De Oaxaca a Perú, artesanos exigen respeto tras la disculpa de Adidas

En un pueblo zapoteco en lo alto de la Sierra Norte de Oaxaca, ejecutivos de una marca deportiva global se encontraron cara a cara con artesanos cuyo oficio había desatado una polémica internacional. Adidas llegó a disculparse por una sandalia que imitaba los huaraches indígenas—y dejó tras de sí un debate mayor sobre restitución, crédito cultural y el futuro de las economías tradicionales desde México hasta los Andes.
Un pueblo, una marca y una línea cruzada
Bajo un techo de lámina en Villa Hidalgo Yalálag, representantes de Adidas se reunieron con los creadores cuyo patrimonio había sido tomado prestado. La “Oaxaca Slip-On”—una sandalia negra y estilizada lanzada con el diseñador mexicoamericano Willy Chavarría—repetía los patrones tejidos en cuero de los huaraches tradicionales, un diseño enraizado en generaciones de artesanía indígena.
“La Oaxaca Slip-On fue concebida tomando inspiración de un diseño originario del estado de Oaxaca, típico de la tradición del pueblo de Villa Hidalgo Yalálag,” admitió el jefe legal de Adidas México, añadiendo: “Entendemos que esta situación pudo haber causado incomodidad, por lo cual ofrecemos una disculpa pública.” Las palabras fueron formales, pero el entorno no lo era. Los pobladores escuchaban en talleres aún impregnados del olor del cuero curtido, donde el trenzado sigue siendo sustento y herencia.
La empresa prometió un diálogo respetuoso en el futuro. Sin embargo, muchos en Oaxaca pedían más que contrición. Querían garantías de que un diseño concebido por sus manos no sería tomado, reempaquetado y vendido globalmente sin crédito ni compensación.
Cómo se ve la “restitución” en la práctica
La controversia desató críticas políticas inmediatas. La presidenta Claudia Sheinbaum acusó a Adidas de explotar la cultura indígena y prometió fortalecer protecciones contra la copia de diseños tradicionales. “Es propiedad intelectual colectiva,” insistió. “Debe haber compensación.”
El Ministerio de Cultura de México respaldó esa postura. Funcionarios señalaron que Adidas ya los había contactado para discutir una “restitución para el pueblo que fue plagiado.” El gobernador de Oaxaca fue más lejos, recordando a la empresa que “la cultura no se vende, se respeta.”
En los mercados del estado, la reacción fue más visceral. Los vendedores descartaron la Slip-On como una “copia barata,” señalando que un huarache verdadero requiere tiempo, destreza y conocimiento transmitido por generaciones. Esas distinciones son más que estéticas: son económicas. La artesanía sostiene a cientos de miles en todo México, representando una parte vital del PIB en estados como Oaxaca. Para los artesanos, la restitución no puede ser un pago único ni una sesión de fotos. Debe significar visibilidad, coautoría y flujos constantes de ingresos que mantengan vivos los talleres y a los aprendices en el banco de trabajo.
Entre inspiración y apropiación
Para Chavarría, el diseñador que colaboró con Adidas, la reacción tuvo un peso personal. Expresó su pesar porque el zapato “no fue desarrollado en asociación directa y significativa con la comunidad oaxaqueña,” diciendo que la intención había sido honrar el espíritu de Oaxaca, pero reconociendo que el esfuerzo “no alcanzó el respeto” que su gente merece.
Adidas también prometió valorar la herencia indígena e iniciar un diálogo con autoridades locales. Pero la lección es mayor que un solo producto. Zara, Anthropologie y otras marcas globales han sido acusadas de copiar diseños mexicanos. La repetición revela un punto ciego sistémico: cómo la industria de la moda traduce la “inspiración” en comercio sin respetar a las comunidades que la encarnan.
México ahora refuerza reglas para proteger la propiedad intelectual colectiva, al tiempo que permite que artistas colaboren con empresas de alcance global. El equilibrio es delicado: proteger a las comunidades de la extracción y asegurar que puedan elegir asociaciones con contratos adecuados, crédito y ganancias compartidas. Sin eso, la “inspiración” se desliza fácilmente hacia la apropiación.

EFE
Hacia un mercado más justo
La pregunta ahora es cómo una multinacional convierte la disculpa en acción. Los remedios reales comienzan con el co-diseño, el uso con licencia y la repartición de ingresos que reconozca a las comunidades como autoras, no solo como puntos de referencia. Adidas prometió colaborar con Yalálag en un “diálogo respetuoso que honre su legado cultural.” El Ministerio de Cultura de Oaxaca calificó la disculpa como “histórica.” Aun así, incluso los funcionarios subrayaron que el reconocimiento debe medirse en resultados: colecciones conjuntas, etiquetas que identifiquen origen, fondos para aprendices, trazabilidad en el abastecimiento y contratos redactados en zapoteco y español.
El escándalo también subrayó una verdad más compleja: muchos productos de “homenaje” se producen en fábricas lejanas. Los reportes de que la Oaxaca Slip-On fue fabricada en China solo aumentaron la indignación. Si las marcas quieren credibilidad, deben confrontar cadenas de suministro que socavan a los artesanos con versiones más baratas y similares, mientras afirman celebrar su arte.
El cambio es posible. Las empresas pueden adoptar protocolos culturales indígenas, exigir procesos de consentimiento transparentes y aceptar supervisión de instituciones culturales. En Yalálag, el respeto es práctico: significa presentarse en el taller, no solo en la sala de juntas; firmar acuerdos que garanticen crédito e ingresos; y asegurar que, cuando un patrón trenzado aparezca en unos tenis en Nueva York o París, los artesanos que lo perfeccionaron en Oaxaca sean socios, no notas al pie.
Por ahora, los huaraches siguen alineados en los puestos de mercado en tonos terrosos y rojizos, flexibles al tacto, moldeados por generaciones. El escándalo en torno a la Slip-On convirtió a un zapato local en un caso de estudio global. También ofreció un mapa hacia adelante: presentarse, escuchar, acreditar, co-crear, compartir.
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Como dijo un vendedor, viendo a turistas detenerse para admirar la artesanía que siempre ha estado ahí: la maestría es lo importante. Sin ella, todos pierden. Y en un mundo que de pronto escucha, el pueblo que mantiene viva esa maestría está listo para ser escuchado.