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Mejorar la calidad del empleo en América Latina: un largo camino por recorrer

En América Latina y el Caribe existen oportunidades laborales, pero la calidad del empleo sigue siendo un desafío importante. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se necesitan medidas urgentes para garantizar que los trabajadores puedan escapar de la pobreza y disfrutar de protección social.

América Latina y el Caribe enfrenta un problema persistente: si bien muchas personas están empleadas, la calidad de esos empleos deja mucho que desear. Según el Índice de Mejores Empleos 2024 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la calidad del empleo de la región obtiene un promedio de 41,2 sobre 100, lo que pone de relieve la prevalencia de empleos informales, mal remunerados y sin beneficios ni seguridad social.

La informalidad es un problema enorme: casi el 55% de la fuerza laboral está empleada sin un contrato formal, lo que significa que estos trabajadores carecen de acceso a protecciones sociales como seguro médico y pensiones. Además, 3 de cada 10 trabajadores no ganan lo suficiente para superar la línea de pobreza. Este es un problema crítico para una región donde el 70% de las personas dependen del trabajo como su única fuente de ingresos.

Tomemos el caso de Perú, donde los vendedores ambulantes, los trabajadores domésticos y otros empleados del sector informal constituyen una parte importante de la fuerza laboral. Muchos trabajadores carecen de ingresos estables, seguro médico y beneficios de jubilación, lo que los deja vulnerables a los shocks económicos. La pandemia expuso aún más estas vulnerabilidades, y miles de personas perdieron sus medios de vida prácticamente de la noche a la mañana.

El informe del BID muestra que mejorar la calidad del trabajo no consiste únicamente en aumentar las tasas de empleo, sino también en crear puestos de trabajo, brindar estabilidad económica y proteger el bienestar social, lo que requiere cambios de políticas y esfuerzos específicos por parte de los gobiernos y el sector privado.

Disparidades de género y juventud en el mercado laboral

El informe del BID también pone de relieve importantes desigualdades en el empleo, en particular para las mujeres y los jóvenes. En América Latina, las mujeres ocupan sistemáticamente empleos de peor calidad que los hombres, con una brecha de 16 puntos en el Índice de Mejores Empleos.

En Brasil, por ejemplo, las mujeres suelen enfrentarse a retos adicionales en el mercado laboral. A pesar de los avances en materia de educación, muchas siguen concentradas en sectores de baja remuneración, como el trabajo doméstico o el comercio minorista informal, que suelen carecer de prestaciones. Además, las mujeres tienen más probabilidades de experimentar brechas salariales y de tener dificultades para equilibrar las responsabilidades de cuidado no remunerado con el trabajo remunerado. Esto ha dado lugar a que muchas mujeres acepten trabajos a tiempo parcial o informales, lo que reduce su acceso a empleos de calidad.

Entretanto, los trabajadores jóvenes, en particular los de entre 18 y 24 años, también están en desventaja. El informe destaca una brecha de 15 puntos en la calidad del empleo entre los trabajadores más jóvenes y los mayores. En países como Uruguay, que tiene una puntuación relativamente buena en la calidad general del empleo, la disparidad entre trabajadores jóvenes y mayores es la más alta de la región. Los jóvenes suelen encontrarse atrapados en empleos precarios y mal remunerados o desempleados, sin posibilidad de ingresar al mercado laboral formal.

Por ejemplo, muchos trabajadores jóvenes en Argentina están empleados en puestos temporales o autónomos con escasas protecciones. Esta situación les dificulta ahorrar para el futuro, contribuir a planes de pensiones o acceder a seguros de salud. Como resultado, enfrentan un riesgo mucho mayor de pobreza e inestabilidad económica en comparación con sus contrapartes de mayor edad.

Los esfuerzos para cerrar estas brechas deben estar al frente de las políticas encaminadas a mejorar la calidad general del empleo. Esto significa promover la igualdad de género en la fuerza laboral, ofrecer capacitación vocacional para los jóvenes y garantizar que los empleos formales sean accesibles para todos.

