El gigante del cobre de Chile llora a cinco mineros perdidos en el peligro más profundo de El Teniente

Cuando un estruendoso reventón de roca selló a cinco mineros tras cientos de metros de andesita fracturada, la célebre mina El Teniente de Chile se vio obligada a enfrentar el precio implacable del cobre—y un dolor tan profundo como la montaña que los reclamó.
Una ciudad bajo las cumbres, construida de mineral y esfuerzo
Chile no solo extrae cobre: vive de él. Y en ningún lugar esto es más cierto que en El Teniente, el extenso complejo subterráneo oculto bajo los Andes, cerca de Rancagua. Operada por la estatal Codelco, El Teniente es la mina de cobre subterránea más grande del mundo, un lugar tan vasto que sus 4.500 kilómetros de túneles se extienden más que el trayecto en coche de Madrid a Moscú.
“No es solo una mina—es una ciudad sin cielo”, dijo Juan Andrés Jarufe, profesor de minería de la Universidad de Santiago, en una entrevista con EFE. En su interior existen sistemas completos: talleres, estaciones de tren, cámaras de emergencia e incluso comedores que alimentan a miles antes y después de cada turno. En cualquier día, más de 20.000 trabajadores descienden a sus túneles, ayudando a mantener a Chile como el mayor productor mundial de cobre.
El método utilizado aquí es el block-caving—una técnica que derrumba cámaras de roca para recoger el mineral desde abajo. Es eficiente, poderosa y riesgosa. “Estás creando cavernas subterráneas del tamaño de una manzana”, explicó Jarufe. Esa escala también implica acumulación de tensión—presión que usualmente se libera poco a poco, pero no siempre.
El reventón de roca que lo detuvo todo
El jueves a las 5:34 p. m., una sacudida repentina estremeció el sector Andesita de la mina, a más de 500 metros bajo la superficie. No fue un temblor típico. El reventón de roca, de magnitud 4,2, destrozó muros de contención, matando instantáneamente a un minero y atrapando a otros cinco tras losas de andesita quebrada.
Dentro del laberinto, las radios enmudecieron. Afuera, las familias esperaban.
Para Aquiles Cubillos, fiscal jefe de la región de O’Higgins, la misión era sombría y urgente. “Perforamos decenas de metros de roca implacable”, dijo, de pie entre mapas de rescate y registros de perforación. Las cuadrillas trabajaron sin descanso. Cada actualización llegaba cargada de temor.
El domingo por la tarde, se halló el último cuerpo—Moisés Pavez. La esperanza que titiló durante tres días se extinguió.
Fue el accidente más mortal en El Teniente desde 1990, cuando otro reventón de roca mató a seis. Codelco suspendió operaciones en la zona y evacuó a más de 3.000 trabajadores. Se canceló un informe de resultados programado; en lugar de ganancias, los directivos se volcaron sobre cronogramas de rescate y mapas llenos de banderas rojas.
Un legado forjado en progreso y peligro
El Teniente siempre ha estado a la vanguardia de la innovación minera subterránea. Su red sísmica de 150 sensores, una de las más avanzadas del mundo, detecta hasta los más mínimos cambios en la presión de la roca. “Si quieres probar un nuevo sistema de seguridad, normalmente se prueba aquí primero”, dijo Arturo Belmonte, analista de sistemas mineros de la Universidad de Concepción, a EFE.
Pero ni la tecnología puede reescribir la geología.
La investigación en curso examinará si fuerzas tectónicas naturales o la actividad de tronaduras desencadenaron el evento mortal. En un país ubicado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, los temblores menores son una realidad diaria, tan comunes que a menudo se ignoran—hasta que uno no lo es.
André Sougarret, ex CEO de Codelco y el hombre que lideró el rescate de la mina San José en 2010, dijo a Tele13 Radio que los sistemas de El Teniente funcionaron exactamente como estaban diseñados. El problema no fue una alerta fallida—fue la propia naturaleza.
Aun así, persisten las preguntas: ¿Se pasaron por alto señales de advertencia? ¿Estaba la curva de tensión del block-caving llegando a un punto crítico? ¿Fallaron los procedimientos a los cinco hombres sepultados esa tarde?
Como dijo a EFE Carla Rojas, ex vicepresidenta de Women in Mining Chile: “Chile necesita este cobre, pero no al precio de vidas. Cada fatalidad nos obliga a enfrentar esa tensión—entre la producción y el costo humano.”

Un duelo que cala hondo—y se niega a enterrarse
El domingo por la noche, las familias se reunieron en Caletones, el campamento cordillerano cercano a la mina. El ánimo era sombrío, la pena pesada. Las banderas de Codelco ondeaban a media asta. Los silbatos de turno callaron.
El saldo: seis muertos—cinco en el reventón de roca y uno en el temblor inicial. Y un vacío en la comunidad que ningún cobre podrá llenar.
Codelco ha prometido una auditoría interna completa, junto con apoyo a las familias de las víctimas y cooperación con los fiscales. Pero dentro de El Teniente, el trabajo continúa. En otras zonas de la mina, cargadores automáticos despejan escombros, las perforadoras reanudan su labor y las correas transportadoras que mueven el “oro rojo” de Chile siguen girando. La sed global de cobre—para cablear vehículos eléctricos, alimentar redes solares y construir tecnología limpia—no se detiene por funerales.
La historia de El Teniente se remonta a tiempos prehispánicos, pero fue el ingeniero estadounidense William Braden quien la industrializó en 1905, dando origen a lo que se convertiría en el orgullo de la minería chilena. El poblado minero de Sewell, hoy Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, aún se aferra a la ladera sobre la mina—el fantasma de otra era, cuando los campamentos mineros eran mundos completos.
Hoy la mayoría de los trabajadores viaja desde las ciudades, pero el vínculo entre pueblo y mina permanece intacto—y también el duelo. “Estos hombres eran parte de un monumento vivo”, dijo Manuel Viera, presidente de la Cámara Minera de Chile, en declaraciones a EFE. “Y ahora, sus nombres quedan grabados en la roca que intentaron dominar.”
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Los túneles de El Teniente se extienden profundo, pero esta tragedia cala aún más hondo. La historia de cinco hombres perdidos en la oscuridad ahora está tejida en el cobre que parte de Chile hacia ciudades lejanas y futuros digitales. La minería continúa, porque debe hacerlo. Pero su ausencia persiste en cada eco del taladro, cada crujido de una correa transportadora y cada nombre susurrado en memoria.
EFE proporcionó todas las citas y entrevistas.