ECONOMÍA

El billete mexicano del ajolote convierte a la pequeña salamandra en tesoro nacional hoy

Un billete de 50 pesos con la imagen de un ajolote sonriente llamado Gorda se ha convertido en un objeto de colección muy querido en México, desdibujando la línea entre el dinero y el ícono cultural, mientras millones de mexicanos guardan el billete y aprenden sobre una especie que hoy está al borde de la extinción.

Del acuario del museo a celebridad nacional

Durante la mayor parte de su vida, Gorda era solo otro ajolote flotando en las aguas filtradas de un acuario de museo en Ciudad de México. Los visitantes de Axolotitlán, un pequeño museo dedicado a estos extraños anfibios, podían detenerse a admirar sus branquias plumosas y su mirada de otro mundo, para luego seguir su camino.

Todo eso cambió cuando el Banco de México la eligió como modelo para el nuevo billete de 50 pesos, según informa El País.

Lanzado en 2021, el billete presenta un retrato brillante y estilizado de Gorda representando al icónico “monstruo del agua”, el ajolote de México. El billete llamó de inmediato la atención de diseñadores de moneda y coleccionistas de todo el mundo. La International Bank Note Society incluso lo nombró Billete del Año, elogiando tanto su diseño como su evocación de la historia mexicana y la biodiversidad.

En el reverso, el billete muestra la capital azteca, Tenochtitlan, basada en un mural de Diego Rivera. La escena muestra la ciudad isleña emergiendo del lago de Texcoco bajo la sombra del volcán Popocatépetl: un recordatorio de que el ajolote alguna vez nadó libremente en esas mismas aguas, siglos antes de la conquista española.

Juntos, Gorda y la antigua ciudad le dan al pequeño billete un aire inesperadamente épico: un trozo de papel que conecta al México moderno con su pasado prehispánico.

Un billete que la gente se niega a gastar

Cuatro años después, el billete del ajolote ha dejado de ser solo un medio de pago y se ha convertido en una especie de santuario popular. Un nuevo informe del Banco de México, citado por El País, revela que 12.9 millones de mexicanos están guardando deliberadamente el billete de 50 pesos en lugar de gastarlo.

Muchos de ellos no se conforman con uno solo: acumulan varios, guardándolos en cajones, álbumes de fotos o entre las páginas de libros. Solo una minoría dijo a los encuestadores que nunca gastaría el billete bajo ninguna circunstancia, pero incluso el acaparamiento temporal suma. El banco central estima que aproximadamente 150 millones de dólares en estos billetes estaban fuera de circulación al momento de la encuesta.

En un país donde un billete de 50 pesos vale menos de 3 dólares, es una cantidad notable de dinero tratada más como objeto de colección que como herramienta para comprar víveres o pagar el pasaje del autobús.

La especulación ha surgido junto con el sentimiento. Algunos de los primeros billetes impresos ya se están vendiendo por hasta 100 veces su valor nominal. Para los coleccionistas de billetes más apasionados, la combinación de un diseño premiado, simbolismo cultural y una tirada limitada inicial convierte al billete de Gorda en un tesoro.

Sin embargo, la encuesta del Banco de México sugiere que la mayoría de las personas que guardan el billete del ajolote están motivadas por algo más simple y emocional. Solo el 12 por ciento de quienes conservan el billete del ajolote dijeron que hacen lo mismo con otras denominaciones. El apego es específico y, cuando se les preguntó por qué, la mayoría dio la misma respuesta: les gusta el diseño.

En otras palabras, la imagen de Gorda ha transformado un billete olvidable y de bajo valor en algo que la gente quiere conservar cerca. Es un recordatorio de que el dinero no solo lleva números y medidas de seguridad, sino también historias; y que cuando la gente ama la historia, prefiere guardar el billete antes que gastarlo.

EFE/Mario Guzmán

Criatura ancestral, crisis moderna

Parte de la magia del billete radica en lo que representa el ajolote. Estos anfibios son rareza evolutiva: salamandras que nunca llegan a tamaños enormes. A diferencia de sus parientes, no pierden las branquias ni se adaptan completamente a la vida terrestre. En cambio, permanecen en un estado larval permanente, flotando en el agua con penachos frondosos y sonrisas tenues y enigmáticas.

