ECONOMÍA

El Futuro Económico de Bolivia Defendido en Medio de Críticas e Incertidumbre

Un nuevo debate ha surgido en Bolivia sobre si el enfoque económico distintivo de la administración gobernante está llegando a su fin. A pesar de las preocupaciones sobre el aumento de precios, las reservas limitadas de divisas y los desafíos políticos internos, los líderes afirman que el marco económico sigue siendo sólido. Sostienen que la competencia política compleja, y no deficiencias estructurales reales, es la causa principal de los problemas del país. A continuación, exploramos los pilares fundamentales de la estrategia económica actual de Bolivia, las luchas internas de poder que influyen en su implementación y el complicado camino por delante.

Un Modelo Económico Supuestamente Agotado

Numerosos críticos sostienen que el “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” de Bolivia, asociado al gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), ha llegado a su límite. Señalan problemas cotidianos como la escasez de dólares en circulación, la falta de ciertos productos y el aumento de la inflación como señales de una política que ya no funciona como antes. Los opositores argumentan que el modelo, introducido hace años bajo el mandato de un expresidente, prosperó en un contexto de altos precios de las materias primas, pero ahora carece de la flexibilidad necesaria para afrontar las realidades económicas globales actuales.

Los miembros del gobierno rechazan enérgicamente estas afirmaciones. Argumentan que las interrupciones en el parlamento y los conflictos políticos impiden que la política alcance su máximo potencial. Retrasos en la legislación y disputas administrativas obstaculizan la implementación efectiva de las medidas. Los líderes rechazan las afirmaciones sobre fallas en el modelo, asegurando que sus principios fundamentales siguen vigentes: inversión social, control estatal de sectores estratégicos y crecimiento industrial interno. Para ellos, cualquier deficiencia responde más bien a bloqueos en la legislatura o a las disputas entre facciones dentro del MAS, en lugar de a fallas del modelo en sí.

Por ejemplo, el ministro de Finanzas de Bolivia afirma que los legisladores que se niegan a aprobar solicitudes de crédito externo son responsables de la escasez de divisas (la “crisis de liquidez”). El ministro destaca varios proyectos que siguen estancados a pesar de su potencial para generar reservas o atraer inversiones. Dentro del MAS, existe una división entre los seguidores leales al presidente actual y los que apoyan al expresidente. Esta fractura provoca un estancamiento legislativo que restringe la capacidad del gobierno para dirigir la política monetaria y proporcionar estímulos económicos.

Sin embargo, persiste una pregunta fundamental: ¿la aprobación de más créditos realmente resuelve los problemas estructurales señalados por los críticos? Varios analistas argumentan que los préstamos a corto plazo solo ocultan problemas de fondo y posponen resultados inevitables. Pero para el gobierno, este alivio a corto plazo permitiría una reactivación más estable, allanando el camino para medidas de industrialización que, según ellos, mantendrán la inflación baja y garantizarán la creación de empleo.

Conflicto Político y la Búsqueda de Dólares

Detrás de estas disputas subyace la “falta de dólares”, que ha generado frustración entre la población. Los ciudadanos han manifestado dificultades para acceder a divisas necesarias para transacciones comerciales, importaciones e incluso gastos familiares cotidianos. El gobierno sostiene que el estancamiento político es el culpable, ya que bloquea la aprobación legislativa de préstamos externos y acuerdos financieros. La administración confía en que la implementación de estas medidas restaurará las reservas de divisas y aliviará las tensiones del mercado.

Los empresarios no comparten esta visión. Señalan que la intervención del gobierno y las prácticas de tipo de cambio fijo dependen de reservas que continúan disminuyendo. Esto ha llevado a que casas de cambio limiten la venta de dólares en ciertos momentos, obligando a comerciantes y ciudadanos a recurrir al mercado paralelo, donde los precios son más altos. Los críticos afirman que este fenómeno refleja cómo la política actual sofoca la liquidez de la moneda o se basa en préstamos que pueden aumentar la deuda externa. La gente se pregunta si, con el tiempo, una devaluación moderada del boliviano será inevitable.

Los ciudadanos enfrentan precios más altos en productos importados y una creciente incertidumbre. El gobierno insiste en que la deuda nacional sigue siendo manejable. De hecho, subraya que la deuda externa de Bolivia representa aproximadamente una cuarta parte de su PIB, lo que considera lejos de ser alarmante. Sin embargo, analistas externos advierten que la combinación de este nivel de endeudamiento con el estancamiento político interno podría comprometer la solvencia del país si la situación no mejora.

Todo esto ocurre en un contexto donde la inflación ronda el 10%. Aunque este porcentaje es moderado en comparación con algunos países vecinos, es elevado para los estándares recientes de Bolivia. El gobierno atribuye el aumento de precios a problemas en el transporte y la producción, señalando bloqueos y protestas que impiden la distribución de bienes. También menciona las condiciones climáticas extremas, como sequías e inundaciones, que han reducido las cosechas y obligado a los agricultores a trasladar sus costos adicionales a los consumidores. El debate gira en torno a si estos factores explican por completo la tendencia inflacionaria o si los desequilibrios estructurales, como la disminución de reservas de divisas, están empujando aún más los precios al alza.

