De puerto colonial a foro global: cómo Santa Marta se convirtió en la voz de dos continentes
Entre el oleaje caribeño y los picos nevados de la Sierra Nevada, Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, se convirtió en el escenario de la cuarta Cumbre UE–CELAC. Mientras sesenta naciones se reunían, el puerto equilibró celebración, historia y el duro trabajo del multilateralismo, informa EFE.
Un escenario caribeño para una conversación continental
Santa Marta despertó con el zumbido de las caravanas oficiales y el aroma del mar. La ciudad, fundada hace cinco siglos como el primer enclave español en Sudamérica, nunca había albergado algo parecido. Desde el aeropuerto hasta el centro colonial, pancartas de bienvenida colgaban de los balcones, las calles estaban acordonadas y casi 1,200 soldados patrullaban las avenidas bordeadas de palmeras.
Los hoteles se apresuraron para alojar la avalancha de visitantes, añadiendo colchones extralargos para delegados europeos gigantes. La ocupación alcanzó el 98.5 %, y los planificadores locales estimaron 3.5 millones de dólares en actividad económica durante el fin de semana largo. Los vendedores llenaron el malecón con tejidos indígenas y conchas pulidas del color del amanecer. Para los residentes de Santa Marta, se sentía como un festival, uno superpuesto a una reunión global y a una celebración por los 500 años.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, copresidió la cumbre en su calidad de líder pro tempore de la CELAC, junto con el presidente del Consejo Europeo, António Costa. La lista de invitados parecía un cruce de continentes: Luiz Inácio Lula da Silva, Pedro Sánchez, ministros del Caribe y Europa, y enviados de Asia que observaban en silencio. No todos los asientos estaban llenos, pero el mensaje tenía peso: dos regiones que alguna vez comerciaron bajo un imperio ahora hablaban como iguales.
Incluso los detalles tenían simbolismo. Las camas extralargas decían que Europa había llegado; los puestos artesanales a lo largo del malecón susurraban que América estaba lista para recibir. Bajo el sol húmedo y la estricta seguridad, Santa Marta, cuna de conquistadores y lugar donde murió Simón Bolívar, volvía a ser un punto de encuentro entre mundos.
Dentro de la sala: comercio, clima y el lenguaje de la cooperación
Cuando los micrófonos se encendieron, el ambiente se volvió serio. Los líderes afirmaron lo que llamaron una “asociación estratégica birregional” basada en la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho. “El mundo multipolar exige una respuesta multilateral”, dijo Costa, una frase que resonó en la sala.
La declaración conjunta, resumida en el informe de la CELAC, prometió fortalecer las instituciones globales, reformar las finanzas internacionales para favorecer a las naciones en desarrollo y defender los principios fundamentales de la Carta de la ONU. Pero más allá de la retórica, el enfoque fue práctico: comercio, energía y tecnología.
El comercio entre la Unión Europea y la región CELAC ha crecido más del 50 % en la última década, y un millón de empleos europeos dependen de las exportaciones a América Latina, según datos citados en el informe. Ambas partes prometieron profundizar esa integración mediante nuevos acuerdos y un acceso al mercado más fluido, mientras garantizan la seguridad alimentaria “como una responsabilidad compartida”.
La Agenda de Inversión Global Gateway UE–LAC, lanzada en 2021, fue aclamada como el motor de la transformación verde y digital, canalizando fondos públicos y capital privado hacia energía limpia, salud e infraestructura digital. Los compromisos climáticos dominaron la escena. La declaración reafirmó el apoyo a la COP30 en Belém do Pará y prometió “reducciones profundas, rápidas y sostenidas de los gases de efecto invernadero en línea con la trayectoria de 1.5 °C”.
Los líderes también elogiaron la Alianza Digital UE–LAC, prometiendo construir “inteligencia artificial segura, confiable y basada en la ética y los derechos humanos”. Fue un raro momento en el que se habló de algoritmos y agricultura en el mismo espacio.
La geopolítica aparece entrelazada en cada párrafo. Sobre Ucrania, la cumbre respaldó todos los esfuerzos hacia una paz negociada y reafirmó la necesidad de respetar la soberanía y el derecho internacional. En Gaza, los delegados exigieron una solución de dos Estados, acceso humanitario y un alto el fuego inmediato. La inestabilidad en Haití generó compromisos de apoyo para la restauración democrática y el control del flujo ilegal de armas. El tono fue diplomático, pero el trasfondo era claro: las crisis globales exigen unidad regional.

