El auge del fracking en Argentina transforma la Patagonia pero deja incierto su frágil futuro
En el polvoriento Añelo, un adormilado pueblo patagónico convertido en ciudad del shale, el mecánico Fabio Javier Jiménez ha visto pasar la revolución del fracking de Vaca Muerta frente a su puerta, trayendo dólares, tráfico y esperanza, pero también preocupaciones por deudas, disputas políticas e inquietud ambiental.
Del taller entre dunas al epicentro del shale
Cuando el padre de Fabio Javier Jiménez trasladó el taller familiar de reparación de neumáticos a Añelo, se sintió como un exilio en el fin del mundo. El pueblo, a casi 1.000 km al suroeste de Buenos Aires, no tenía agua corriente, ni red de gas, y la electricidad se iba y venía. Abrieron su taller “en medio de las dunas, lejos del centro del pueblo”, contó Jiménez a la BBC. “Después el pueblo creció y nos pasó por encima”.
Lo que cambió todo no fue una nueva ruta ni un plan de gobierno, sino el fracking. En 2014, Argentina legalizó la técnica, permitiendo a las empresas extraer petróleo y gas de Vaca Muerta, una vasta formación de shale bajo el desierto que rodea Añelo. En menos de una década, el “medio de la nada” se convirtió en el epicentro de la apuesta energética más ambiciosa del país en generaciones.
La población oficial de Añelo saltó de 10.788 en 2010 a 17.893 en 2022, un aumento de más del 60%. Además, unos 15.000 trabajadores petroleros y gasíferos duermen ahora cada noche en el pueblo. Las rutas antes vacías ahora rugen con camiones cisterna y camionetas; datos oficiales muestran casi 25.000 vehículos entrando diariamente, incluidos 6.400 camiones.
Para Jiménez, el negocio explotó. Su taller, ubicado sobre la ruta provincial principal, está en el lugar ideal para los camiones que revientan neumáticos en caminos ásperos y sobreutilizados. Lo que antes era un oficio familiar marginal se ha convertido en parte del corazón palpitante de la fiebre del shale en Argentina.
La promesa de Vaca Muerta: energía y dólares
Vaca Muerta —aproximadamente del tamaño de Bélgica, unos 30.000 km²— fue identificada como un tesoro de petróleo y gas ya en 1931. Pero solo con el fracking moderno, que inyecta agua, arena y productos químicos a alta presión para fracturar la roca, esos recursos se volvieron económicamente viables.
El primer proyecto comercial de fracking aquí fue una asociación entre la estatal argentina YPF y la gigante estadounidense Chevron. Para febrero de este año, el Instituto Argentino del Petróleo y Gas contaba 3.358 pozos activos en Vaca Muerta, divididos casi en partes iguales entre petróleo y gas. Según el economista Nicolás Gadano, exfuncionario de YPF, la producción ya representa más de la mitad de la producción total de petróleo y gas de Argentina.
Lo crucial, señala, es que los barriles de shale son más baratos que los yacimientos convencionales menguantes en otras partes del país, donde el petróleo restante es profundo, disperso y costoso de extraer. El analista energético Nicolás Gandini de Econojournal lo resume de forma más directa: la mayoría de los campos convencionales en tierra son “tres a cuatro veces más caros que Vaca Muerta”, con solo algunos yacimientos offshore de gas como excepción.
El impacto macroeconómico ha sido dramático. Tras décadas de escasez e importaciones costosas, Argentina ha logrado la autosuficiencia energética y se ha convertido en exportador neto de petróleo y gas, generando esperanzas de crecimiento económico.
Para un país crónicamente necesitado de dólares, eso es algo importante. Gandini califica el cambio como “significativo”, especialmente considerando que hace solo unos años la balanza comercial energética de Argentina era fuertemente negativa. Pero también advierte sobre la fiebre de Vaca Muerta. “Creo que hay una sobrevaloración del aporte que Vaca Muerta puede hacer para resolver los problemas estructurales de la economía argentina”, dijo a la BBC.
Argentina, señala, tiene pocos otros sectores capaces de generar divisas rápidamente: la agricultura enfrenta límites climáticos y de productividad, mientras que la minería aún es incipiente. El shale es un nuevo motor poderoso, pero no es una varita mágica para la inflación crónica, los déficits fiscales o la larga historia de crisis de deuda del país.

