ECONOMÍA

Preocupaciones por la gripe aviar en la agricultura intensiva: los desafíos de bioseguridad de América Latina

Los recientes casos humanos de gripe aviar entre trabajadores agrícolas estadounidenses han hecho sonar una llamada de atención, generando preocupaciones urgentes sobre la seguridad microbiológica de la agricultura intensiva. Un estudio de la Universidad de Exeter, realizado con carácter de urgencia, explora los factores sociales y económicos pasados ​​por alto con importantes implicaciones para América Latina.

Informes recientes de casos humanos de gripe aviar entre trabajadores de operaciones agrícolas intensivas en los Estados Unidos han despertado preocupaciones sobre la seguridad microbiológica de estas instalaciones. Para abordar estos temores, la Universidad de Exeter en el Reino Unido ha publicado un estudio en la revista Royal Society Open Science. El estudio destaca factores sociales y económicos que a menudo se pasan por alto en las evaluaciones tradicionales, con implicaciones significativas para los países latinoamericanos profundamente involucrados en la agricultura intensiva.

Los hallazgos del estudio de la Universidad de Exeter plantean nuevas preocupaciones sobre la posibilidad de que la gripe aviar se propague a través de diversos canales, incluida la leche cruda de vacas infectadas. Como explica el investigador Steve Hinchliffe, la pandemia de COVID-19 ha renovado el interés por los virus zoonóticos, enfermedades infecciosas que saltan de los animales a los humanos. Si bien la transmisión de patógenos depende de diversos factores, tradicionalmente se han considerado las características microbiológicas, ecológicas y veterinarias como las más influyentes.

Con sus vastos y diversos sectores agrícolas, América Latina no es inmune a estos desafíos. Países como Brasil, Argentina y México desempeñan papeles importantes en la producción mundial de alimentos y la seguridad de sus prácticas agrícolas intensivas es crucial. La ganadería intensiva suele ser más segura que otros tipos de cría de animales porque separa el ganado de los animales salvajes que pueden ser reservorios de virus, eliminando así el riesgo de cambio de especie y transmisión. Sin embargo, Hinchliffe y su equipo sostienen que esta visión está sesgada porque necesita tener en cuenta las condiciones de bioseguridad del mundo real en las granjas intensivas. “Los edificios y las vallas pueden sufrir daños, pueden infiltrarse animales salvajes como ratas y pájaros y los trabajadores se desplazan. Siempre ocurren accidentes”, señala Hinchliffe.

El estudio también destaca el preocupante potencial del virus de la gripe aviar H5N1 de transmitirse entre mamíferos a través de la leche y, a veces, por el aire. Las autoridades aclaran que el riesgo para la población general sigue siendo bajo, pero los hallazgos subrayan la necesidad de medidas sólidas de bioseguridad.

Factores sociales y económicos en la bioseguridad latinoamericana

Al reconocer los sesgos en evaluaciones anteriores, el equipo de Exeter realizó un nuevo análisis que incluyó factores sociales, económicos y políticos, revelando un panorama más preocupante. Tanto la ganadería como la agricultura alteran el paisaje y degradan el medio ambiente, dando lugar a la aparición de nuevas enfermedades infecciosas. Cumplir con las normas de bioseguridad es costoso y su cumplimiento no es uniforme en todo el mundo debido a los diferentes contextos.

Se necesitan soluciones adaptadas en América Latina, donde existen diversos climas y condiciones económicas. Por ejemplo, en las regiones tropicales, las estrategias deben abordar la bioseguridad y la prevención del sobrecalentamiento de los animales. De manera similar, en países con infraestructura agrícola más antigua, las inversiones en modernización y mantenimiento son fundamentales. “El resultado”, señalan los autores, “es un entorno que no está nada biocontenido”.

