ECONOMÍA

Revolución de la Permacultura en Costa Rica Convierte los Desechos en Agua y Riqueza

En las colinas de Monteverde, una reserva de 17 hectáreas está transformando el sol, la lluvia, el viento y la tierra en aliados en lugar de obstáculos. A través de la permacultura, los habitantes demuestran que la escasez puede rediseñarse y que la resiliencia comienza escuchando a la tierra.

Diseñar con la Naturaleza, No Contra Ella

Si le preguntas a la guía de permacultura Cris Rojas qué significa este movimiento, empieza hablando de relaciones, no de herramientas. “Es un método de diseño paisajístico y ecológico nacido de la cultura”, dijo a EFE, “donde trabajamos con los recursos naturales, no contra ellos”.

En la práctica, significa prestar una atención radical al lugar: observar dónde golpea el sol en una ladera en julio, por dónde se canaliza el viento en un barranco, cómo la arcilla retiene el agua en la estación lluviosa y cómo se agrieta en la seca. A partir de esas observaciones, se planifican huertos, bancales, senderos y cisternas. “Si tengo mucho sol en una zona y sé cómo se comporta en el terreno, puedo usar esa energía para producir alimentos”, explicó Rojas. “Es una gran solución para un paisaje productivo”.

La filosofía refleja el marco de David Holmgren, cofundador australiano: doce principios que incluyen observar e interactuar, captar y almacenar energía, obtener un rendimiento, evitar el desperdicio, favorecer soluciones pequeñas y lentas, y responder creativamente al cambio. En Monteverde, esas palabras no están colgadas en una pared de aula: están grabadas en la tierra que se pisa.

Un Laboratorio Vivo en Monteverde

En la Reserva Natural Valle Escondido, la hospitalidad es la invitación y la educación es el pulso. Los visitantes recorren senderos serpenteantes junto a invernaderos compactos construidos con neumáticos de camión reutilizados, donde lechugas y hierbas prosperan con la brisa de montaña. “Usamos agua de lluvia recolectada de los edificios por gravedad para ayudar a fertilizar las plantas que crecen en el área”, dijo Rojas a EFE. Las canaletas alimentan cisternas; las cisternas alimentan riego por goteo; el goteo alimenta raíces. El ciclo es literal.

Las aguas grises tienen una segunda vida, filtradas y dirigidas para irrigar jardines aromáticos. “Nos permite ahorrar una cantidad increíble de agua y recursos”, señaló Rojas. En un país donde la estación seca se alarga y los extremos climáticos se intensifican, esto es más que ahorro: es resiliencia.

El vínculo de la granja a la mesa se mantiene corto. “Estamos libres de pesticidas, herbicidas y fungicidas, y lo ofrecemos en nuestro restaurante orgánico”, comentó Rojas. Los huéspedes degustan tomates y hojas verdes que nunca vieron un camión ni un almacén. Cada bocado lleva una decisión: cadenas de suministro cortas, suelo limpio, ciclos cerrados.

Ciclos Cerrados, Mentes Abiertas

La permacultura prospera con los ciclos: el arte de convertir un problema en la solución de otro. Valle Escondido utiliza larvas de mosca soldado negra para digerir desechos orgánicos, especialmente estiércol de pollo. Lo que podría pudrirse en un vertedero se convierte en compost rico en nutrientes en cuestión de días, alimentando los huertos que alimentan al restaurante que alimenta a los visitantes. El desecho se convierte en sustento, y el ciclo se cierra de nuevo.

Las soluciones pequeñas y lentas, otro de los principios de Holmgren, guían cada rincón. Los “Tubos Jonah”, construidos con materiales reciclados, son tanto un aula como una fuente de alimento. Los bancales se alinean con hábitats de polinizadores, los senderos siguen las curvas del terreno en lugar de cortarlas, y los árboles de sombra protegen tanto a frijoles como a aves. Incluso los errores son maestros: muestran cuánto acolchar, hasta dónde viaja el agua, cuándo dejar descansar la tierra.

Costa Rica está particularmente preparada para este experimento. Décadas de políticas ambientales han dejado un músculo cultural para la conservación, y la riqueza natural de Monteverde ofrece un terreno fértil. Rojas ve la permacultura no solo como una novedad local, sino como una estrategia nacional, una que permite a las comunidades rurales ganarse la vida sin degradar sus paisajes. “Es una forma de entrelazar las dos cosas”, dijo.

De Método Agrícola a Ética Cotidiana

Para Rojas, la permacultura no se limita a los huertos. “Tenemos que ampliar el concepto”, dijo a EFE. “No lo vean solo como un método de diseño, sino como un estilo de vida… cuidar la tierra, cuidar a las personas, comprar orgánico, reducir los desechos que generamos—pequeños pasos”.

Esa ética pide a los habitantes urbanos que piensen como jardineros y a los jardineros que piensen como hidrólogos. Pide a los chefs que sean agrónomos y a los hoteleros que sean compostadores. Invita a los visitantes a notar sus mañanas como paisajes: qué necesita más sombra, qué más luz, cómo almacenar la luz del día que se les ha dado.

Una taza de café en Valle Escondido—un grano cultivado sin químicos, regado con lluvia, cubierto con cáscaras de cocina de ayer—se convierte en algo más que desayuno. Se convierte en un plano de cómo las elecciones cotidianas tienen peso ecológico.

La revolución aquí es silenciosa: una válvula que se abre, un barril que se llena, una plántula que echa raíz. Pero lo que está en juego suena fuerte. Cada litro de lluvia captado es uno menos bombeado con electricidad; cada kilo de desecho compostado es uno menos calentando la atmósfera; cada visitante que se va con nuevos hábitos es otro nodo en una red en expansión.

Costa Rica no inventó trabajar con la naturaleza, pero tiene el don de convertir buenas ideas en instituciones y paisajes. En el Valle Escondido de Monteverde, la filosofía se vuelve tangible: la permacultura es una comida, un sendero, una práctica que se puede llevar a casa.

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Y a medida que veranos más calurosos y sequías más largas ponen a prueba la región, esa ética—trabajar con la naturaleza, no contra ella—puede ser la exportación más crucial que Costa Rica pueda ofrecer.

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