Soluciones prácticas para mejorar la calidad del empleo

El informe del BID destaca los problemas y propone soluciones prácticas para mejorar la calidad del empleo regional. Una recomendación clave es invertir en capital humano alineando las habilidades de los trabajadores con las necesidades del mercado laboral.

Tomemos como ejemplo a Costa Rica. El gobierno lanzó recientemente programas para mejorar la educación técnica y vocacional a fin de asegurar que los trabajadores estén preparados para empleos de mayor calidad. Costa Rica pretende mejorar los resultados de su mercado laboral y reducir el empleo informal mediante la capacitación de los trabajadores en campos de alta demanda, como la tecnología y la energía verde.

Otra solución importante es promover el empleo formal mediante la reducción de los costos asociados con la contratación de trabajadores formales. Muchas empresas de la región evitan los contratos formales debido al alto costo de brindar seguridad social y beneficios de salud. Reducir estos costos u ofrecer incentivos fiscales a las empresas que formalicen a sus trabajadores podría ayudar a atraer a más personas al mercado laboral formal.

En México, por ejemplo, programas como el Seguro Popular han brindado seguro de salud a los trabajadores informales. Pero aún queda mucho por hacer en términos de incorporar a estos trabajadores al empleo formal, donde pueden acceder a una gama completa de beneficios. Extender las protecciones sociales a los trabajadores informales (a través de políticas como la atención médica universal o los programas de ahorro para la jubilación) podría ayudar a mitigar algunos de los riesgos que enfrentan quienes tienen empleos precarios.

Por último, es esencial fortalecer los servicios públicos de empleo. Muchos países carecen de programas eficaces de colocación laboral que conecten a quienes buscan trabajo con oportunidades de empleo formal. En lugares como Chile, los servicios públicos de empleo se han fortalecido a través de plataformas digitales y alianzas con empresas privadas, lo que ha permitido una mejor adecuación de las habilidades de los trabajadores a los empleos disponibles.

El largo camino por recorrer en materia de calidad del empleo

Si bien el Índice de Mejores Empleos de 2024 muestra algunas mejoras desde su creación, el progreso sigue siendo lento. Al ritmo actual de mejora, podrían pasar casi cinco décadas hasta que América Latina alcance una puntuación de calidad del empleo de 70 sobre 100, que aún está lejos de garantizar que todos los trabajadores tengan acceso a un empleo formal decente.

Países como Uruguay, que encabeza el índice, demuestran que es posible lograr estándares de empleo más altos, pero incluso allí persisten las desigualdades. Los datos del BID muestran que incluso los países con mejor desempeño de la región se enfrentan a disparidades significativas entre los diferentes grupos demográficos.

A medida que la región avanza, los gobiernos deben priorizar las reformas del mercado laboral que se centren no solo en la creación de empleo, sino también en la calidad y la sostenibilidad de esos empleos. Las políticas que promuevan el empleo formal, protejan a los grupos vulnerables como las mujeres y los jóvenes y doten a los trabajadores de las habilidades necesarias para una economía cambiante serán clave para mejorar la calidad del empleo en toda América Latina.

Si bien el camino por recorrer es largo, el informe del BID ofrece una hoja de ruta para avanzar. Los países que adopten una actitud proactiva para mejorar la calidad del empleo estarán mejor posicionados para fomentar el crecimiento económico sostenible y garantizar que todos los trabajadores puedan acceder a los beneficios y las protecciones que merecen.

Mejorar la calidad del empleo en América Latina y el Caribe no es solo una necesidad económica sino un imperativo social. Mientras los países siguen luchando contra altos niveles de empleo informal y desigualdad en el mercado laboral, se deben realizar esfuerzos específicos para garantizar que todos los trabajadores tengan acceso a empleos formales y decentes.

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Al invertir en educación y capacitación de habilidades, promover el empleo formal y ampliar el acceso a las protecciones sociales, los gobiernos pueden ayudar a sacar a millones de trabajadores de la pobreza y crear un mercado laboral más equitativo. Las soluciones son claras, pero el desafío radica en su implementación.

Con las políticas adecuadas, la región puede avanzar hacia un futuro en el que el trabajo no sea solo un medio de supervivencia sino un camino hacia la seguridad económica y la realización personal.

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