Películas latinoamericanas irrumpen en los Oscar con crudeza, memoria y magia
Desde thrillers neo-noir hasta horror folclórico y feroces dramas legales, los cineastas latinoamericanos se lanzan a la carrera internacional de los Oscar de este año con historias de memoria, resistencia e identidad que resuenan mucho más allá de sus fronteras, para votantes cansados del prestigio formulaico.
Una región llega a los premios con verdadero impulso
Aún faltan más de tres meses para la 98ª edición de los Premios de la Academia. Sin embargo, la competencia por Mejor Película Internacional destaca la creciente influencia de América Latina, con 13 candidaturas que cuentan con sólidas credenciales de festivales y mensajes políticos. Estos premios en festivales señalan un impulso regional en aumento y reconocimiento crítico, lo que ayuda a los lectores a entender la creciente prominencia del cine latinoamericano.
Liderando la avanzada está O Agente Secreto (El agente secreto) de Brasil, que dominó Cannes 2025, llevándose cuatro premios principales, incluyendo Mejor Director para Kleber Mendonça Filho, Mejor Actor para Wagner Moura, el Premio FIPRESCI y el Art House Cinema Award. La historia neo-noir de un exprofesor huyendo de la persecución durante la brutal dictadura militar brasileña de 1977 conecta directamente con el apetito de la Academia por thrillers con base política. Si llega a la lista corta, podría darle a Brasil una rara oportunidad de victorias consecutivas, tras I’m Still Here de Walter Salles, ganadora del Oscar el año pasado, con su propia historia sobre la vida bajo el régimen de los años 70.
Cannes también impulsó a otros dos contendientes regionales. La misteriosa mirada del flamenco de Chile, ópera prima de Diego Céspedes, ganó el máximo galardón en la sección Un Certain Regard con su inquietante historia de madurez ambientada en un pueblo minero del desierto, sacudido por el pánico homofóbico ante una enfermedad mítica que se “transmite” cuando un hombre se enamora de otro con una sola mirada. Un Poeta de Colombia, de Simón Mesa Soto, obtuvo el Premio del Jurado Un Certain Regard, mezclando tragicomedia y melancolía en la historia de un escritor fracasado en Medellín que busca redención al convertirse en mentor de un joven estudiante. Estos premios en festivales importan. Ofrecen a los votantes un camino curado hacia películas que de otro modo podrían quedar opacadas en un campo saturado por pesos pesados europeos y autores asiáticos.
A pesar de toda esa visibilidad, los Oscar para la región siguen siendo escasos. En los últimos 15 años, solo El secreto de sus ojos de Argentina, Una mujer fantástica de Chile y Roma de México se han llevado la estatuilla. La cosecha de este año recuerda que la calidad y diversidad del cine latinoamericano han superado desde hace tiempo su cuenta de trofeos, y que los gustos de la Academia apenas empiezan a ponerse al día.
Dictaduras, derechos y la política de la memoria
Muchas películas exploran temas de memoria y resistencia, haciendo que sus historias se sientan vitales y relevantes, alentando al público a ver su importancia continua y fomentando un sentido de propósito compartido al enfrentar estos temas.
Lo que une a muchas de las candidaturas es la insistencia en abordar la ley, el poder y el trauma histórico. Belén de Argentina, dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi, es un thriller legal contundente que también funciona como drama de derechos humanos. Basada en el libro de no ficción Somos Belén de Ana Correa, sigue a la intrépida abogada Soledad Deza mientras lucha por liberar a Julieta, una joven pobre encarcelada injustamente por un aborto ilegal. Como señala Forbes, la película, producida por Amazon MGM Studios y la argentina K&S Films, se inspira en el caso real que impulsó un movimiento nacional por la justicia reproductiva. Su estreno en Prime Video le da una plataforma global que podría resonar entre los votantes de la Academia en un mundo post-Roe.
Los asuntos pendientes de la historia impulsan varias otras candidaturas. No Nos Moverán de México, el debut en blanco y negro de Pierre Saint Martin Castellanos, sigue a Socorro, una abogada jubilada de 67 años cuya misión de vida es identificar al soldado que mató a su hermano durante la masacre de Tlatelolco de 1968, cuando fuerzas gubernamentales reprimieron brutalmente las protestas estudiantiles en Ciudad de México. Décadas después, una nueva pista la lleva a una peligrosa y oscura búsqueda que amenaza los lazos familiares. La película ya ganó Mejor Película Mexicana en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y cuatro Premios Ariel, incluyendo Mejor Ópera Prima y Mejor Actriz para Luisa Huertas, fortaleciendo su perfil en la temporada de premios.