Seguridad y cuidados: nuevos pactos con impacto humano
No todos los avances fueron simbólicos. La cumbre produjo planos concretos. Dieciocho países de América Latina y el Caribe se unieron a la UE para formar la Alianza UE–LAC para la Seguridad Ciudadana, destinada a combatir los delitos que desdibujan fronteras: narcotráfico y tráfico de armas, ciberdelincuencia, trata de personas y delitos ambientales como la minería ilegal. “Debemos fortalecer el estado de derecho mientras compartimos tecnología, capacitación y mejores prácticas”, citó el informe de la CELAC.
En otro frente, dieciséis países lanzaron un Pacto Birregional de Cuidados, el primero de su tipo. La iniciativa busca formalizar y ampliar la economía del cuidado reconociendo el trabajo doméstico no remunerado como infraestructura económica. El pacto ayudará a los países a diseñar políticas para guarderías, cuidado de adultos mayores y servicios sociales, redefiniendo lo que significa desarrollo. “Las familias no pueden trabajar ni estudiar si no pueden cuidar”, dijo un delegado a EFE, resumiendo la lógica detrás de las firmas.
Los pasillos estaban llenos de reuniones paralelas. Los líderes del Caribe sostuvieron una sesión específica con socios de la UE sobre resiliencia ante desastres y financiamiento climático. El Banco Europeo de Inversiones prometió 1,150 millones de dólares para fortalecer las redes eléctricas regionales y proyectos de energías renovables. Costa, relacionando esas cifras con la devastación causada por el huracán Melissa, recordó a la sala que la emergencia climática “no es un titular, es una herida”.
Cada anuncio parecía una prueba de la tesis de la cumbre: la cooperación debe ser medible —en megavatios, en aulas, en vidas menos precarias—.
Después de la foto familiar: lo que Santa Marta significa para Colombia
Para Santa Marta, la cumbre fue más que protocolo; fue reivindicación. La ciudad, fundada en 1525 por Rodrigo de Bastidas, fue en su momento una joya del imperio y luego un puerto olvidado. También es donde Simón Bolívar murió en 1830 soñando con un continente unido. Ahora, cinco siglos después, las banderas de sesenta naciones ondearon donde antaño lo hicieron las de los conquistadores.
El presidente Petro, conocido por desafiar a Europa por su pasado colonial, adoptó un tono cuidadoso. Meses antes, había acusado a antiguas potencias coloniales de “actos genocidas”. Sin embargo, aquí copresidió paneles con sus homólogos europeos, argumentando por “una nueva relación entre iguales”. Fue diplomacia escrita al borde de la reconciliación.
La ciudad reflejó esa dualidad. Las calles estaban decoradas tanto con pancartas de la celebración por los 500 años como con logos de la cumbre. Los museos permanecieron abiertos hasta tarde; los soldados vigilaban bajo las buganvilias. Los delegados discutían metas de emisiones mientras los locales vendían agua de coco y observaban pasar las caravanas. Santa Marta fue zona de seguridad y carnaval al mismo tiempo, prueba de que Colombia puede albergar política global sin perder su calidez.
Cuando se firmó el comunicado final, las cifras contaron una historia: 110,000 visitantes, hoteles a capacidad y un impulso económico inmediato. La historia más silenciosa fue la que quedó atrás: la sensación de que el Caribe ahora puede albergar conversaciones que moldean el siglo.
Cuando desmonten los detectores de metales y las camas extralargas vuelvan a bodega, quedarán las firmas y la expectativa de que esta reunión junto al mar se convierta en acción en tierra firme. Como concluyó el informe de la CELAC, el objetivo es simple pero exigente: “fortalecer nuestro vínculo natural, crecer juntos y protegernos mutuamente”.
Durante dos días en Santa Marta, esa idea pareció posible. La verdadera cumbre comienza ahora, en el trabajo de convertir esas palabras en algo que perdure: un puente construido no solo entre continentes, sino también entre la promesa y la prueba.
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