La revolución silenciosa de Paraguay: de gigante hidroeléctrico a contendiente digital

Paraguay, rico en energía hidroeléctrica, quiere más que electricidad barata: busca una identidad tecnológica. Desde el parque digital planeado en Asunción hasta una nueva generación de programadores, el país atrae a inversionistas y empresas de IA mientras lidia con la burocracia, la fuga de cerebros y la urgente necesidad de formar a su juventud.
Un gigante energético a simple vista
Hay pocos lugares en el mundo donde la electricidad limpia sea abundante y predecible. Paraguay es uno de ellos. Itaipú, aún el complejo hidroeléctrico más productivo del mundo fuera de China, cubre cerca del 90 % de la demanda interna y exporta el resto. Yacyretá, la segunda represa, añade un colchón de resiliencia y convierte la red nacional en algo raro: barata, renovable y estable.
En una era en la que toda conversación sobre inteligencia artificial termina con una pregunta sobre energía, Paraguay de pronto parece tener la respuesta. Los centros de datos necesitan estabilidad: energía que nunca fluctúe y que pueda escalar fácilmente. Como dijo un empresario a la BBC, la energía hidroeléctrica es “constante”, no dependiente del clima como la solar o la eólica. El argumento se vende solo: conéctate a nuestros ríos y descarbonízate por defecto.
Pero la electricidad es solo la base. Los gigantes que el presidente Santiago Peña ha cortejado —Google, OpenAI y otros— no buscan únicamente megavatios baratos. Buscan canales de talento, claridad regulatoria y gobiernos que se muevan a la velocidad de la innovación. Paraguay apuesta a que su energía hidroeléctrica le da ventaja, un imán natural en un mundo escaso de energía verde. El desafío es convertir esa ventaja en un verdadero ecosistema, no solo en un titular sobre un centro de datos en la selva.
De las lecciones de Silicon Valley a las ambiciones de Asunción
Gabriela Cibils personifica el puente que Paraguay quiere construir. Tecnóloga con títulos en computación y neurociencia de la Universidad de California en Berkeley, pasó años en startups de Silicon Valley antes de regresar a casa. “Después de ver ese mundo”, dijo a la BBC, “sentí la responsabilidad de traer esa mentalidad y combinarla con el talento que veo aquí.”
Hoy, como socia en Cibersons, una empresa tecnológica en Asunción, predica no solo innovación, sino actitud: inclinación hacia la ejecución, la agilidad y la obsesión por el cliente. “Las ideas son fáciles”, dijo. “La entrega es la parte difícil.”
El gobierno espera igualar esa urgencia. El ministro de Tecnología, Gustavo Villate, sostiene que la receta macro de Paraguay —energía renovable, bajos impuestos, estabilidad y una población joven— por fin está alineada. Cerca del aeropuerto de la capital, el Estado construye un parque digital de 20 millones de dólares con lagos, guarderías y una proyectada Universidad de Tecnología cofundada con Taiwán. Su diseño combina campus y sueño: oficinas de vidrio, espacios de coworking y senderos donde algún día los programadores podrían intercambiar ideas tan fácilmente como hoy comparten mate.
Cuando un país reserva tierras y permisos para la economía digital, envía un mensaje claro: la tecnología no es un pasatiempo, es una estrategia nacional.
Talento, formación y la brecha de género
La energía puede atraer servidores, pero las personas decidirán qué corre sobre ellos. La edad media en Paraguay —solo 27 años— debería ser una ventaja, pero los picos demográficos solo rinden frutos si la educación acompaña. La nueva Universidad de Tecnología busca llenar el vacío rápidamente, aunque los líderes del sector afirman que el trabajo debe empezar antes.
Vanessa Cañete, presidenta de una importante asociación empresarial, dice que el sector privado “trabaja arduamente para crear una masa de ingenieros de software.” Su organización sin fines de lucro Girls Code introduce a adolescentes en la programación y la robótica, ofreciendo capacitación y pertenencia en un campo aún dominado por hombres. Los programas de inglés de cuatro años reconocen lo obvio: si Paraguay quiere vender servicios al exterior, debe hablarle al mundo con fluidez.
Pero la calidad importa tanto como la cantidad. El riesgo está en confundir los cursos cortos con transformación. Los ecosistemas reales se construyen con aprendizaje escalonado: un club de robótica que conduce a un título técnico serio, pasantías donde los estudiantes programan software real y una cultura donde fracasar en una startup no es estigma.
Paraguay también necesita reconvertir a trabajadores en mitad de carrera. Un empleado logístico en Ciudad del Este debería poder pasar al análisis de datos sin empezar desde cero. Un país se convierte en hub tecnológico no cuando crea sus primeros empleos, sino cuando sus segundos empleos son mejores que los primeros.
Lo difícil empieza ahora
Pese a su impulso, el camino de Paraguay no será sin fricciones. Cibils lo llama “la fase de dolores de crecimiento.” Los inversionistas extranjeros a menudo enfrentan trámites excesivos y contratos que no se ajustan a estándares globales. Son problemas solucionables —dice—, pero solo si el Estado simplifica permisos y unifica portales digitales para que las empresas dejen de cargar papeles de una oficina a otra.
Luego viene el reto mayor: retener talento. Paraguay debe lograr que quedarse —o regresar— sea más gratificante que irse. Eso implica no solo mejores salarios, sino calidad de vida: barrios seguros, servicios públicos funcionales, internet veloz y una cultura vibrante.
Aun si esas piezas encajan, la apuesta por la IA y los centros de datos debe mantenerse realista. Estas instalaciones son costosas, de largo plazo y cíclicas. La ventaja de Paraguay solo se sostendrá si esos servidores están en el corazón de un ecosistema digital más amplio: fintechs, startups agro-tecnológicas, software logístico y servicios públicos digitales que los ciudadanos realmente usen.
La hidroelectricidad puede hacer más que iluminar salas de servidores: puede generar credibilidad. Cuando los registros empresariales son consultables, los reembolsos de impuestos se procesan en días y los expedientes judiciales son públicos, los inversionistas lo notan. El dividendo de un Estado digitalmente competente es la transparencia por diseño.
El premio final: soberanía
No solo en energía, sino en destino. Paraguay, sin salida al mar, a menudo se ha sentido periférico, atrapado entre sus vecinos y sus materias primas. Ahora tiene la oportunidad de escribir un guion distinto: transformar la energía limpia y la ambición juvenil en algo que ninguna geografía pueda limitar.
La visión aún está incompleta, y la audacia puede rozar el exceso. Pero la dirección es coherente: usar energía limpia y estable como imán, combinarla con capital humano y hacer que el gobierno sea parte de la solución, no del obstáculo.
Los verdaderos protagonistas no son los ministros en las conferencias de prensa, sino los creadores: las adolescentes en un taller de Girls Code depurando un robot; el ingeniero que se une a una fintech local en lugar de una firma extranjera; el fundador de una startup que consigue su primer cliente fuera del Mercosur.
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Sus decisiones silenciosas determinarán si el sueño de Paraguay de convertirse en el centro tecnológico más verde de América Latina se vuelve realidad o queda como otra promesa arrastrada por el Paraná. Por ahora, el país tiene algo que el resto del mundo envidia: un río que nunca deja de girar y una generación ansiosa por convertirlo en futuro.