La encrucijada del litio en Chile: política, ganancias y el precio del poder en el Atacama

En los salares del desierto alto del norte de Chile, donde anidan los flamencos y la salmuera brilla bajo un sol cegador, una nueva alianza entre el Estado y la industria privada podría decidir si el país impulsa el futuro verde—o si se convierte en una advertencia sobre la política de los recursos naturales.
De gigante de los fertilizantes a titán del litio
Mucho antes de que los autos eléctricos impulsados por litio dominaran los titulares, fue el fertilizante lo que convirtió a SQM en un nombre conocido dentro de la industria chilena. Fundada en 1968 como una empresa química estatal destinada a revivir la riqueza del salitre, fue transformada durante la dictadura de Augusto Pinochet, cuando las privatizaciones entregaron el control a élites con conexiones políticas. ¿El caso más emblemático? Julio Ponce Lerou, yerno del general, maniobró para convertir a SQM en uno de los mayores productores de litio del mundo, el metal clave para baterías, vehículos eléctricos y almacenamiento energético.
Ese ascenso tuvo un costo. SQM ha estado vinculada a casos de uso de información privilegiada, escándalos de sobornos y denuncias por aportes ilegales a campañas políticas. Como señaló Americas Quarterly, la polémica se adhiere a la empresa como el polvo del desierto. Aunque está inhabilitado para participar en la administración, Ponce aún controla más de una cuarta parte de las acciones de SQM a través del Grupo Pampa.
Pero las apuestas cambiaron con el auge del litio en la década de 2010. Los precios superaron los 80.000 dólares por tonelada, y el Salar de Atacama—una cuenca resplandeciente a 4.000 metros sobre el nivel del mar—se convirtió en el salar más estratégico del planeta. Sin embargo, mientras Australia y Argentina se apresuraban a atraer inversionistas, Chile dudaba, y para comienzos de la década de 2020 ya había caído al segundo lugar en producción global.
El presidente Gabriel Boric, elegido en 2021 con la promesa de combinar justicia social y liderazgo climático, vio una oportunidad. A fines de 2023, su gobierno logró un acuerdo audaz: Codelco, la gigante estatal del cobre, se asociaría con SQM para codirigir la producción de litio en el Atacama. Para mediados de 2024, el trato fue firmado. A partir de 2031, Codelco tendrá el control del 50% más una acción de todas las operaciones de SQM en la región, con planes para duplicar la producción y redirigir una mayor parte de las ganancias hacia el Estado chileno.
Mandato público, ambición privada
Los defensores del pacto Codelco-SQM afirman que recupera un modelo chileno exitoso: el Estado es dueño del recurso, las empresas privadas hacen el trabajo pesado, y la nación se beneficia de los ingresos y del control estratégico. “Chile quiere liderar la transición energética global, no ir corriendo detrás de ella”, declaró el presidente de Codelco, Máximo Pacheco, a Americas Quarterly, defendiendo la naturaleza reservada del acuerdo.
Pero no todos están convencidos. Los críticos argumentan que al evitar una licitación pública, se renunció a miles de millones en ingresos potenciales y se dejó demasiado poder en manos de una empresa con un historial problemático. Incluso figuras políticas que rara vez coinciden—como Evelyn Matthei (derecha), José Antonio Kast (ultraderecha) y Jeannette Jara (izquierda)—han criticado el acuerdo. Matthei, favorita en las encuestas para las presidenciales de 2025, ha prometido revisar los términos si llega al poder.
También hay escepticismo sobre la capacidad actual de Codelco. Antes símbolo del orgullo nacional, hoy enfrenta minas envejecidas, sobrecostos y una caída en la producción. ¿Podrá gestionar la complejidad añadida del litio, un mercado mucho más volátil? Pacheco asegura que sí. “Conocemos esta tierra. Conocemos estas comunidades”, dijo, destacando la experiencia de Codelco en la región y su compromiso con nuevas tecnologías de extracción que reducirían el uso de salmuera y agua en un 65% para 2040.
