacionales y el sector privado reconozcan los riesgos económicos que plantea el cambio climático y respondan con las inversiones necesarias.

Durante demasiado tiempo, la conversación global sobre el cambio climático se ha centrado principalmente en los impactos ambientales: el aumento del nivel del mar, la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Pero estos problemas están intrínsecamente ligados a los resultados económicos. A medida que el cambio climático sigue causando estragos en los ecosistemas, las consecuencias financieras solo se volverán más graves. El mundo no puede permitirse ignorar los costos financieros del cambio climático, y los esfuerzos de Centroamérica deberían servir tanto como advertencia como modelo de cómo responder a estas crecientes amenazas.

Seguridad hídrica y estabilidad económica

Uno de los desafíos más urgentes que enfrenta Centroamérica es la seguridad hídrica. El corredor seco abarca El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, y es particularmente vulnerable a las sequías prolongadas y a las repentinas y destructivas inundaciones. Esta doble amenaza crea un entorno impredecible para la agricultura, el pilar de la economía de la región.

En respuesta, la FAO ha trabajado para reformular las estrategias de inversión que aborden las brechas críticas en la seguridad hídrica. Al planificar soluciones integradas de agua tanto para la producción agrícola como para el consumo humano, estas naciones están tomando medidas para proteger a sus poblaciones más vulnerables. El agua no solo es esencial para la supervivencia, sino que también es la base de la actividad económica. Sin ella, la productividad agrícola cae en picada, lo que lleva a escasez de alimentos, aumento de precios y pobreza generalizada.

Para muchos países centroamericanos, la escasez de agua no es solo un problema ambiental, sino una amenaza directa para el crecimiento económico y la estabilidad social. Las inversiones en infraestructura y gestión del agua, como las lideradas por la iniciativa de la FAO, son vitales para garantizar que estas naciones puedan resistir las presiones económicas provocadas por el cambio climático. Sin embargo, estos esfuerzos requieren recursos financieros significativos, y la comunidad internacional debe proporcionar apoyo.

Los costos económicos de no abordar la seguridad hídrica son inmensos. Sin acceso a fuentes de agua limpias y confiables, las comunidades se verán obligadas a migrar, exacerbando las tensiones económicas y sociales existentes. Las consecuencias a largo plazo de la inseguridad hídrica se sentirán no solo en Centroamérica, sino en todo el mundo a medida que el desplazamiento inducido por el clima se convierta en una preocupación creciente.

Responsabilidad global y la necesidad de una acción inmediata

Los desafíos que enfrenta Centroamérica no son únicos. En todo el mundo, los países están lidiando con las consecuencias económicas del cambio climático. Desde eventos climáticos extremos hasta la inseguridad alimentaria y el desplazamiento, los costos de la inacción son claros. Sin embargo, los esfuerzos globales para abordar el cambio climático a menudo no alcanzan lo que se necesita para evitar una devastación económica generalizada.

La iniciativa de la FAO en Centroamérica es un paso positivo, pero no es suficiente. El cambio climático es un problema global que requiere una respuesta coordinada y bien financiada. Las naciones más ricas deben reconocer su papel en la contribución al cambio climático y asumir la responsabilidad de ayudar a los países vulnerables a mitigar sus impactos. Esto incluye proporcionar apoyo financiero para proyectos de resiliencia, invertir en infraestructura sostenible y promover políticas que reduzcan las emisiones de carbono a nivel mundial.

Para los países de Centroamérica y la República Dominicana, el camino a seguir es claro. Deben continuar invirtiendo en resiliencia climática y desarrollo económico, con un enfoque en la seguridad hídrica, la agricultura sostenible y la innovación digital. Pero no pueden hacerlo solos. La comunidad internacional debe intensificar y reconocer que los impactos económicos del cambio climático no son solo un problema para los países en desarrollo, sino una amenaza para la estabilidad global.

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El momento para actuar es ahora. Los costos económicos del cambio climático ya se están sintiendo, y sin una intervención significativa, solo crecerán. Al invertir en resiliencia climática hoy, podemos evitar un futuro de inestabilidad económica, desplazamiento y pobreza. El ejemplo de Centroamérica debería servir como una llamada de atención para el resto del mundo: es hora de reconocer el impacto económico del cambio climático y tomar medidas decisivas.

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