Estanflación: la realidad colombiana
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El país sudamericano enfrenta el mayor reto económico en su historia
Bruce Mac Master es el director de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI). En una entrevista, anticipó que el crecimiento anual de la economía local en 2017 será del 1.8%, muy cerca a la cifra estipulada por el Banco Mundial y el FMI. En ambos casos, este sería la proyección más baja de la última década seguida por el 3.1% en el 2015.
A pesar de que se espera crecimiento en 2018, el país latinoamericano está en dificultades.
Las recientes tensiones económicas de Colombia empezaron en 2011 cuando el crecimiento anual era 6.6% gracias a la boyante industria energética. Depender de una única fuente de crecimiento se denomina “enfermedad holandesa” y, tanto en los libros como en la realidad de Colombia, genera el riesgo de un profundo declive en la economía si la fuente principal de ingresos sufre un choque. Como fue la caída del precio del petróleo en 2015.
La caída del precio del petróleo causó una revaluación del Peso Colombiano (COP), es decir que sin cambiar nada al interior del país, su producto valdría 40% menos. Una revaluación del peso implica que se requieren más pesos para comprar un dólar y, por ende, toda mercancía en dólares debe ser pagada con más pesos. Sin cambio alguno en la economía, el Banco de la República tuvo que imprimir más pesos para facilitar el pago de deudas causando una inflación por encima de lo normal.
Teóricamente, la inflación es causada por impresiones masivas de dinero o expansiones monetarias. Un efecto positivo de la inflación es que al corto plazo aumenta la demanda en la economía, ya que los precios no responden inmediatamente a cambios en la oferta monetaria. Si hoy tengo más dinero, puedo comprar más cosas o pagar deudas. Sin embargo, la inflación en Colombia vino acompañada de una reforma tributaria que aumentó el nivel general de precios en un 3%.
Bajo una situación inflacionaria se espera que los agentes de la economía aumenten su consumo, lo que causa que más oferentes paguen más trabajo para producir más productos. No obstante, dado que el impuesto a los productos de la canasta básica aumentó, los hogares no están consumiendo más. Por el contrario, sustituyen consumo por otro más barato aludiendo a desconfianza en la economía. Solo en marzo de 2017, el consumo de carne y leche disminuyó un 40% a nivel nacional.
La caída en los precios del petróleo genera recortes inmediatos en la cantidad de trabajo que se contrata en el sector energético, un principal agente de contratación en el país. Lo anterior pone en manos de los consumidores privados gran parte de la responsabilidad por el nivel de desempleo total. Dado que los consumidores colombianos no aumentan su consumo, no se contrata más trabajo. A la luz de los dos factores anteriores, el desempleo también aumenta.
A menos que Colombia logre generar valor desde sectores no correlacionados con el petróleo, como con los sectores de servicios o agroindustriales en pos de una mejor balanza comercial, la estanflación y los efectos de su dura cura son previsibles.
Latin American Post | David Eduardo Rodríguez Acevedo
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