El estudio señala además que los vínculos entre las autoridades nacionales y las empresas alimentarias impactan negativamente en la seguridad de la ganadería intensiva debido a la dificultad de “disociar intereses”. El coautor Kin Wing (Ray) Chan enfatiza: “Aumentar la bioseguridad, la estandarización y la eficiencia no es la solución para lograr un ambiente libre de enfermedades. Debemos reconsiderar las implicaciones socioculturales de la intensificación de la producción animal de granja en la salud planetaria y la sostenibilidad ambiental. y bienestar animal.”

Las implicaciones globales y el papel de América Latina

Las cuestiones destacadas en el estudio tienen implicaciones globales. Con los extensos sectores agrícolas de América Latina, el papel de la región en la propagación de enfermedades zoonóticas está bajo escrutinio. A medida que los países latinoamericanos se involucran cada vez más en la agricultura intensiva para satisfacer las demandas mundiales de alimentos, es crucial comprender y mitigar los riesgos asociados con estas prácticas.

Países como Brasil y Argentina, importantes exportadores de ganado y productos agrícolas, deben garantizar la bioseguridad en la agricultura intensiva para proteger la salud nacional e internacional. Las lecciones del estudio de la Universidad de Exeter se pueden aplicar para mejorar las prácticas en América Latina, asegurando que la región contribuya a la seguridad alimentaria mundial sin comprometer los estándares de salud.

La inclusión de casos de gripe aviar entre trabajadores humanos en granjas intensivas subraya la necesidad urgente de reevaluar la seguridad de estas instalaciones. El estudio de la Universidad de Exeter destaca la importancia de considerar factores sociales, económicos y políticos al evaluar los riesgos de bioseguridad. Para América Latina, esto significa desarrollar soluciones que se adapten a las prácticas y desafíos agrícolas únicos de la región.

Esfuerzos colaborativos en América Latina

El camino hacia una agricultura intensiva más segura y sostenible no está exento de desafíos, pero es un viaje que promete cambios significativos. Los gobiernos, las partes interesadas de la industria, los investigadores y las comunidades deben trabajar juntos para abordar los desafíos multifacéticos identificados en el estudio de la Universidad de Exeter. Para ser efectivas, las políticas y regulaciones deben basarse en evidencia científica y adaptarse a los contextos locales.

La cooperación regional no es sólo una sugerencia, es una necesidad que puede mejorar significativamente los estándares de bioseguridad en América Latina. Los países pueden compartir mejores prácticas, realizar investigaciones conjuntas y desarrollar regulaciones armonizadas para prevenir la propagación de enfermedades zoonóticas. Al trabajar juntas, las naciones latinoamericanas pueden fortalecer su capacidad colectiva para gestionar los riesgos de bioseguridad y contribuir a la seguridad sanitaria mundial.

La comunidad internacional también tiene un papel que desempeñar en el apoyo a estos esfuerzos. Organizaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) pueden proporcionar asistencia técnica, financiación y experiencia para ayudar a los países a implementar medidas de bioseguridad eficaces. Además, las asociaciones e iniciativas globales pueden facilitar el intercambio de conocimientos y la innovación en prácticas agrícolas intensivas.

La inclusión de casos de gripe aviar entre trabajadores humanos en granjas intensivas ha subrayado la urgente necesidad de reevaluar la seguridad de estas instalaciones. El estudio de la Universidad de Exeter destaca la importancia de considerar factores sociales, económicos y políticos al evaluar los riesgos de bioseguridad. Para América Latina, esto significa desarrollar soluciones específicas para cada contexto que aborden los desafíos únicos de las prácticas agrícolas de la región.

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Mientras el mundo se enfrenta a la amenaza constante de las enfermedades zoonóticas, los esfuerzos de colaboración son esenciales para crear sistemas agrícolas intensivos más seguros y sostenibles. Al integrar el conocimiento científico, la experiencia local y la cooperación internacional, podemos construir un futuro en el que la agricultura intensiva contribuya a la seguridad alimentaria mundial sin comprometer los estándares sanitarios.

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