La economía colaborativa redefine el trabajo en América Latina
En toda América Latina, el concepto tradicional de un trabajo de 9 a 5 se transforma a medida que plataformas como Uber, Airbnb y Rappi (una popular aplicación de entrega) remodelan el panorama laboral. Impulsada por la tecnología de los teléfonos inteligentes, la economía de los trabajos por encargo ofrece flexibilidad y potencial para generar ingresos adicionales. Sin embargo, también plantea dudas sobre la protección de los trabajadores y las prácticas justas en una región con una historia de precariedad laboral.
Para muchos latinoamericanos, la economía informal presenta una alternativa atractiva al empleo formal. Los trabajadores pueden fijar sus horarios, trabajar tanto o tan poco como deseen y ganar independencia. Esta flexibilidad atrae particularmente a los estudiantes, aquellos con responsabilidades de cuidado y las personas que buscan ingresos suplementarios. En ciudades densamente pobladas como São Paulo y Ciudad de México, un trabajador en motocicleta puede navegar por el tráfico con mayor facilidad que los servicios de taxi tradicionales, lo que lo convierte en una opción laboral viable en medio de las complejidades de la vida urbana.
Desafíos del trabajo informal
Sin embargo, la economía de los conciertos no está exenta de desventajas. Los trabajadores informales a menudo necesitan beneficios más básicos, como seguro médico, licencia remunerada y contribuciones a la pensión. Los ingresos pueden ser inestables y muchos trabajadores se sienten presionados a trabajar muchas horas para llegar a fin de mes. Con los algoritmos que rigen la remuneración y la asignación del trabajo, también existe una sensación de vulnerabilidad y falta de control.
“Nunca sabes cuánto vas a ganar en un día determinado”, dice María, una repartidora de Rappi en Bogotá, Colombia. “Algunos días son buenos y otros apenas ganas lo suficiente para pagar la gasolina”.
A medida que el trabajo por encargo se vuelve más frecuente, los gobiernos latinoamericanos enfrentan el desafío de regular este sector en evolución. ¿Deberían clasificarse los trabajadores por encargo como empleados o contratistas independientes? ¿Cómo se les puede proteger contra la explotación y la discriminación? Encontrar el equilibrio adecuado entre apoyar la innovación y salvaguardar los derechos de los trabajadores es crucial para el futuro del trabajo en la región.
Sentencias judiciales recientes en Brasil y Argentina han comenzado a reconocer a los trabajadores por encargo como empleados, otorgándoles ciertos derechos laborales. Sin embargo, la aplicación de la ley sigue siendo un desafío y las plataformas a menudo necesitan ayuda para resistir cambios que las obligarían a ofrecer beneficios o aumentar la protección de los trabajadores.
Un paisaje mixto
El impacto de la economía colaborativa varía en América Latina. El trabajo por cuenta ajena puede ofrecer un complemento bienvenido en países con redes de seguridad social y regulaciones laborales más sólidas. Sin embargo, en países con protecciones más débiles, se corre el riesgo de exacerbar la precariedad laboral y perpetuar la desigualdad.
México, por ejemplo, tiene un gran sector informal donde muchos trabajadores ya necesitan protecciones más básicas. En este contexto, la economía colaborativa desdibuja aún más la línea entre el trabajo formal e informal, lo que podría debilitar las regulaciones laborales logradas con tanto esfuerzo.
La economía colaborativa en América Latina no va más allá del transporte y la entrega. Están surgiendo plataformas especializadas que conectan a los trabajadores con diversas tareas. En Brasil, nuevas empresas como GetNinjas ofrecen un mercado en línea para servicios que van desde reparaciones del hogar hasta entrenamiento personal. Plataformas como Workana y Freelancer.com facilitan el trabajo independiente para profesionales calificados como diseñadores, escritores y programadores de toda la región.
Estas plataformas de nicho ilustran cómo la economía colaborativa puede alterar las categorías laborales tradicionales y crear nuevas oportunidades para quienes tienen habilidades y experiencia específicas.
El camino a seguir
El auge de la economía colaborativa presenta tanto oportunidades como desafíos para América Latina. Para aprovechar plenamente su potencial y al mismo tiempo garantizar un futuro del trabajo justo y sostenible, se requiere un esfuerzo de colaboración entre gobiernos, plataformas y trabajadores. Es necesario reimaginar los modelos tradicionales de protección social para que se ajusten mejor al modelo de la economía de trabajo informal, lo que podría implicar beneficios transferibles vinculados a individuos en lugar de empleos o empleadores específicos.
Es fundamental garantizar que los trabajadores por cuenta ajena tengan derechos laborales fundamentales, como protecciones de salario mínimo, condiciones de trabajo seguras y el derecho a formar sindicatos y negociar colectivamente. Además, los algoritmos que rigen la remuneración y la asignación del trabajo en estas plataformas deben ser transparentes y justos. Las plataformas deben rendir cuentas de sus prácticas y mantener un diálogo abierto con los trabajadores. Por último, es vital empoderar a los trabajadores autónomos para que tengan voz en la configuración del futuro de este sector. Esto podría lograrse facilitando las cooperativas dirigidas por trabajadores o garantizando la representación de los trabajadores en las discusiones regulatorias.
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La economía colaborativa tiene el potencial de desbloquear nuevas formas de trabajo y oportunidades económicas en América Latina. Sin embargo, su éxito futuro depende de abordar los desafíos de la precariedad, garantizar la equidad y crear un modelo sostenible para el cambiante panorama laboral de la región.