ECONOMÍA

La economía no tributable de Venezuela: cómo las dictaduras de izquierda alimentan la informalidad

Los regímenes de izquierda en América Latina suelen aplicar políticas para formalizar sus economías, pero estas políticas crean los sectores informales que buscan controlar. Las consecuencias no deseadas de los impuestos y la regulación empujan a millones de personas a actividades económicas no sujetas a impuestos y no reguladas, socavando los esfuerzos por gravar lo que ayudaron a crear.

Las dictaduras de izquierda y el nacimiento de la economía informal

En toda América Latina, los gobiernos de izquierda, con Venezuela como principal ejemplo, han aplicado políticas agresivas para regular y gravar a las empresas, a menudo con desastrosas consecuencias no deseadas. La idea de que más impuestos y un control más estricto sobre las actividades económicas fortalecerían de alguna manera la economía y mejorarían los medios de vida de millones de personas se basa en una comprensión errónea de las economías informales. En lugar de impulsar a las personas hacia el sector formal, los impuestos excesivos y las regulaciones severas han empujado a millones de personas al trabajo informal, convirtiéndolas en parte de una economía no sujeta a impuestos y no regulada que opera fuera del alcance del Estado.

En los países donde las dictaduras de izquierda se han aferrado al poder, su mala gestión económica ha vaciado las industrias, sofocado la inversión privada y dejado a millones de personas luchando por sobrevivir. Esto crea las condiciones ideales para que florezca una economía informal. Desde vendedores ambulantes hasta trabajadores autónomos, millones de personas encuentran refugio en empleos informales, evadiendo las agobiantes regulaciones y cargas fiscales del Estado. Estas economías son resistentes, adaptables e intocables por las mismas autoridades que intentan ponerlas bajo control.

En lugar de reconocer esta realidad, los regímenes de izquierda como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua intentan salir de las crisis mediante impuestos y regulaciones. Estas políticas a menudo apuntan a los mismos sectores que proporcionan un salvavidas a quienes viven en la pobreza extrema o bajo la opresión autoritaria. Sin embargo, formalizar la economía informal, especialmente en un contexto de represión política y decadencia económica, es prácticamente imposible. Peor aún, las políticas de estos gobiernos a menudo crean y sostienen las economías informales que intentan controlar.

Una realidad con impuestos excesivos y una gestión deficiente

Venezuela es un claro ejemplo de cómo las políticas izquierdistas equivocadas impulsan las economías informales. El Consejo Nacional de Comercio y Servicios (Consecomercio) del país instó recientemente al gobierno a reformar sus políticas tributarias para abordar la informalidad rampante. Gustavo Valecillos, presidente de Consecomercio, enfatizó la necesidad de una reforma tributaria “profunda e integral” para estimular la actividad económica y al mismo tiempo abordar el masivo sector informal. La petición de Valecillos refleja una realidad más profunda: el sector informal en Venezuela no es un síntoma de salud financiera sino de disfunción generalizada.

El auge de las economías informales en Venezuela no es simplemente un subproducto de factores externos como las sanciones o las crisis económicas mundiales; está impulsado principalmente por el entorno económico opresivo creado por el régimen de Nicolás Maduro. Años de hiperinflación, devaluación de la moneda y extralimitación del Estado han hecho que sea casi imposible para las empresas operar dentro de la economía formal. Las empresas privadas se enfrentan a impuestos altísimos, interferencias burocráticas constantes y un marco legal inestable, lo que hace que la planificación a largo plazo sea una apuesta arriesgada.

Como resultado, cada vez más venezolanos recurren al sector informal. Los mecánicos trabajan fuera de talleres autorizados, los vendedores ambulantes venden productos sin permisos e incluso las operaciones de mayor escala evitan el registro formal para escapar de los impuestos. El vicepresidente de la Cámara Nacional de Talleres Mecánicos (Canatame), Angelo Sangregorio, señaló la importancia de certificar a los mecánicos y talleres como parte de un esfuerzo más significativo para combatir la informalidad. Sin embargo, sin reformas más amplias para reducir la carga fiscal y aliviar las presiones regulatorias, es poco probable que tales medidas tengan éxito. La informalidad se ha convertido en la única opción viable para muchos en Venezuela, donde pagar más del 80% de los ingresos fiscales de una empresa deja poco margen para la inversión, los salarios o la innovación.

Aprendiendo del problema de la informalidad en América Latina

Venezuela está lejos de ser el único ejemplo en América Latina donde los regímenes de izquierda han alimentado inadvertidamente las economías informales. En toda la región se están dando dinámicas similares, en particular en países como Argentina, Bolivia y Nicaragua. En Argentina, por ejemplo, la economía informal representa casi la mitad de todos los empleos. Los sucesivos gobiernos populistas han impuesto impuestos y regulaciones onerosas a las empresas, creyendo que el Estado podría solucionar los desequilibrios económicos mediante un control centralizado. Sin embargo, estas políticas han fracasado, empujando a las empresas a la sombra, donde no pueden ser gravadas ni reguladas.

