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El Grito de Puerto Rico Contra la Minería en Aguas Profundas

Activistas ambientales y organizaciones globales advierten que la propuesta de The Metals Company para explotar los fondos marinos socava la cooperación internacional y pone en peligro ecosistemas frágiles. Este artículo explora el llamado urgente a una moratoria sobre la minería submarina y sus implicaciones para la conservación.

Un Punto Crítico Global para la Gobernanza Oceánica

En los últimos meses, una formidable alianza de grupos ambientalistas ha levantado alarmas sobre la minería en aguas profundas, una actividad que podría causar daños irreversibles a los ecosistemas marinos. The Metals Company (TMC) está en el centro de este debate, enfrentando duras críticas tras anunciar su intención de avanzar con la explotación de los fondos marinos. Esta coalición sostiene que dicha actividad amenaza la biodiversidad y los principios de multilateralismo consagrados en tratados internacionales.

Los expertos enfatizan que los hábitats de aguas profundas son en gran medida inexplorados y albergan especies frágiles que no se encuentran en ningún otro lugar. Los defensores del medio ambiente advierten que la extracción de minerales del lecho oceánico conlleva el riesgo de destruir procesos ecológicos vitales antes de que comprendamos completamente su función. En consecuencia, el llamado a una moratoria sobre la minería submarina ha resonado en múltiples continentes, destacando la urgencia de preservar una de las fronteras más misteriosas e inalteradas de la Tierra.

Puerto Rico, un territorio estadounidense que a menudo enfrenta vulnerabilidades ambientales, se ha unido al clamor global. Activistas locales señalan los frágiles arrecifes de coral del Caribe, que podrían verse afectados si la extracción en aguas profundas no se regula adecuadamente. Al amplificar estas preocupaciones, las comunidades isleñas buscan resaltar que el daño al fondo marino trasciende las fronteras nacionales. Desde su perspectiva, la protección de la vida marina requiere cooperación transfronteriza y respeto por los protocolos internacionales.

Con sede en Jamaica, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) supervisa los recursos del lecho marino más allá de las jurisdicciones nacionales. Tradicionalmente, las empresas mineras deben someterse a los procesos de la ISA para garantizar una distribución justa de los recursos y la protección del ecosistema. Sin embargo, la reciente maniobra de TMC para eludir el marco regulador de la ISA ha desatado una ola de críticas. Los opositores argumentan que esquivar la gobernanza global pone en peligro el medio marino y fractura el espíritu de responsabilidad colectiva que sustenta el derecho internacional.

Estrategias Legales de TMC y Resistencia Internacional

Inicialmente, TMC planeaba presentar una solicitud de minería en el lecho marino bajo una cláusula conocida coloquialmente como la “disposición de dos años”. Esta cláusula poco conocida podría permitir que las empresas obtengan aprobación provisional de la ISA, incluso si las regulaciones aún no están finalizadas. Chile, un defensor clave de la suspensión de la minería en aguas profundas hasta que existan estándares robustos, logró modificar la agenda de la ISA. En lugar de aprobar automáticamente la solicitud de TMC, el Consejo dedicó más tiempo a discutir cómo los gobiernos podrían responder a solicitudes sin normas internacionales ratificadas.

Cuando los esfuerzos de TMC a través de la ISA se estancaron, la empresa declaró que cambiaría su estrategia hacia la legislación estadounidense, específicamente la Ley de Recursos Minerales del Lecho Marino Profundo (Deep Seabed Hard Mineral Resources Act), para avanzar con sus ambiciones. Según declaraciones públicas de TMC, planean presentar esta solicitud en el segundo trimestre de 2025. Los críticos describen este movimiento como un intento descarado de eludir un sistema regulador global que, aunque imperfecto, busca equilibrar el desarrollo económico con la precaución ambiental.