Incluso la propia dirección de SQM ve la asociación como necesaria. “La industria no puede sobrevivir a los precios actuales si no innova”, dijo Carlos Díaz, jefe del área de litio, señalando iniciativas como la extracción directa de litio y el uso de agua de mar para reducir la presión sobre los acuíferos.
De auge a desplome—por ahora
Si 2022 fue una fiebre del oro del litio, 2024 ha sido un baño de realidad. Los precios al contado cayeron por debajo de los 10.000 dólares por tonelada, eliminando márgenes de ganancia y exponiendo lo frágil que puede ser el sector. SQM, que registró más de 2.000 millones de dólares en utilidades hace apenas dos años, reportó pérdidas. Aunque volvió a números positivos a principios de 2024, los ejecutivos advirtieron que los precios podrían seguir cayendo.
En respuesta, SQM recortó su plan de inversiones en un 31%. Intenta mantener niveles altos de producción para no perder participación en el mercado, incluso si eso empeora el exceso de oferta. Mientras tanto, persisten las trabas burocráticas: el litio aún está clasificado como mineral estratégico según la ley chilena, lo que significa que cada permiso debe ser aprobado por la Comisión Chilena de Energía Nuclear, una norma heredada de temores de la Guerra Fría.
Esa burocracia, junto con las preocupaciones ambientales, explican por qué SQM está invirtiendo también en Australia, donde el litio de roca dura enfrenta menos restricciones. Y también por qué científicas como Cristina Dorador alertan que, más allá de cualquier tecnología nueva, la evaporación de salmuera daña la biodiversidad. Flamencos, ecosistemas microbianos y los medios de vida de comunidades indígenas dependen del delicado equilibrio de los salares.
Algunas comunidades indígenas apoyan con cautela la alianza con Codelco. Otras acusan al gobierno de cerrar acuerdos sin consulta previa real. La ley chilena exige el consentimiento indígena para nuevos proyectos, pero los críticos sostienen que ese proceso suele realizarse cuando las decisiones ya están tomadas. Un informe del Congreso publicado este año recomendó cancelar el acuerdo por completo.
El mundo observa—y espera
El litio chileno no es solo un asunto interno. Es un punto de inflexión geopolítico.
Estados Unidos ha hecho de Chile una pieza clave en su estrategia de suministro de baterías, mientras que la empresa china Tianqi—que posee el 22% de SQM—ha expresado reparos sobre el acuerdo con Codelco. Las agencias regulatorias de Europa, Brasil y Japón ya lo han aprobado, pero la revisión de China sigue pendiente. Si la bloquea, Santiago enfrentará una decisión imposible: alienar a su principal socio comercial o arriesgarse a perder el favor de Washington, justo cuando la Ley de Reducción de la Inflación de EE. UU. canaliza miles de millones hacia los llamados “minerales amigos”.
Chile tampoco cuenta con un mecanismo formal de control de inversiones extranjeras como el de EE. UU. o Australia. Eso significa que futuras concesiones de litio podrían ir a cualquier postor—chino, estadounidense u otro—dependiendo de quién se mueva más rápido y ofrezca el mejor cheque.
Por ahora, el gobierno de Boric apuesta a que la alianza Codelco-SQM resistirá la turbulencia del mercado y los vaivenes políticos. SQM se ha comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono para 2040 y está impulsando Salar Futuro, un programa para ahorrar agua. Codelco, por su parte, espera redirigir agua de mar desde sus ductos de cobre para apoyar las operaciones de litio y reducir la extracción de acuíferos.
Pero nada está garantizado. Nuevas tecnologías como las baterías de sodio, las celdas de estado sólido o el reciclaje avanzado podrían reducir la demanda global de litio más rápido de lo previsto. Y se avecina un cambio político: el próximo presidente podría modificar regalías, agilizar permisos o anular acuerdos por completo.
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El Atacama no es solo una mina. Es un espejo, que refleja el intento de Chile por equilibrar identidad nacional, responsabilidad ambiental y ambición económica. Como lo expresó el líder comunitario de San Pedro de Atacama, Valdés, en Americas Quarterly:
“El litio puede iluminar al mundo, pero aquí también es agua, herencia e identidad.”