Los agricultores colombianos y el dilema de la coca de nada para reemplazar la cosecha
Mientras el Programa Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos de Colombia se estanca, los agricultores en dificultades se ven cada vez más tentados a volver al cultivo de coca. Con el aumento de la demanda mundial de cocaína, la pregunta sigue siendo: ¿qué puede reemplazar a la coca para las comunidades rurales de Colombia?
La lucha para reducir el cultivo de coca y hacer la transición de los agricultores a cultivos alternativos ha sido una batalla larga y complicada en Colombia. El Programa Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS), lanzado como parte del tratado de paz de 2016 entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), tenía como objetivo proporcionar una vía sostenible para salir del cultivo de coca para decenas de miles de agricultores rurales. Sin embargo, como informó recientemente The Guardian, este ambicioso programa ha enfrentado desafíos significativos, dejando a muchos agricultores desilusionados y tentados a regresar al cultivo lucrativo pero ilegal.
Este artículo profundiza en las luchas actuales de los agricultores colombianos como José Gregorio Rojas, quien abandonó el cultivo de coca solo para lidiar con el apoyo gubernamental inadecuado y las duras realidades económicas de la agricultura alternativa. También explora el contexto histórico del cultivo de coca en Colombia, las tentaciones económicas persistentes y las implicaciones más amplias de estos desafíos a escala global.
Una promesa estancada
El Programa Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos fue uno de los componentes críticos del tratado de paz de Colombia de 2016. Su objetivo era reducir el arraigado cultivo de coca en el país. El programa ofrecía a los agricultores incentivos financieros para reemplazar sus cultivos de coca con productos agrícolas alternativos y promesas de asistencia técnica y mejoras de infraestructura para apoyar estas nuevas empresas.
Sin embargo, como destacan los informes recientes de The Guardian, la realidad para muchos agricultores ha estado muy lejos de las promesas del programa. José Gregorio Rojas, un ex agricultor de coca que se unió al programa con la esperanza de un futuro mejor, luchó para llegar a fin de mes ya que el apoyo gubernamental prometido no se materializó. “Si el gobierno hubiera cumplido [con el acuerdo], ahora estaría bien organizado”, lamentó Rojas, haciéndose eco de las frustraciones de muchos otros que se sienten abandonados por el Estado.
El programa PNIS se ha visto plagado de retrasos y falta de financiación, en particular durante el gobierno del presidente derechista Iván Duque, que redujo significativamente el presupuesto del programa. Esta falta de apoyo ha dejado a muchos agricultores en una posición precaria, sin muchas opciones más que considerar volver al cultivo de coca. El atractivo de la coca es simple: es un cultivo que garantiza compradores y genera mayores ingresos que la mayoría de las alternativas legales.
Cultivo de coca y conflicto armado en Colombia
El cultivo de coca tiene raíces profundas en las regiones rurales de Colombia, en particular en áreas como Caquetá y Putumayo, donde décadas de conflicto armado han dejado a las comunidades aisladas y empobrecidas. La planta, que se procesa para obtener cocaína, se convirtió en un sustento para muchos agricultores durante el apogeo de la guerra civil colombiana, proporcionando un ingreso estable en regiones donde la presencia del gobierno era mínima y las oportunidades económicas alternativas eran escasas.
Durante el conflicto, los grupos armados, incluidas las FARC, controlaron grandes franjas de las zonas rurales de Colombia, donde gravaban y regulaban el comercio de la coca. Para muchos agricultores, la coca no era solo un cultivo sino un medio de supervivencia en un entorno violento e incierto. El tratado de paz de 2016 buscó cambiar esta dinámica al ofrecer a los agricultores una salida a la economía de la coca. Sin embargo, el arraigo histórico del cultivo de la coca ha hecho que esta transición sea extremadamente complicada.
Las entrevistas de The Guardian a investigadores como Estefanía Ciro destacan que la persistencia del cultivo de coca está estrechamente vinculada a problemas más amplios de pobreza rural y subdesarrollo. “Los cultivadores de coca son personas a quienes no se les garantizan derechos básicos, como la salud, la vivienda o la educación”, explica Ciro. Esta falta de servicios esenciales, combinada con la violencia constante y la poderosa presencia de grupos armados, sigue haciendo de la coca una opción atractiva, aunque peligrosa, para muchos.
Realidades económicas para los agricultores rurales
A pesar de los riesgos asociados con el cultivo de coca, incluida la violencia potencial y las repercusiones legales, la realidad económica para muchos agricultores colombianos hace que sea difícil resistirse. A medida que la demanda mundial de cocaína continúa aumentando, también lo hace el precio de la coca, ofreciendo una alternativa tentadora para quienes luchan por sobrevivir con ingresos marginales provenientes de cultivos legales.