La Coalición para la Conservación del Mar Profundo (DSCC, por sus siglas en inglés) condenó la estrategia de TMC, calificándola como un ataque directo al multilateralismo. Expertos legales dentro de la DSCC señalan que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS, por sus siglas en inglés) define los minerales del lecho marino en aguas internacionales como parte del “patrimonio común de la humanidad”. Operar bajo legislación nacional sin adherirse a las normas internacionales podría socavar décadas de negociaciones destinadas a evitar un saqueo indiscriminado en aguas internacionales. Desde la perspectiva de grupos como la DSCC, la estrategia de TMC demuestra un rechazo a respetar las normas emergentes que protegen los frágiles terrenos oceánicos.

Durante las conversaciones de la ISA en Jamaica, delegados de numerosos países, incluidas naciones insulares dependientes de ecosistemas marinos saludables, expresaron sus reservas sobre la aceleración de la minería en aguas profundas. Subrayaron el potencial de daños catastróficos a puntos críticos de biodiversidad que afectan la captura de carbono. Con el creciente temor al cambio climático, muchos sostienen que arriesgar estos sumideros de carbono submarinos es un peligro que la humanidad no puede permitirse.

Los llamados a una pausa en la minería han ganado fuerza en todo el mundo, con 32 gobiernos apoyando una moratoria, una pausa cautelosa o una prohibición total. Comunidades indígenas, pesquerías y grupos de conservación han expresado su preocupación, destacando las incertidumbres en torno a las plumas de sedimentos, la posible liberación de desechos tóxicos y los impactos a largo plazo en las especies que habitan las profundidades más oscuras del océano. Los opositores argumentan que una vez que el lecho marino se altera a gran escala, no hay forma de restaurarlo a su estado original.

Llamados a una Moratoria y el Camino a Seguir

El término “moratoria” resuena tanto como una medida de protección como un principio orientador, permitiendo a los científicos recopilar datos y a los legisladores desarrollar salvaguardias ambientales sólidas. La postura de Chile, compartida por otros países de América Latina y el Pacífico, enfatiza que cualquier decisión sin una base científica adecuada conlleva riesgos catastróficos e intergeneracionales. Los defensores de una pausa insisten en que ningún incentivo financiero justifica un daño permanente al bioma más significativo y menos comprendido de la Tierra.

Igualmente enérgicas son organizaciones internacionales como Greenpeace, que criticaron el “patético ardid” de TMC para eludir la gobernanza colectiva, considerándolo un insulto a las normas legales internacionales establecidas. Temen que si una empresa logra evadir el marco de la ISA, otras podrían seguir su ejemplo, creando un entorno regulador fragmentado e incapaz de proteger los bienes comunes globales. Las implicaciones van más allá de la biodiversidad, tocando cuestiones fundamentales sobre quién gobierna los espacios internacionales y cómo.

En medio de estas tensiones, TMC insiste en que los minerales de aguas profundas son cruciales para la fabricación de baterías y la infraestructura vinculada a la energía verde. Argumentan que la extracción responsable de estos recursos podría reducir la dependencia de la minería terrestre, que también tiene impactos ambientales. Sin embargo, los críticos sostienen que abrir una nueva frontera de disrupción ecológica no resuelve el problema del consumo insostenible. Hasta que la comunidad global aborde la demanda excesiva de recursos, trasladar la minería de la tierra al mar solo transfiere los costos ambientales de un dominio a otro.

Con la llegada del segundo trimestre de 2025, cuando TMC planea presentar su solicitud en EE.UU., se anticipa un debate intensificado sobre la legitimidad de la jurisdicción nacional frente a la internacional. Los defensores de la moratoria, incluidas organizaciones en Puerto Rico, ven este momento como una oportunidad clave para reforzar el principio de que los fondos oceánicos pertenecen a toda la humanidad y que cualquier explotación debe cumplir con estrictos estándares éticos y ambientales.

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Por ahora, la ISA ha pospuesto decisiones clave, dejando espacio para más negociaciones sobre un Código de Minería aún en borrador. Con la creciente presión de gobiernos, ONG y comunidades de primera línea, la pregunta clave sigue en pie: ¿Se unirá la comunidad global en torno a un marco sólido y exigible, o prevalecerán los intereses corporativos?

Sea cual sea el desenlace, el llamado de Puerto Rico refleja una creciente conciencia de que las aguas internacionales no deben ser tratadas como una fuente inagotable de ganancias.

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