¿Tendrán los jóvenes latinos pensión cuando envejezcan?
El debate siempre permanece abierto cuando se habla sobre pensiones. Una buena cantidad de jóvenes consideran este ahorro para la vejez como una ilusión debido a que cada vez más aumenta la edad de jubilación, de semanas cotizadas y el envejecimiento poblacional, lo que impediría una buena mesada estable en la última etapa de sus vidas.
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LatinAmerican Post | David García Pedraza
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La pensión es vista como un privilegio en América Latina, no todas las personas pueden tener una mesada digna en la vejez debido a que el trabajo informal es muy elevado en los países latinos. Con los gastos diarios y las deudas desmedidas, los trabajadores informales no consideran importante aportar a la seguridad social por lo que se ven en la necesidad de seguir trabajando en la vejez con el temor de no poder continuar con sus actividades por problemas de salud y negarse a tener una buena jubilación.
Los jóvenes latinoamericanos entienden la importancia de tener una pensión, y para lograr esto, el empleo formal es la manera segura de obtenerla, sin embargo, con varias reformas pensionales en donde se aumenta la edad de pensión y las semanas cotizadas ven lejana la aspiración a poder disfrutar de los ahorros hechos durante la vida laboral, sumando la crisis financiera y el arduo trabajo para obtener patrimonio, como automóviles y una casa propia.
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A pesar de estos factores, varios jóvenes siguen aportando a su seguridad social por ley, tanto en regímenes privados como públicos, aunque la pregunta de ¿Alguna vez lograre ver mi pensión? Es una constante en las conversaciones de la población joven y adulta joven.
Las grandes pensiones y la edad como factores de incredulidad
Uno de los principales temas a la hora de hablar de las pensiones es el monto que van a recibir los individuos. Cada país tiene autonomía en decidir su porcentaje. Por ejemplo, en Colombia, quienes están en el régimen público, reciben mensualmente el 70% del sueldo que recibían mientras trabajaban, realizando una media de sus salarios durante los diez años previos a su jubilación.
No obstante, las ‘mega-pensiones’ están siendo un problema latente en la sociedad debido a que, si una persona ganaba 20 millones de pesos al mes, por ley debería recibir 14 millones como pensión, sin embargo no existen trabajadores que mes a mes abonen esa cantidad, por lo que comienza un desfalco en la ecuación pensional.
Otro factor que comienza a ser visible en la región es el alza en la tasa de longevidad en las sociedades. Día a día en la población hay más gente adulta de la que solía haber antes, por lo que, la balanza se está desestabilizando entre vejez, adultez y adultez joven, lo que conlleva a un grave problema de financiamiento a las pensiones de los más longevos. Si no hay juventud que aporte a la pensión, no habrá pensionados en el futuro cercano.
Según el Banco Mundial, para 2050 se espera que las personas mayores de 65 años serán el doble de lo que es hoy en día en América Latina, por ende habrá menos personas en edad de trabajar y difícilmente con este panorama se atrevan a cotizar una pensión. Por su parte el Banco Interamericano de Desarrollo ha estimado que países como Chile, Colombia, Brasil y Uruguay se podrían comparar con Alemania y Japón para el 2050 en donde los adultos mayores alcanzan el 30% de la población, y en países como Guatemala y Bolivia las personas mayores de 60 años representarían el 15% de los pobladores.
Una pequeña mirada a las exigencias pensionales en América Latina
Los países, en su libertad de gobernabilidad, cuentan con sistemas pensionales distintos, aunque todos están dirigidos a asegurar una vejez digna y tranquila.
La edad es una de las variables en cada una de las naciones del continente. Por ejemplo, Paraguay ha establecido que tanto hombres como mujeres se pensionan a la edad de 60 años y como mínimo cumpliendo con 25 años de cotización. Por su parte Venezuela es el país donde las personas logran su jubilación más rápido al cumplir 55 años las mujeres y 60 los hombres, ambos géneros deben cumplir con mínimo 15 años de cotización.
Al otro lado de la balanza, donde más se demora llegar a obtener una jubilación están Argentina y Brasil, siendo en ambos países la edad mínima de jubilación 60 para las mujeres y 65 para los hombres, sin embargo, en Brasil se exigen mínimo 15 años de cotización, mientras en Argentina son 30, para ambos géneros.
Si bien hay un común denominador en las edades de pensión en América Latina, el aumento de la esperanza de vida ha hecho que varias naciones lleven a debate la edad propicia para pensionarse, y este pequeño malestar ha hecho que el Convenio Multilateral Interamericano de Seguridad Social discuta cada vez más sobre este tema. El fin de este convenio, del cual hacen parte 15 países, es permitir que cualquier individuo, que pertenezca a las naciones adscritas, pueda acceder a su pensión en el país que guste hacerlo.
Nuevas discusiones en Latam.
Recientemente El Salvador aprobó una propuesta pensional en donde se aumentará el monto de la pensión en un 30%, se prohibirá el retiro anticipado de la misma, y, el artículo que más ha causado polémica, el gobierno podrá acceder a estos ahorros sin límite, lo que le da derecho a destinar estos dineros a lo que se considere necesario y urgente por medio de mandato presidencial.
Con esta reforma se cae la promesa que el gobierno había hecho de garantizar una pensión mínima de $400 dólares que finalmente quedó en poco más de 304 dólares.
También, un caso que toma curiosidad en la región, ha sido la reforma que plantea Gustavo Petro en Colombia, en donde, con la afirmación de que tres millones de adultos mayores están en la calle porque no pudieron cotizar una pensión en su momento, el sistema entre regímenes públicos y privados debe complementarse ya que, finalmente, el único régimen que asegura una mesada cada 30 días es el público, y es donde menos están los jóvenes. Y por otra parte, cuando se cumple con la edad de jubilación, los fondos privados ponen trabas para que el individuo pueda obtener sus ahorros.
Las pensiones son el método para obtener una vejez digna, aunque a costa de una adultez que se aproxima a la ruina.