NEGOCIOS Y FINANZAS

El “churn” con sabor mexicano mantiene a Taco Bell ganando mientras sus rivales se frenan

Mientras la competencia advierte sobre cinturones ajustados y tráfico en declive, Taco Bell sigue atrayendo fanáticos al autoservicio con el ritmo de un DJ. La fórmula de la cadena —combinaciones baratas y de tiempo limitado lanzadas a un ritmo vertiginoso— convierte la novedad en lealtad y mantiene las cajas registradoras sonando.

La cabina del DJ detrás de la ventanilla

En un año en que gigantes como McDonald’s y Wendy’s se preparan para consumidores cautelosos, Taco Bell corre en dirección contraria: más rápido y más ruidoso. Su fórmula es engañosamente simple: remezclar partes familiares, mantener precios bajos y lanzar nuevas combinaciones con la suficiente frecuencia para que parezcan eventos.

El truco es la cadencia. “Agregar productos al menú cada cuatro o cinco semanas ayuda a que la cadena supere de manera constante al resto de la categoría”, dijo el director de marketing Taylor Montgomery a los inversionistas. Este año Taco Bell duplicó ese ritmo, creando lo que los analistas llaman un “número loco” de lanzamientos. Los clientes llegan ya preparados para la novedad, se van creyendo que atraparon un momento único y luego reinician el reloj para la siguiente entrega. En una era definida por la corta atención, la cadencia se convierte en moneda.

Emociones baratas, constante rotación y la ciencia de la cocina “stoner”

El desfile de 2024 incluyó la Cheesy Chicken Crispanada y la Big Cheez-It Crunchwrap Supreme. Este año llegaron los Milk Bar Birthday Cake Churros, una línea de pollo Caliente Cantina, y las Rockstar Refrescas de colores neón. Los nombres oscilan entre ingeniosos y vergonzosos a propósito: son memes que puedes comer.

“No siempre damos jonrones”, admitió el director ejecutivo Sean Tresvant, agregando que el verdadero trabajo es una mezcla de arte y ciencia. La ciencia está en la ingeniería del menú: pollo crujiente, un almidón novedoso o una salsa de edición limitada pueden transformarse en una docena de construcciones entre tacos, chalupas, burritos, bowls y combos. El arte está en el tiempo y el tono: saber cuándo apostar a lo indulgente, cuándo a lo ligero, cuándo lanzar de sorpresa un artículo de $2 para la multitud nocturna o un combo de $7 al mediodía.

La economía golpea tan fuerte como los sabores. Un burrito de carne en Chipotle (Colorado Springs) cuesta unos $11; una Supreme Luxe Box de Taco Bell —cinco artículos más bebida— ronda los $7. Los puristas se burlan de la mezcla “casi guacamole” con más de veinte ingredientes, pero el veredicto del mercado es inequívoco: valor más novedad vence al minimalismo la mayoría de los días.

TikTok como cocina de prueba, la escasez como combustible

Un feed que nunca duerme necesita contenido que nunca pare. Taco Bell ha convertido sus ofertas limitadas en una máquina de redes sociales. Influencers inventan pedidos Frankenstein —burritos de queso a la parrilla con papas extra, bañados en salsa verde— y acumulan miles de likes. El menú modular de la marca hace que casi cada orden se sienta personalizada.

La escasez alimenta lo demás. Cuando un lanzamiento dura solo semanas, el miedo a perdérselo se convierte en canal de ventas. Incluso los fracasos generan conversación, parodias y expectativa por el próximo experimento. Y a diferencia de competidores cuyos “LTOs” suelen ser simples descuentos, los de Taco Bell son genuinamente nuevos: formatos, envolturas, texturas. Lograrlo exige cadenas de suministro ágiles y equipos entrenados para aprender y desaprender recetas cada pocas semanas sin perder velocidad.

Esa agilidad es rara. Otras marcas de Yum! Brands, como KFC y Pizza Hut, han reportado caídas en ventas comparables. Los ejecutivos de Wendy’s admitieron que sus restaurantes no podrían sostener un ritmo similar. Las cocinas de Taco Bell están diseñadas para la rotación: remezclar, reiniciar y repetir sin romper el paso.

IG@TacoBell

Por qué los rivales no pueden clonar la vibra

El secreto es más que la comida. Es la voz. El credo de Taco Bell —“Live Más”— se lee como un reto y un guiño a la vez. Los comensales jóvenes, criados en feeds, buscan experimentos baratos y de bajo riesgo. Un boleto de $10 a una bolsa de novedades crujientes y llenas de salsa satisface el antojo sin lastimar la billetera.

La marca también ocupa un nicho cultural que ningún rival puede tocar. Es la cadena “inspirada en lo mexicano”, sin ataduras a la autenticidad. Eso le da licencia para meter papas fritas, bebidas energéticas neón e incluso un Cheez-It gigante al menú sin miedo a la herejía. Sus permisos de categoría son elásticos, y la compañía lleva una década probando hasta dónde pueden estirarse.

Lo crucial: la novedad no es un evento, sino una rutina. El equipo de marketing se comporta como un sello discográfico buscando sencillos, no como un museo montando exposiciones. Un hit puede regresar como “revival”; un fracaso desaparece dejando atrás memes y chistes nocturnos. Mientras tanto, la escalera de precios se mantiene —desde bocados de $2 hasta combos de $12— manteniendo a Taco Bell accesible para todos los niveles de ingreso, incluso cuando los rivales recortan.

Lea Tambien: La segunda vuelta en Bolivia sacude a los mercados mientras rivales pro-empresariales buscan el mandato

La lección más grande está dentro del Crunchwrap. En una cultura entrenada por los feeds a perseguir novedad y por la inflación a buscar valor, los ganadores no son los más auténticos, sino los más ágiles: las marcas que giran más rápido, gritan más fuerte y venden más diversión por dólar. Taco Bell no inventó la economía de la atención. Solo descubrió cómo cocinar para ella.

Related Articles

Botón volver arriba