ECONOMÍA

Venezuela enfrenta turbulencias en las tasas de cambio: La historia del dólar, el bolívar y el caos

Venezuela muestra un sistema monetario roto. El valor oficial del dólar estadounidense y su valor en el mercado abierto son muy diferentes. Esta diferencia afecta los precios y los salarios. Por ello, las personas y las empresas deben lidiar con una constante incertidumbre mientras buscan estabilidad.

Dos monedas, dos precios

Imagina una pequeña tienda en Caracas. Un cable para celular cuesta 25 dólares. Una persona que paga en bolívares termina pagando el equivalente a 32 dólares. En otra parte de la ciudad, un par de jeans nuevos se venden por 25 dólares, pero el precio sube a 28 si se pagan en bolívares. Esta variación no proviene solo de fuerzas normales del mercado ni de ofertas temporales. Refleja la dualidad arraigada del sistema monetario venezolano, donde la moneda nacional coexiste con dificultad junto a monedas extranjeras.

El bolívar es la moneda de curso legal en Venezuela. Sin embargo, después de años de hiperinflación —especialmente intensa entre 2017 y 2021— muchos ciudadanos y empresas fijan precios en dólares estadounidenses o, en menor medida, en euros. El Banco Central de Venezuela (BCV) controla una tasa de cambio oficial, que cerró un viernes en 72,18 bolívares por dólar. La tasa de cambio no oficial, o “mercado negro”, era de 97,40 bolívares por dólar. Esta brecha de más de 25 bolívares afecta de forma evidente actividades diarias como comprar comida o adquirir productos electrónicos.

La tensión entre estas tasas alimenta la incertidumbre, según explicó el economista y profesor universitario Jesús Palacios, de la firma Ecoanalítica, en una entrevista con EFE. Palacios señala que esta diferencia “crea mucho ruido” para consumidores y comerciantes, provocando “distorsiones por todos lados”. Cuando los comerciantes compran productos a distribuidores que utilizan la tasa paralela, a menudo se ven obligados a aplicar un tipo de cambio más alto al recibir bolívares de sus clientes. Como resultado, los venezolanos que ganan sueldos calculados al tipo oficial —frecuentemente empleados públicos— no logran estirar su dinero en tiendas que usan la tasa paralela.

Organismos internacionales han registrado la magnitud de esta presión económica. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía venezolana se contrajo más del 75 % entre 2014 y 2021. Durante los peores años de hiperinflación, los precios subían más del 50 % mensual. Aunque la hiperinflación se desaceleró a finales de 2021 y durante 2022, la dependencia de monedas extranjeras está profundamente arraigada. Los intentos del BCV por estabilizar el bolívar mediante reconversiones monetarias y políticas más estrictas solo han limitado parcialmente la inflación, dejando al dólar estadounidense (y en cierta medida al euro) como referencias de precios de facto.

Presión sobre empresas y consumidores

Para los comerciantes, equilibrar las tasas oficial y paralela diariamente genera grandes dolores de cabeza. Honey Corro, vendedora en una juguetería en Caracas, dijo a EFE que acepta dólares a 85 bolívares —más que la tasa oficial— porque sus proveedores exigen pagos más cercanos a la tasa paralela. “Tomar la tasa del BCV genera más pérdidas que ganancias”, afirmó, mostrando cómo incluso una diferencia entre 72,18 y 85 bolívares puede afectar considerablemente sus márgenes de ganancia.

Este sentimiento se extiende a muchas pequeñas y medianas empresas. Muchas tiendas colocan carteles diciendo que se rigen por la tasa oficial del BCV —la ley así lo exige—, pero en la práctica aparece una tasa paralela encubierta o un recargo cuando los clientes pagan en bolívares. Un módem portátil anunciado en 45 dólares puede terminar costando 55 o más si el cliente paga con la moneda local.

Los consumidores con ingresos fijos —especialmente pensionados o empleados públicos— se ven atrapados en una situación imposible. Yajaira Rodríguez, una compradora de 65 años, le dijo a EFE que su salario “pierde valor todos los días”. Buscar tiendas que respeten la tasa oficial la ayuda a ahorrar valiosos bolívares, pero es una búsqueda azarosa. Espera que el gobierno intervenga: “Quisiera que el Estado controlara esto para que esas plataformas que muestran otra tasa dejen de desestabilizar la economía”.

