Las Abejas Reinas de Chile Alzan el Vuelo como Guardianas Globales de la Polinización

Rodeado por los Andes, amurallado por el Atacama y bañado por el Pacífico, Chile se ha convertido en una isla epidemiológica para las abejas melíferas. Cada otoño, sus abejas reinas, libres de enfermedades, vuelan hacia el norte, rescatando a agricultores desde Canadá hasta Alemania mientras las pérdidas de polinizadores se disparan.
La Fortaleza Natural que Protege un Linaje Dorado
Resguardado tras cortinas de defensas naturales, Chile se ha convertido en un santuario para las abejas. Sus 4.300 kilómetros de desiertos y montañas no solo definen el paisaje: protegen los últimos linajes puros de abejas reinas del continente.
“El país sigue libre de las enfermedades que limitan el comercio en otras naciones exportadoras”, dijo José Guajardo Reyes, director del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) de Chile, en una entrevista con EFE. Detrás de su afirmación hay una minuciosa red nacional de monitoreo: cada colmena se examina antes de que una sola abeja salga del país.
Y los resultados hablan por sí solos. Las exportaciones de abejas reinas aumentaron un 52 por ciento en 2024, según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa). Canadá lidera las importaciones, seguido de cerca por Europa, donde las colonias debilitadas enfrentan inviernos brutales y poblaciones colapsadas. En abril de 2024, Chile abrió una nueva frontera: Costa Rica, donde cajas con zumbantes reinas aterrizaron por primera vez, destinadas a cafetales en flor que necesitan la labor invisible de la polinización.
Caos en el Norte, Rescate en el Sur
El auge de las abejas reinas no es solo un triunfo chileno, sino también una respuesta a una emergencia creciente en el hemisferio norte.
En Estados Unidos, los apicultores advierten que las pérdidas de colonias podrían alcanzar un asombroso 70 por ciento en 2025, lo que científicos de la Universidad Estatal de Washington han calificado como “sin precedentes” en la era moderna. Entre pesticidas, parásitos mortales como Varroa destructor y unos inviernos cada vez más erráticos, los huertos desde California hasta Quebec están desesperados por polinizadores.
Ahí entra José Tomás Valdebenito, un veterinario convertido en exportador de abejas. Una mañana a fines del verano en Villa Alemana, toma con delicadeza una reina dorada, la desliza dentro de una diminuta cápsula de plástico junto a cinco abejas nodrizas, y sella el estuche para un viaje que podría abarcar 10.000 kilómetros—hacia Vancouver, Normandía o incluso un cerezo bávaro.
“Nuestras reinas compensan las muertes invernales del norte”, dijo a EFE, agregando que envía unas 4.000 reinas al año, la mayoría de la variedad Buckfast, conocida por su temperamento dócil y su explosivo desarrollo primaveral—rasgos que los productores canadienses valoran especialmente.
Pero la ventaja chilena no se limita a la genética. También es cuestión de timing.
Las reinas se injertan en febrero y marzo, pleno verano chileno, y llegan al hemisferio norte justo cuando florecen los almendros y manzanos. Para los apicultores comerciales, esa ventaja puede significar la diferencia entre salvar un contrato o perder toda una temporada. Los efectos económicos se sienten en toda la multimillonaria industria frutícola y de frutos secos.

La Ciencia de la Pureza y la Amenaza de la Contaminación
Detrás de la serenidad de las abejas chilenas hay ciencia de vanguardia.
Andrés Vargas, genetista de la Universidad de Chile, estudia fibras musculares microscópicas y realiza análisis genéticos para verificar el linaje de cada reina. “La población chilena es casi puramente Apis mellifera ligustica y A. m. carnica,” dijo a EFE—dos subespecies europeas reconocidas por su mansedumbre y productividad.
Pero igual de importante que lo que estas reinas son… es lo que no son.
A diferencia de sus primas en gran parte de América Latina, las reinas chilenas no tienen ancestros africanizados. Este híbrido agresivo, nacido en Brasil en los años 50, se propagó hacia el norte a una velocidad feroz, desplazando cepas nativas pero complicando la gestión por su comportamiento hostil. Un estudio publicado en 2024 en Evolutionary Applications mostró que los apiarios mexicanos aún presentan una alta proporción de genética africanizada, décadas después de la invasión inicial.
Chile se salvó. Sus montañas y desiertos actuaron como centinelas, deteniendo el avance de esta ola genética y preservando linajes prehíbridos. En el panorama ecológico actual, Chile no es solo un exportador—es un arca genética viviente.
Y eso importa muchísimo. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que un tercio de los alimentos que consumimos depende de la polinización. Los riesgos ya no son locales: son globales. Cada abeja reina exportada desde Chile viaja con un certificado sanitario veterinario más detallado que muchos pasaportes de mamíferos. El SAG exige ahora trazabilidad por microchip, tratando a cada insecto como embajadora de la biodiversidad.
¿Puede la Colmena-Isla Mantener su Aislamiento?
Pero la pureza trae consigo sus propios peligros.
Con la demanda internacional en alza, algunos apicultores enfrentan la tentación de dividir en exceso sus colonias, enviando reinas mal nutridas al extranjero y dejando sin polinizar los huertos chilenos. En respuesta, la Federación Chilena de Apicultores está redactando un código ético, mientras el SAG ha lanzado inspecciones aleatorias en aeropuertos para asegurar el cumplimiento.
Las amenazas no terminan ahí. Aunque el uso de pesticidas en Chile es relativamente bajo, podría aumentar con la expansión de la agricultura extensiva. “Aislamiento no es inmunidad”, advirtió Vargas. Incluso un solo envío de cera o abejas contaminadas podría introducir enfermedades a través de las mismas barreras que han protegido a Chile.
El cambio climático es otra variable incierta. Los inviernos más cálidos ya han elevado la línea de nieve en los Andes, alterando el ritmo de floración de las plantas que las abejas necesitan. Investigadores del Centro de Ciencia del Clima en Valparaíso estudian si el estrés hídrico en los eucaliptos podría reducir la disponibilidad de néctar durante la temporada de cría de reinas a fines del verano. Su conclusión preliminar: la diversidad es clave. Árboles nativos como el quillay y el ulmo podrían amortiguar a las colmenas frente al clima errático, y los conservacionistas piden reforestaciones para proteger esa frágil red floral.
Así, cada reina que Valdebenito prepara es más que un envío—es una apuesta, una promesa, una advertencia. En 48 horas, su cápsula puede aterrizar en un invernadero en Columbia Británica o instalarse en un huerto de Normandía. Allí, su descendencia lanzará una dinastía de hasta 60.000 abejas—cada una una diminuta obrera en la cadena global de suministro de alimentos, cada una un testimonio de la perfección silenciosa de su tierra natal en el sur.
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Y sin embargo, incluso mientras Chile experimenta con la criopreservación de semen de zángano y busca genomas resistentes a virus, el corazón del negocio sigue siendo asombrosamente analógico: las manos firmes de un apicultor, una reina dorada y serena, y el sueño de una isla que permanezca pura solo un poco más—mientras el resto del mundo olvida cómo lucen las abejas sanas.