Bolivia, bajo el ex presidente Evo Morales, enfrentó desafíos similares. Si bien el gobierno de Morales disfrutó de un éxito económico durante un período gracias a los altos precios de las materias primas, la economía informal creció a medida que el Estado aumentaba su control sobre sectores clave. Las políticas fiscales apuntaban a la redistribución de la riqueza, pero llevaron a las pequeñas empresas y a los trabajadores individuales a operar de manera informal, a la que el Estado no podía llegar. Si bien Bolivia sigue siendo un importante exportador de gas natural, su economía informal sigue siendo enorme, y se alimenta de las ineficiencias creadas por la interferencia del Estado.

Nicaragua, bajo el gobierno de Daniel Ortega, también ha visto un aumento de la informalidad. El control autoritario del Estado y una economía en crisis han generado un descontento masivo entre los empresarios, a quienes les resulta más fácil evadir impuestos y regulaciones que cumplir con las normas. Estos ejemplos ponen de relieve una verdad más amplia: las economías informales persistirán y crecerán si los regímenes de izquierda priorizan el control estatal sobre la libertad económica.

En cada uno de estos casos, el sector informal ofrece un mecanismo de supervivencia para los ciudadanos incapaces de hacer frente a un entorno fiscal y regulatorio opresivo. Los regímenes de izquierda, en lugar de reconocer el problema, redoblan la apuesta por las mismas políticas que crean la informalidad, lo que da lugar a un círculo vicioso en el que el Estado intenta gravar a los que no pagan impuestos.

Un círculo vicioso económico

El concepto de gravar a quienes no pagan impuestos refleja la contradicción inherente a las políticas económicas de izquierda en América Latina. Los gobiernos afianzan la informalidad al intentar formalizar las economías informales mediante impuestos y regulaciones. La lógica es simple: cuando las personas y las empresas no pueden cumplir con las exigencias impositivas del Estado, operan fuera de la economía formal. En este espacio, no pagan impuestos, están fuera del alcance de las políticas gubernamentales e inmunes a las reglas del comercio formal.

Sin embargo, la solución que proponen muchos regímenes de izquierda es duplicar los impuestos, creando más barreras a la formalización. En Venezuela, por ejemplo, las empresas deben navegar por un régimen impositivo complejo y en constante cambio. El llamado de Consecomercio a la reforma reconoce que el sistema actual está fallando. Sin embargo, la realidad más amplia es que ninguna reforma impositiva puede abordar la disfunción económica subyacente que empuja a las personas al sector informal.

Una dinámica similar se da en Cuba, donde las empresas privadas operan en una zona gris legal. Si bien el gobierno cubano ha permitido libertades económicas limitadas en los últimos años, sigue imponiendo controles estrictos a las actividades comerciales, lo que conduce a una informalidad generalizada. Como en Venezuela, a los empresarios cubanos les resulta más fácil operar en la sombra, libres de las exigencias excesivas del Estado. El resultado es una economía informal próspera que socava la capacidad del Estado para generar ingresos a través de los impuestos.

La ironía es que los regímenes de izquierda dicen defender a la clase trabajadora, pero sus políticas perjudican desproporcionadamente a quienes dicen ayudar. En un intento por imponer impuestos a los que no pagan impuestos, estos gobiernos están empujando a cada vez más personas al trabajo informal, donde carecen de protección social, acceso al crédito y la capacidad de hacer crecer sus negocios. La economía informal se convierte en un espacio de necesidad, no de oportunidad, donde los trabajadores y las empresas luchan por sobrevivir en un sistema que trabaja activamente en su contra.

La lección más amplia para América Latina es clara: las economías informales seguirán creciendo hasta que los gobiernos prioricen la libertad económica sobre el control estatal. Los impuestos y la regulación por sí solos no pueden llevar a la gente al sector formal. Solo reduciendo las cargas impuestas a las empresas y los trabajadores, los gobiernos pueden tener la esperanza de crear un entorno en el que la formalización se convierta en una opción atractiva. Los regímenes de izquierda que ignoren esta realidad seguirán persiguiendo a los que no pagan impuestos, creando una brecha cada vez mayor entre los sectores formal e informal de sus economías.

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No solo las circunstancias económicas impulsan la informalidad en América Latina, sino también las políticas de los regímenes de izquierda que buscan gravar las economías que no pagan impuestos que han creado. El intocable sector informal seguirá siendo resistente si las cargas de los impuestos y las regulaciones siguen siendo insoportables. Otros países latinoamericanos deberían prestar atención a las lecciones de Venezuela y otros países. La informalidad no es un problema que se pueda eliminar mediante impuestos: es un síntoma de un Estado autoritario que necesita repensar su enfoque de la gestión económica.

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