Gasoductos, pesos y política
Incluso el auge del shale tiene sus frenos. La inversión ha estado limitada no tanto por la geología como por las finanzas e instituciones de Argentina.
Años de controles de capital, diseñados para evitar la fuga de dólares y proteger las reservas del Banco Central, han dejado a las empresas extranjeras cautelosas. “Todo está bien con Vaca Muerta”, resume Gadano las quejas empresariales, “pero no he podido sacar ni un solo dólar de Argentina en 15 años, así que ganamos dinero, pero nos vemos obligados a reinvertirlo ahí”. Eso, dice, “no es como funciona el mundo… especialmente para los grandes jugadores internacionales”.
El gobierno del presidente Javier Milei eliminó los controles cambiarios para personas físicas en abril. Tras los buenos resultados de su coalición en las elecciones de medio término, crece la expectativa de que también se relajen las restricciones para empresas. Si eso ocurre, podría liberar nuevos flujos de capital hacia Vaca Muerta, pero también exponer a Argentina a una nueva volatilidad financiera.
Luego está la cuestión de la infraestructura. Los críticos sostienen que la falta de gasoductos adecuados, el deterioro de las rutas y la ausencia de un tren hacen que gran parte del potencial de Vaca Muerta siga varado. Funcionarios energéticos de la provincia de Neuquén, donde está Añelo, dicen que hacen lo que pueden. Pero la brecha entre los modernos pozos y las rutas llenas de baches es evidente para cualquiera que recorra la región.
Lo que sí tiene Vaca Muerta, algo inusual en Argentina, es un amplio consenso político. Desde el centro-derecha hasta la izquierda, todos los partidos principales coinciden en que expandir la extracción de shale es vital, lo que brinda estabilidad a inversores y actores del sector.
Organizaciones ambientalistas como el Observatorio Petrolero Sur dicen que sus voces quedan ahogadas en un debate dominado por proyecciones de exportaciones y regalías. Sin embargo, las preocupaciones sobre el impacto ecológico del fracking —como la contaminación de aguas subterráneas, la actividad sísmica y la alteración de los ecosistemas— siguen poco representadas. Abordar estos temas puede ayudar a informar a los lectores sobre el alcance total de las implicancias ecológicas y fomentar una comprensión equilibrada.
Ganadores, perdedores y el incierto horizonte argentino
En Añelo, esas contradicciones se viven en tiempo real. El pueblo tiene calles asfaltadas, hoteles y restaurantes que no existían antes del fracking. Jiménez incluso abrió un segundo taller para atender la demanda. “Cuando llegamos a Añelo, nos conformábamos con atender dos vehículos por día”, dijo. “Después atendíamos 10 vehículos, y ahora tenemos 20 vehículos diarios”.
Sin embargo, la realidad de la ciudad del shale es más compleja que una simple historia de éxito. La vivienda es cara y a menudo precaria. Los servicios públicos se ven sobrepasados por una fuerza laboral flotante. El polvo, el ruido y el tráfico congestionan lo que antes era un tranquilo asentamiento en el desierto.
A nivel nacional, Vaca Muerta le ha dado a Argentina un respiro: menos cortes de luz, menos barcos de gas en el horizonte, más dólares por exportaciones. Pero las fragilidades estructurales persisten. Sin reformas más amplias en impuestos, gasto, instituciones y productividad, los ingresos del shale corren el riesgo de ser absorbidos por los mismos ciclos de crisis que han afectado al país durante tanto tiempo.
Jiménez, cuyo sustento ahora depende de la economía del shale, no suena precisamente eufórico. “Sí, seguramente habrá petróleo y gas por muchos años más”, dijo a la BBC. “Pero eso no significa que Argentina no seguirá teniendo altibajos económicos y políticos”.
Su escepticismo puede ser el termómetro más realista de la era Vaca Muerta. Por ahora, la gran apuesta del shale argentino mantiene los motores en marcha, desde las torres de Vaca Muerta hasta el taller de neumáticos junto a la ruta. Si finalmente podrá encaminar al país hacia una ruta más estable es una pregunta que ningún barril de shale podrá responder por sí solo.
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