ECONOMÍA

El Robo de Combustible y la Violencia Paralizan la Industria Petrolera de Ecuador

El sector petrolero de Ecuador está perdiendo cientos de millones de dólares debido al robo de combustible y la violencia provocada por el crimen organizado. Con una pérdida asombrosa de 215 millones de dólares para Petroecuador y los trabajadores constantemente bajo amenaza, el país se enfrenta a una carrera contra el tiempo para frenar esta crisis en aumento.

El robo de combustible y su impacto

La industria petrolera de Ecuador, pilar de su economía, está siendo atacada por redes criminales. Estas organizaciones están perforando los oleoductos para robar gasolina, diésel y combustible para aviones, y gran parte de este producto robado alimenta las operaciones del narcotráfico. La empresa estatal Petroecuador informó a Reuters que las pérdidas acumuladas por el robo de combustible ascendieron a 215,1 millones de dólares desde 2022 hasta octubre de 2024.

Esta crisis no solo crece, sino que se expande rápidamente. El número de perforaciones ilegales se disparó de 32 en 2022 a 773 en los primeros diez meses de 2024. Una sección de oleoducto de 166 kilómetros registró 136 perforaciones ilegales, lo que generó pérdidas colosales de 17 millones de dólares este año.

El combustible robado no es solo una pérdida económica, sino también un recurso clave para el narcotráfico. Según la policía, la gasolina se utiliza para fabricar precursores químicos para la producción de cocaína y para alimentar lanchas rápidas que transportan drogas hacia el norte por el Pacífico. Este robo sistemático de combustible es esencial para la rentabilidad de las organizaciones criminales en Ecuador, según Renato Rivera, director del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado.

La violencia amenaza a los trabajadores y las operaciones

Más allá de las pérdidas económicas, la violencia contra los empleados del sector petrolero ha aumentado. En provincias como Esmeraldas, un centro clave de la industria petrolera ecuatoriana, los trabajadores enfrentan extorsiones y amenazas. Según el líder sindical Jipson Martínez, entre el 25 % y el 30 % de los 700 trabajadores de Esmeraldas han sido extorsionados. Martínez tuvo que abandonar la provincia tras negarse a pagar demandas de extorsión, lo que provocó un intento de atentado contra su hogar a finales de 2022.

“Los trabajadores están indefensos”, afirmó Martínez a Reuters, subrayando la falta de medidas de seguridad adecuadas para proteger a los empleados. Estos ataques no se limitan a la extorsión; el robo de cableado de cobre en las instalaciones petroleras ha interrumpido aún más las operaciones, causando pérdidas de 4 millones de dólares y una disminución del 1 % en la producción en nueve meses.

Los técnicos de Petroecuador enfrentan constantes desafíos al responder a las perforaciones ilegales. La eliminación de válvulas caseras, que los delincuentes conectan a mangueras de presión, a menudo resulta en derrames de combustible y requiere detener las operaciones. “Se reportan hasta cinco perforaciones por día en varios oleoductos”, señalaron representantes de Petroecuador, indicando que los esfuerzos de limpieza y reparación pueden tomar hasta 12 horas.

Las medidas del gobierno no son suficientes

El gobierno del presidente Daniel Noboa intenta enfrentar la crisis con más patrullas militares y drones para vigilar las áreas afectadas. También existen planes para un centro de mando conjunto con la policía y otras entidades. Estas medidas han logrado ciertos avances, como la detección de 18 piscinas ilegales de almacenamiento de combustible robado. Sin embargo, el problema sigue siendo enorme.

El teniente coronel Hugo Amores, jefe de la unidad de delitos hidrocarburíferos de la policía, enfatizó la necesidad de reformas judiciales para complementar los esfuerzos policiales. “Sin leyes contundentes, el trabajo de la policía y las fuerzas armadas es una broma”, afirmó. Actualmente, las penas por robo de combustible van de dos meses a cinco años, mientras que los cargos por crimen organizado conllevan sentencias de hasta 10 años. Sin embargo, la aplicación de la ley a menudo se centra en individuos atrapados en el acto, en lugar de desmantelar las redes criminales más amplias.

La geografía de Ecuador complica aún más los esfuerzos para frenar el robo de combustible. Con 1.655 kilómetros de oleoductos que atraviesan regiones remotas de la Amazonía y la costa del Pacífico, los delincuentes aprovechan el aislamiento para excavar y perforar los oleoductos enterrados. Estas acciones han obligado a las autoridades a suspender el bombeo en algunos oleoductos.

Consecuencias económicas y ambientales

El robo de combustible tiene implicaciones más amplias para la economía y el medio ambiente de Ecuador. Como uno de los principales exportadores de petróleo del mundo, Petroecuador aporta 7.500 millones de dólares anuales al presupuesto nacional, casi una cuarta parte de los ingresos totales del país. Perder cientos de millones por robo debilita la salud financiera de Ecuador, mientras que la creciente violencia y la confusión política agravan la situación.

Las preocupaciones ambientales también están en aumento. Las perforaciones ilegales pueden provocar derrames de combustible que contaminan el suelo y el agua, afectando a comunidades locales que han protestado durante mucho tiempo contra los efectos de la industria petrolera en la naturaleza. Los técnicos de Petroecuador dijeron a Reuters que estos derrames a menudo requieren extensas tareas de limpieza que demandan numerosos recursos.

Mientras tanto, el combustible robado sigue alimentando el narcotráfico en Ecuador. Grupos criminales vinculados a cárteles mexicanos, la mafia albanesa y otras redes internacionales han convertido a este país andino en una ruta clave para la cocaína. A pesar de mayores controles, el crimen sigue creciendo.

Una nación en la encrucijada

La crisis en la industria petrolera de Ecuador refleja una lucha más amplia contra el crimen organizado que ha envuelto al país. Los homicidios, el transporte de drogas y el tráfico de armas han aumentado en los últimos cinco años. La violencia alcanzó su punto máximo en eventos notorios como el asesinato de un candidato presidencial, resaltando la necesidad de una respuesta nacional unificada que aborde tanto la amenaza inmediata al sector petrolero como las raíces profundas de los actos criminales.

El presidente Noboa, quien prometió mejorar la seguridad, enfrenta desafíos significativos. Su gobierno planea buscar la reelección en febrero de 2025, y su respuesta a la crisis del robo de combustible probablemente será una prueba crucial para sus esfuerzos más amplios de combatir el crimen organizado y restaurar la paz en Ecuador.

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Sin una acción decisiva, las amenazas duales del robo de combustible y la violencia podrían desestabilizar aún más a un país que ya enfrenta agitación económica y política. Como advirtió el analista de seguridad Rivera, “Todo el sistema relacionado con el tráfico de hidrocarburos está concentrado en la inmediatez… y no en las redes de grupos criminales detrás del delito”. Para Ecuador, romper este ciclo requerirá una aplicación vigorosa de la ley y un renovado compromiso con la justicia y la rendición de cuentas.

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