La cultura latinoamericana no solo le dará sabor al mundo, pondrá el menú para 2026
Desde giras en estadios y catálogos de streaming hasta libros superventas y paredes de museos, los creadores de América Latina ya no solo sazonan la cultura global; la están moldeando. Lo que antes era de nicho ahora es tendencia, reescribiendo la economía y la imaginación del entretenimiento mundial.
De la periferia al protagonismo
América Latina ha estado exportando cultura por generaciones. García Márquez y Vargas Llosa transformaron la novela moderna; los “tres amigos” del cine mexicano, Guillermo del Toro, Alejandro Iñárritu y Alfonso Cuarón, convirtieron los Oscar en decoración para el hogar; y las telenovelas encontraron público desde Estambul hasta Bombay. Lo que cambia ahora es la escala y la simultaneidad.
Las bandas sonoras, pantallas y estanterías del mundo vibran en una frecuencia latinoamericana: Bad Bunny de Puerto Rico y Peso Pluma de México encabezan las listas de EE.UU. La música regional mexicana ha superado al rock y al country en mercados clave. Netflix invierte miles de millones solo en México. Los artistas de la región ahora hablan a tres públicos a la vez: latinoamericanos en casa, una comunidad hispana de 60 millones en EE.UU. y una audiencia global que descubre un estribillo en español en TikTok hoy y maratonea una serie colombiana mañana.
El centro de gravedad ha cambiado. Lo que antes se llamaba “música del mundo” o “cine extranjero” ahora domina las listas de reproducción en horario estelar y los circuitos de premios. Los creadores latinos han dejado de exportar curiosidades; ahora exportan estándares.
Celulares, diáspora y el bucle del idioma
La revolución se mueve tanto por infraestructura como por inspiración. Medio billón de usuarios móviles en América Latina pasan más tiempo en YouTube y TikTok que en cualquier otro lugar del planeta, derribando fronteras con cada publicación. Un video grabado en Medellín puede ser tendencia en Manila antes del amanecer.
La diáspora actúa como amplificador y red de distribución. En EE.UU., uno de cada cinco habitantes es hispano. Ellos marcan las listas de radio, los calendarios de clubes y las tendencias algorítmicas, llevando a todos los demás hacia su órbita cultural. Cada éxito latino que cruza fronteras provoca otra ola: el idioma. El español es la segunda lengua materna más hablada del mundo, y cada estribillo viral dispara las descargas de aplicaciones para aprender español. Los fans quieren cantar sin subtítulos.
Incluso el pop en inglés ahora se mueve al ritmo del tresillo, el pulso 3-3-2 del reggaetón, tejido en canciones de Drake, Beyoncé o Dua Lipa. Los ritmos latinos no solo cruzan fronteras; están redefiniendo cómo se siente el pop global. La cultura se vuelve conversación, y el mundo aprende a bailar en español.
Streamers, pantallas y el motor de la economía creativa
El streaming terminó lo que la TV satelital comenzó: acceso instantáneo desde cualquier lugar. En 2025, Netflix prometió mil millones de dólares en producción mexicana para 2028, una apuesta por un ecosistema narrativo que ya produce éxitos globales. ViX, la nueva plataforma de Televisa Univision, es el servicio de streaming de más rápido crecimiento en las Américas, prueba de que el contenido en español no es de nicho, es hemisférico.
Mientras tanto, cineastas locales en México, Brasil y Colombia venden historias, no estereotipos. Las narcoseries siguen viajando, pero también lo hacen películas de autor y comedias sobre la vida cotidiana. Un documental paraguayo, Bajo las banderas, el sol, arrasó en festivales europeos en 2025. Brasil restableció las cuotas de pantalla en 2024, obligando a los cines a exhibir películas nacionales, y un año después, la producción brasileña Aún estoy aquí ganó el Oscar a Mejor Película Internacional, el primero para el país.
Debajo de esos titulares late una máquina mayor: la economía creativa, la red de industrias que convierte la imaginación en exportación. Diseño, música, videojuegos, editorial, arquitectura y publicidad emplean juntos a millones de personas. Buenos Aires cuenta la cultura como 8.6% del PIB y 9% de su fuerza laboral. La economía naranja de Colombia aporta 3.4% del PIB y tiene su propio ministerio. El sector audiovisual de México genera cientos de miles de millones de pesos al año. Las industrias creativas de Brasil emplean a más de 11 millones de personas y representan más del 10% del PIB.
En toda la región, los gobiernos están despertando al potencial económico de la creatividad. El MERCOSUR ha lanzado “MERCOSUR Cultural”, uniendo programas que escalan estas industrias. El Banco Interamericano de Desarrollo estima que las Américas ya generan 87 mil millones de dólares en exportaciones creativas, aproximadamente el 14% del total mundial.
La resiliencia del sector es su fortaleza silenciosa. En la recesión global de 2009, las exportaciones de petróleo cayeron 40%; las creativas solo un 12% y luego repuntaron un 4% anual. Durante la COVID-19, mientras los teatros cerraban, videojuegos móviles, arte digital y conciertos virtuales encendieron modelos de negocio que llegaron para quedarse. Las ideas viajan más rápido que la carga.

Beats, libros, pódcast y galerías se globalizan
La música es el mensajero más ruidoso. En 2024, la música latina generó 1,400 millones de dólares en ventas en EE.UU., y la curva de crecimiento sigue apuntando al norte. Bad Bunny encabeza los estadios más grandes del mundo. Karol G, Bizarrap y Peso Pluma lanzan éxitos que suenan en todos los continentes. Las estrellas angloparlantes buscan colaboraciones para subirse a la ola, incorporando versos en español y ritmos caribeños al ADN del pop global.
La industria editorial también está en auge. Los traductores no dan abasto con la demanda de Fernanda Melchor, Cristina Rivera Garza y Mariana Enríquez, cuyas historias góticas cortas ya tienen seguidores de culto desde Berlín hasta Brooklyn. Los pódcast se han convertido en franquicias sin fronteras: el thriller de ciencia ficción chileno Caso 63 ha sido adaptado al portugués, hindi y una versión en inglés con nombres de Hollywood, prueba de que la narrativa sonora puede viajar tan bien como el cine.
El arte visual sigue el ritmo. Los principales museos de Nueva York, Londres y Madrid ahora dedican alas permanentes a artistas latinoamericanos. Art Basel Miami Beach funciona como el gran escenario global de la región, mientras pintores y escultores como Oscar Murillo, Adriana Varejão y Tania Candiani rotan por la Bienal de Venecia y las galerías más importantes.
El siglo XX trató a América Latina como el color y la banda sonora del mundo; el XXI le está dando la autoría. Para 2026, la región no solo le pondrá sabor a la cultura global; pondrá el menú, decidiendo qué historias se cuentan, qué ritmos definen la pista de baile, qué creadores cobran primero y cómo se valora la imaginación misma.
Y en algún lugar entre un beat de reggaetón y un cuento bogotano, el mundo ya habla con acento latino.
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