Son anteriores a los aztecas, mucho antes que los españoles, y alguna vez abundaron en el lago de Texcoco bajo el cono humeante del Popocatépetl. Cuando los mexicas llegaron alrededor del 1300 d.C., construyeron Tenochtitlan en una isla del lago, levantando una vasta ciudad de canales y calzadas. Los ajolotes vivían a su alrededor: fuente de alimento, símbolo mítico y presencia cotidiana.

Los aztecas a veces los comían, pero también nombraron a la criatura por su dios del fuego y el rayo. Mirar el retrato de Gorda en el billete y luego darle la vuelta para ver la Tenochtitlan de Rivera es asomarse a un mundo desaparecido en miniatura.

Ese mundo fue desmantelado tras la conquista española. Los gobernantes coloniales gradualmente drenaron el lago de Texcoco y transformaron el paisaje en lo que hoy es la zona metropolitana de Ciudad de México. Solo en Xochimilco, en el extremo sur de la capital, sobrevivieron fragmentos de los antiguos canales. Allí, en un mosaico de canales y chinampas, resistieron los últimos ajolotes silvestres.

Pero incluso ese refugio se ha ido erosionando. La contaminación, las especies invasoras y la expansión urbana han llevado a los ajolotes al borde del abismo. Para 2014, los censos en Xochimilco encontraron que su población había colapsado a solo 36 individuos por kilómetro cuadrado. Hoy, la mayoría de los ajolotes viven no en la naturaleza, sino en acuarios, laboratorios y pequeños santuarios como Axolotitlán.

El billete de Gorda, a pesar de sus colores vivos y su encanto lúdico, lleva silenciosamente esta historia más oscura de crisis ecológica.

Diseño, identidad y una lucha por sobrevivir

Gorda ahora lleva una vida mayormente tranquila. Es uno de los seis ajolotes en Axolotitlán y, como relata El País, es lo suficientemente mayor como para que el personal rara vez la exhiba. La sesión de fotos que la convirtió en un ícono nacional fue una salida poco común, organizada para que los diseñadores del Banco de México pudieran captar su aspecto distintivo.

La fundadora del museo, Pamela Valencia, dijo a El País que el estrés temporal valió la pena si ayudaba a acercar al público a un animal al borde de la extinción. “Antes veíamos recuerdos de jaguares y colibríes. Hoy podemos ver cómo el ajolote se está volviendo parte de nuestra cultura, de nuestra vida cotidiana”, dijo Valencia.

Su punto es simple pero poderoso: es poco probable que la gente luche por algo que apenas sabe que existe. Al poner a Gorda en el billete más querido del país, el Estado ha convertido cada cartera mexicana en una pequeña campaña de concientización.

El billete del ajolote también refleja un cambio más amplio en la forma en que México se presenta al mundo y a sus propios ciudadanos. Durante años, las imágenes icónicas en la cultura de masas se apoyaron fuertemente en águilas, pirámides, charros y otros motivos familiares. La elección de un pequeño anfibio en peligro de extinción como protagonista de un billete señala un tipo de orgullo diferente, uno arraigado en la biodiversidad, la curiosidad científica y la herencia prehispánica.

No es casualidad que tanta gente quiera guardar el billete en lugar de entregarlo en la caja del supermercado. Al conservar el billete, están conservando un pedazo de identidad, un recordatorio de los lagos enterrados bajo la ciudad y de una criatura que de alguna manera encarna tanto la resiliencia como la fragilidad. El hecho de que algunos billetes tempranos ahora alcancen precios espectaculares en los mercados de coleccionistas solo refuerza la sensación de que esto es más que dinero: es un fragmento de una historia de la que la gente quiere formar parte.

Sin embargo, la ironía persiste: cada billete del ajolote guardado a salvo es un recordatorio menos que pasa de mano en mano en los autobuses, mercados y mostradores. El reto ahora, como sugiere Valencia, es convertir la fascinación en acción. Si Gorda se ha convertido en una estrella, la pregunta es si su fama puede ayudar a proteger a sus parientes silvestres en Xochimilco.

Para El País, la historia de Gorda y el billete de 50 pesos no es solo una curiosa nota humana sobre un animal simpático en un billete bonito. Es una instantánea de cómo el diseño, la memoria y la emoción pueden combinarse para hacer visible la crisis ambiental, y de cómo una pequeña salamandra mexicana terminó cargando mucho más peso del que su valor nominal sugiere.

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