A pesar de los esfuerzos oficiales, como los llamados repetidos del presidente Nicolás Maduro a utilizar la tasa del BCV, la realidad del mercado es difícil de cambiar. La Superintendencia para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) realiza inspecciones para garantizar el cumplimiento con la tasa oficial. Un funcionario de Sundde, que pidió no ser identificado, dijo a EFE que “todos los días” visitan “al menos cinco negocios por piso” en ciertos centros comerciales. Sin embargo, los resultados son mixtos; los emprendedores que dependen de productos importados suelen volver a usar la tasa paralela al reponer inventario.

Causas profundas y posibles soluciones

La crisis cambiaria de Venezuela tiene orígenes complejos y de larga data. La inestabilidad política interna tuvo un papel. Las sanciones internacionales también contribuyeron a perpetuarla. Según el Observatorio Venezolano de Finanzas —una organización independiente que monitorea indicadores económicos— la inflación anual en Venezuela alcanzó el 234 % en 2022. Aunque esta cifra es mucho menor que las tasas de cuatro dígitos de años anteriores, sigue siendo extremadamente alta en comparación con estándares globales, minando la confianza en el bolívar.

El economista Jesús Palacios explicó a EFE que la incertidumbre se disparó tras elecciones presidenciales polémicas, donde la oposición denunció fraude. Esta tensión, junto con sanciones estadounidenses más estrictas —especialmente el fin de licencias para que empresas extranjeras compren petróleo venezolano y la imposición de un arancel del 25 % sobre ese crudo— redujo aún más el ingreso de divisas al país. Con menos compradores, el gobierno ha tenido que vender petróleo con descuentos significativos, a veces de hasta el 50 % respecto al precio global. Menores ingresos del sector petrolero —que alguna vez representó el 90 % de las exportaciones— significan menos dólares en las arcas nacionales.

“Los actores del mercado temen que la oferta de dólares baje”, dijo Palacios, “así que la tasa paralela sube cuando todos corren a asegurarse los billetes verdes”. Propuso algunas soluciones para mitigar estas distorsiones, como reducir los costos de retiro de dólares en efectivo y eliminar el impuesto del tres por ciento sobre compras en divisas. Con estas políticas, los negocios podrían usar el dólar más abiertamente, sin depender del mercado informal.

El gobierno de Maduro, por su parte, ha renovado sus llamados a “no fomentar el dólar de guerra”, como él denomina la tasa paralela. Sin embargo, según múltiples comerciantes, ignorar el mercado paralelo no es viable en una economía donde muchos costos —desde materias primas importadas hasta fletes— están en moneda extranjera. Para algunos pequeños emprendedores como Vicky Aguilar, que compra y revende ropa en Caracas, no hay muchas opciones. Confesó a EFE que vende productos por encima de la tasa oficial “para no perder tanto”.

Los esfuerzos de Sundde por hacer cumplir precios según la tasa oficial del BCV pueden lograr cumplimiento nominal. Sin embargo, mientras factores fundamentales como la escasez de divisas y la baja producción persistan, el mercado cambiario paralelo probablemente seguirá siendo una fuerza poderosa. Estudios del Peterson Institute for International Economics indican que los mercados paralelos suelen prosperar donde hay controles monetarios estrictos y alta inflación. Informan que finanzas públicas estables y políticas cambiarias consistentes ayudan a reducir estas brechas. El respaldo financiero confiable y directrices monetarias claras son clave para limitar estas diferencias.

Los venezolanos aprenden a lidiar con varios valores de cambio cada día. Usan efectivo, billeteras electrónicas y apps de pago. Pero los saltos entre los mercados formales e informales incrementan la inestabilidad para quienes ya luchan por pagar sus gastos. El precio de medicamentos y gasolina puede cambiar drásticamente, incluso a diario.

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El sistema dual de monedas en Venezuela va más allá de la economía. Refleja dificultades centrales de una nación que alguna vez fue próspera gracias al petróleo. La existencia de múltiples tasas de cambio agrava la desigualdad social: quienes tienen dólares esquivan los aumentos, mientras que quienes dependen del bolívar enfrentan inestabilidad. Hasta que los responsables de formular políticas e instituciones internacionales encuentren soluciones a problemas de fondo —como las sanciones, la baja producción y la desconfianza pública en el bolívar—, es probable que los problemas monetarios de Venezuela persistan. Esto afecta la vida de millones de personas cada día y condiciona las perspectivas económicas del país.

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