Agricultores como Rojas y Fernando Liscano, que han tratado de hacer la transición a la agricultura alternativa, a menudo descubren que los rendimientos financieros no se comparan con los de la coca. “Renuncié a un ingreso que generaba 3 millones o 4 millones de pesos colombianos [£580-£775] cada dos meses”, dice Liscano, destacando los desafíos económicos de reemplazar la coca con otros cultivos como la leche o las frutas.
The Guardian informa que muchos agricultores han encontrado obstáculos significativos en el programa de sustitución de cultivos, incluidos retrasos en los pagos, asistencia técnica insuficiente y costos prohibitivos para el equipo agrícola necesario. La falta de infraestructura, como carreteras para transportar productos al mercado, empeora aún más estos desafíos, dejando a los agricultores aislados y sin opciones de venta viables.
Como resultado, muchos ex cultivadores de coca se enfrentan a una difícil elección: seguir luchando con cultivos legales que apenas sustentan a sus familias o volver al cultivo de coca, donde los compradores están garantizados y los ingresos son significativamente mayores. Esta tentación es poderosa en regiones como Caquetá, donde las oportunidades económicas alternativas son muy escasas.
Desafíos gubernamentales e impactos globales
Las luchas actuales del programa de sustitución de cultivos de Colombia plantean serias preguntas sobre el futuro del cultivo de coca en el país. A pesar de los esfuerzos por reducir la producción de coca, la cantidad de tierra dedicada al cultivo de coca ha aumentado desde la firma del tratado de paz, de 146.000 hectáreas en 2016 a 230.000 hectáreas en 2022, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
La actual administración del gobierno colombiano, encabezada por el presidente Gustavo Petro, enfrenta desafíos importantes para abordar esta cuestión. Aunque el gobierno se ha comprometido a revitalizar el programa de sustitución de cultivos y a brindar un mejor apoyo a los agricultores, el plazo para alcanzar estas metas es corto, ya que sólo queda un año y medio de mandato de Petro.
Gloria Miranda, directora del programa PNIS, ha reconocido las dificultades para implementarlo, pero sigue siendo optimista sobre su potencial. El gobierno planea industrializar el campo, creando nuevos empleos y oportunidades de ingresos y eliminando a los operadores privados acusados de corrupción. Sin embargo, como informa The Guardian, muchos agricultores siguen siendo escépticos sobre la capacidad del gobierno para cumplir estas promesas, dada la problemática historia del programa.
Más allá de Colombia, la persistencia del cultivo de coca tiene implicaciones más amplias para el comercio mundial de drogas. A medida que aumenta el consumo de cocaína en todo el mundo, también lo hace la demanda de coca, lo que alimenta la violencia y la inestabilidad en las regiones productoras de coca. Ciro y otros expertos sostienen que se necesita un enfoque innovador para la política de drogas, que considere la legalización y la regulación de la producción de coca y de cocaína como una forma de reducir los daños asociados con el comercio ilegal de drogas.
Sin embargo, para los agricultores como Rojas, estos debates más amplios sobre políticas ofrecen poco consuelo en medio de las presiones económicas inmediatas. “Si los precios de la coca se recuperan y la gente ve que no puede sobrevivir, créanme, volverán al negocio”, advierte Rojas, subrayando el desafío central de encontrar alternativas sostenibles al cultivo de coca. Sin una inversión significativa en desarrollo rural, infraestructura y opciones económicas viables, la tentación de la coca seguirá siendo fuerte para los agricultores colombianos en dificultades.
La lucha por reemplazar el cultivo de coca en Colombia es un símbolo de los desafíos más amplios del país en su era posterior al conflicto. Si bien tiene buenas intenciones, el Programa Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos ha tenido dificultades para cumplir sus promesas, lo que ha dejado a muchos agricultores desilusionados y tentados a volver a la coca. Como destaca el informe de The Guardian, las realidades económicas de la Colombia rural hacen que la coca sea un cultivo atractivo a pesar de los riesgos.
Para romper este ciclo, el gobierno colombiano debe abordar las causas fundamentales del cultivo de coca (pobreza, subdesarrollo y falta de infraestructura) y brindar alternativas naturales y sostenibles para los agricultores rurales. Sin estos cambios, el sueño de una Colombia libre de coca seguirá siendo difícil de alcanzar, y el tráfico mundial de drogas seguirá alimentando la violencia y la inestabilidad en la región.
A medida que Colombia avanza, las lecciones del pasado deben guiar sus esfuerzos por crear un futuro más justo y próspero para todos sus ciudadanos, en particular los de las comunidades rurales que han soportado la mayor parte del prolongado conflicto del país. Solo abordando los problemas subyacentes podrá Colombia tener la esperanza de romper el ciclo del cultivo de coca y construir una paz duradera.