Divisiones Políticas Dentro del Movimiento Gobernante

Quizás el aspecto más significativo de la crisis es la creciente rivalidad dentro del propio MAS. Históricamente, el partido ha mantenido una supermayoría en la legislatura, lo que garantizaba estabilidad política y apoyo a iniciativas de corte socialista. Sin embargo, esta unidad enfrenta ahora una dura prueba: por un lado, un grupo respalda al presidente actual y sus intentos de reformar la economía; por otro, una facción populista sigue alineada con el expresidente, cuya administración consolidó el “Modelo Económico Social Comunitario Productivo”. Este conflicto interno ha paralizado reformas clave, dejando al gobierno en una situación de bloqueo parcial.

Desde la oposición, el panorama también es fragmentado. Mientras algunos sectores abogan por un giro hacia políticas más orientadas al mercado, otros proponen conservar elementos de la economía estatal con ajustes estratégicos. Para estos críticos, el problema no radica únicamente en la ideología del modelo vigente, sino en su dependencia excesiva de los altos precios de las materias primas, sin haber desarrollado un sector industrial robusto. Argumentan que, pese a las declaraciones oficiales, Bolivia debe adaptarse a un entorno más competitivo y abierto. La combinación de menores ingresos por exportación y los efectos prolongados de la pandemia han hecho insostenible el enfoque de la “bonanza” económica pasada.

Sin embargo, desde el gobierno advierten que un cambio radical en la política económica pondría en riesgo programas sociales fundamentales, como los subsidios a los combustibles y la ampliación de ayudas estatales. Siguen defendiendo la intervención del Estado en sectores estratégicos, como los hidrocarburos, argumentando que este control sigue siendo un pilar de estabilidad. Para salir del estancamiento, consideran que es imprescindible lograr un consenso dentro del MAS, permitiendo la aprobación de nuevos proyectos respaldados por financiamiento externo para estabilizar la economía.

Los analistas políticos que siguen de cerca las negociaciones internas del partido observan pocas soluciones viables en el corto plazo. La falta de consenso amenaza con debilitar aún más la gestión del país, mientras reformas monetarias e iniciativas de infraestructura siguen retrasadas. El expresidente, por su parte, busca demostrar que el liderazgo actual se ha desviado de los valores fundacionales del partido y aspira a recuperar el respaldo de los votantes con miras a un posible regreso al poder. Si la división persiste, los observadores anticipan desafíos adicionales para la gobernabilidad, con facciones en competencia por influir en el rumbo del país de cara a las próximas elecciones.

Mirando Hacia el Futuro

A pesar de las luchas internas, el gobierno sostiene que la lógica esencial del “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” sigue siendo válida y que no hay evidencia de que esté “agotado” en un sentido estructural. Afirma que, si se resuelven los problemas de liquidez a corto plazo y se eliminan los obstáculos políticos, el mismo enfoque—combinando la intervención estatal, la industrialización estratégica y la inclusión social— puede seguir generando beneficios. Su visión incluye la sustitución de más importaciones mediante la producción local, lo que permitiría preservar las reservas de divisas y fomentar la creación de empleo interno.

Observadores externos reconocen que la combinación de programas de bienestar social y financiamiento basado en recursos naturales contribuyó a la reducción de la pobreza y otras mejoras, especialmente en tiempos de altos precios de las materias primas. Sin embargo, en un contexto de menor dinamismo global y conflictos políticos, la capacidad del modelo para adaptarse sigue en duda. Si el gobierno sigue aplazando ajustes necesarios—como posibles cambios en el tipo de cambio o una revisión de ciertos subsidios— el riesgo de crisis más profundas podría aumentar.

En el día a día, los ciudadanos observan con incertidumbre si los legisladores llegarán a un compromiso. Muchos temen las consecuencias de un bloqueo legislativo prolongado. Mientras los agricultores se preocupan por la próxima cosecha ante un clima impredecible y las pequeñas empresas buscan acceder a divisas a precios justos, las preocupaciones reales superan los debates partidistas. Sin embargo, todo se reduce a una cuestión fundamental: ¿el modelo boliviano de fuerte intervención estatal y dependencia parcial de materias primas ha llegado a su fin o simplemente está paralizado por conflictos políticos?

Al final, la única certeza es que Bolivia seguirá en una encrucijada a menos que sus líderes presenten propuestas coherentes que logren unificar a las facciones en disputa. Si se logra un acuerdo para adoptar nuevas líneas de crédito, esto podría estabilizar temporalmente la necesidad de divisas y reactivar el plan gubernamental de sustitución de importaciones. Por otro lado, un estancamiento prolongado podría erosionar los avances sociales alcanzados en años anteriores y aumentar el costo de vida para muchos. La afirmación del ministro de que Bolivia enfrenta solo un problema de liquidez y no de solvencia podría sostenerse, pero únicamente si surge la voluntad política para resolverlo.

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Mientras la administración defiende su modelo, los críticos continúan señalando fallas estructurales y falta de transparencia. Si se logra un diálogo constructivo que cierre la brecha entre los aliados del presidente y la facción leal al expresidente, es posible que se abran nuevos canales legislativos. La incertidumbre actual alimenta la preocupación de la población sobre la viabilidad del modelo y refuerza los argumentos de quienes sostienen que el sistema necesita adaptarse. Independientemente de los cambios que puedan venir, el rumbo económico de Bolivia seguirá siendo un tema crucial.

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