ECONOMÍA

Mientras el mundo se vuelve verde, el Desierto de Atacama en Chile ve desaparecer su agua… y su futuro

En el Desierto de Atacama, en Chile, el litio impulsa la transición verde del planeta, pero a un costo cada vez mayor. A medida que las piscinas de evaporación se expanden y los manantiales colapsan, pastores, biólogos y líderes indígenas temen que la tierra que aman esté siendo entregada—gota a gota—por el futuro de otros.

Cuando un humedal se convierte en recuerdo

En el pueblo altiplánico de Peine, Raquel Celina Rodríguez camina sobre una tierra resquebrajada que alguna vez conoció como pradera. Hace una generación, la Vega de Peine rebosaba de pasto tan espeso que “no se veían las llamas”, contó a periodistas de la BBC. Hoy, esos mismos pastizales yacen bajo remolinos de polvo.

El cambio comenzó lentamente—menos lluvias y temporadas húmedas más cortas. Pero los locales dicen que la verdadera ruptura llegó con la llegada de las empresas de litio. La salmuera extraída de los acuíferos subterráneos alimenta enormes piscinas de evaporación, que brillan en tonos azules y verdes, prometiendo alimentar autos eléctricos y baterías solares en todo el mundo.

Chile alberga una de las mayores reservas de litio del planeta, bajo el Salar de Atacama. A medida que la demanda mundial se disparó—más del doble en tres años—Chile, el segundo mayor productor del mundo, prometió aumentar la producción en un 70% para 2030.

Pero ese crecimiento tiene un costo. “Ellos beben las últimas gotas”, dijo Rodríguez. Ahora pastorea un rebaño más pequeño entre matas de pasto amarillo y sumideros donde antes brotaban manantiales.

El Atacama está cambiando: de un paisaje productivo a una advertencia viviente.

Los flamencos desaparecen mientras el desierto retrocede

En la Reserva Nacional Los Flamencos, la bióloga Faviola González observa los cambios con una libreta en mano—y una creciente preocupación. Durante dos décadas, ha monitoreado la reproducción de flamencos en las lagunas menguantes del área.

“El agua está desapareciendo”, dijo. “Y cuando se va, todo lo demás también”.

Los flamencos no son solo símbolos—son centinelas ecológicos. Se alimentan de pequeños invertebrados y algas, y son sensibles al aumento de salinidad. A medida que la extracción de litio reduce los niveles freáticos, esas fuentes de alimento desaparecen. En 2021, una breve pausa en la extracción permitió el nacimiento de los primeros polluelos en 14 años—un momento que González llama “una advertencia disfrazada de esperanza”.

Para el pueblo lickanantay, los flamencos son sagrados, conocidos como “los guardianes rosados del agua”. Cuando no nacen polluelos, los ancianos dicen que se ha roto el equilibrio.

González ha documentado otras pérdidas: algarrobos que mueren, vicuñas que se alimentan cada vez más lejos de sus hogares, e incluso zorros andinos que merodean por los pueblos, desorientados por una red alimentaria alterada por la sequía.

“La lluvia no ha cambiado”, dijo. “Pero la extracción de salmuera sí. Y ahora todo lo demás la sigue”.

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Tecnología prometida, confianza ausente

Las empresas mineras dicen que escuchan las preocupaciones. SQM, uno de los actores más prominentes del sector, junto con Codelco, obtuvo recientemente aprobación para extraer 2,5 millones de toneladas métricas de litio anualmente hasta 2060. Prometen hacerlo de forma más limpia.

En Antofagasta, el jefe de sostenibilidad de SQM, Valentín Barrera, mostró a reporteros de la BBC una planta piloto que prueba la extracción directa de litio. Este método podría reducir a la mitad la pérdida de agua para 2031, al reinyectar la salmuera al subsuelo.

“Podemos aumentar la producción y reducir el impacto”, dijo Barrera. “Entendemos lo que está en juego”.

Pero en Peine, líderes como Sergio Cubillos no están convencidos.

“Las decisiones se toman en Santiago”, dijo Cubillos. “Muy lejos de la sed”.

Peine ya ha tenido que reemplazar sus sistemas de agua y energía eléctrica para enfrentar la escasez. Los locales dicen que no se les consultó sobre los nuevos métodos de extracción—solo se les informó.

Incluso con promesas de mayores regalías y “diálogo continuo”, la confianza se está agotando.

Sara Plaza, otra pastora, se emociona al hablar sobre los sacrificios: “Las empresas nos dan algo de dinero, sí. Pero cambiaría cada peso por volver a beber del manantial de antes”.

Para ellas, la nueva tecnología puede ser un milagro—o solo otro experimento en una tierra demasiado frágil para sobrevivir a otro error.

Una revolución verde con un costo gris

Desde Washington hasta Bruselas, el litio es celebrado como un salvador climático—componente crucial para reducir las emisiones globales de carbono. La Agencia Internacional de Energía predice que la demanda de litio alcanzará las 900,000 toneladas para 2040, impulsada principalmente por el crecimiento de los vehículos eléctricos.

Pero, ¿qué pasa cuando la cura daña al paciente?

Karen Smith Stegen, politóloga alemana, dijo a la BBC que, aunque la extracción de litio ofrece beneficios ambientales en teoría, su impacto real depende de la comunidad que toca. “Cada mina conlleva riesgos”, afirmó. “Y las empresas deben demostrar que no están dejando a la gente seca”.

De vuelta en Santiago, el consultor Daniel Jiménez calificó algunas preocupaciones ambientales como “exageradas”, sugiriendo que las comunidades las amplifican para obtener compensaciones. Sin embargo, incluso él admite que los empleos y regalías rara vez compensan la pérdida cultural.

“Las viviendas se encarecen. Los pastizales se reducen. Las aves sagradas desaparecen”, dijo Stegen. “Eso no es solo ciencia. Es duelo”.

González, la bióloga, siente el peso de esa contradicción. “Nuestra huella de carbono es diminuta”, dijo. “Pero se llevan nuestra agua”.

Ella apoya la energía renovable. Entiende la urgencia. Pero se pregunta por qué su rincón del desierto debe cargar con el peso de las emisiones de otro lugar del mundo.

De vuelta en Peine, Rodríguez observa una llanura que antes tenía arroyos animados. “Tal vez la minería termine cuando se acabe el litio”, dice. “Pero ¿qué quedará para nuestros nietos?”

Nadie en Santiago ni en Bruselas le ha respondido aún. Las bombas siguen funcionando, las piscinas siguen brillando, y los nidos de flamenco siguen vacíos.

El litio de Chile está ayudando al mundo a avanzar hacia autos eléctricos, redes más verdes y metas climáticas.

Pero en el Salar de Atacama, el costo se graba en la propia tierra—medido no solo en litros perdidos, sino en recuerdos que ya no se pueden revivir.

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Créditos: Basado en reportajes de la BBC y entrevistas con Raquel Celina Rodríguez, Faviola González, Sergio Cubillos, Sara Plaza y Karen Smith Stegen; proyecciones económicas de la Agencia Internacional de Energía; contexto ambiental de la Reserva Nacional Los Flamencos y el Ministerio de Minería de Chile.

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