Bajo las Banderas, el Sol de Paraguay profundiza en una de las dictaduras más largas del hemisferio: los 35 años de Alfredo Stroessner. El director Juanjo Pereira utiliza archivos gubernamentales abandonados y material recuperado de Paraguay y el extranjero para exponer cómo la propaganda y la manipulación mediática sostuvieron el poder del régimen, obteniendo el Premio FIPRESCI en el 75º Festival Internacional de Cine de Berlín. Desde otra perspectiva, El monaguillo, el cura y el jardinero de Costa Rica, dirigida por Juan Manuel Fernández, es un paciente documental que da voz a dos hombres que buscan justicia décadas después de haber sido abusados sexualmente por su sacerdote local. Esta historia se cruza con los ajustes de cuentas globales dentro de la Iglesia Católica, manteniéndose anclada en cicatrices locales.
En conjunto, estas películas insisten en que las cuestiones de dictadura, derechos reproductivos, violencia estatal y complicidad institucional no son solo historia, sino luchas vigentes. El compromiso político de este cine regional puede inspirar admiración y un sentido de propósito compartido en la audiencia.

Nuevos géneros, nuevas voces, la misma urgencia
La selección no es solo batallas judiciales y expedientes políticos. Varias candidaturas exploran géneros más audaces, ampliando la idea de cómo puede lucir el cine internacional “amigable con el Oscar” y despertando curiosidad sobre los riesgos creativos y la confianza artística de América Latina.
Pepe de República Dominicana, dirigida por Nelson Carlo De Los Santos Arias, quizá sea la más atrevida formalmente del grupo. Este docudrama está contado a través de los ojos del primer y último hipopótamo asesinado en América, una perspectiva surrealista que impresionó a Berlín lo suficiente como para otorgarle el Oso de Plata a Mejor Director en la Berlinale 2024. Al centrar un narrador animal, Pepe refracta historias coloniales, violencia ecológica e identidad caribeña desde una óptica lúdica e inquietante.
Beloved Tropic de Panamá, debut narrativo de Ana Endara, ofrece un estudio de personajes más íntimo y silencioso. Empareja a una inmigrante colombiana embarazada que lucha con su estatus en Ciudad de Panamá con una acaudalada matriarca que cae en la demencia, interpretada por Paulina García, ganadora del Oso de Plata a Mejor Actriz por Gloria. El inesperado vínculo entre ambas en un jardín aislado se convierte en una meditación sobre el cuidado, la migración y la memoria que se desvanece. Kinra, el viaje de Atoqcha (Motherland) de Perú, dirigida por Marco Patonic, narra una historia más directa pero igual de resonante: la de un joven que deja su pueblo andino para estudiar ingeniería en Cusco, dividido entre las obligaciones familiares y las ambiciones citadinas. Su Astor de Oro en Mar del Plata 2023 la posiciona como una fuerte candidata de cine de autor.
Agárrame fuerte de Uruguay, del dúo de guionistas y directoras Ana Guevara y Leticia Jorge, regresa el foco a la infancia y la pérdida. Estrenada en Tribeca, la película sigue a una niña que navega la muerte de su mejor amiga, abordando el duelo y la amistad femenina con una ternura que podría atraer a votantes de la Academia en busca de relatos emocionales y centrados en personajes, en medio de propuestas más políticas.
Una región lista para su primer plano
La candidatura venezolana, Alí Primera, dirigida por Daniel Yegres, completa la lista con un drama biográfico sobre el cantautor conocido como “El Cantor del Pueblo” – “The People’s Singer”. Interpretado por Eduardo González, Primera emerge como símbolo del activismo musical, su recorrido de una infancia humilde a voz nacional por el cambio social refleja la tradición regional de arte de protesta.
En conjunto, las 13 candidaturas latinoamericanas muestran una industria artísticamente segura y temáticamente inquieta. Incluyen dramas legales, biopics, terror, documentales y formas híbridas, pero comparten la insistencia en mirar de frente al poder, la memoria, el género y la desigualdad. Como señala Forbes, muchas de estas historias cuentan con fuerte exposición en festivales y, en casos como Belén, con el músculo de marketing de plataformas globales como Prime Video.
La Academia anunciará su lista corta de 15 películas el 16 de diciembre, seguida de las nominaciones finales el 22 de enero de 2026, antes de la ceremonia de los Oscar el 15 de marzo de 2026. Según la propia definición de la Academia, una película internacional es un largometraje producido fuera de Estados Unidos con predominio de diálogos en un idioma distinto al inglés. Los candidatos latinoamericanos han cumplido con esos requisitos desde hace tiempo; este año, además, llegan con una claridad de propósito que resulta difícil de ignorar.
Gane o no la región otra estatuilla dorada, la carrera de 2026 demuestra algo importante: el cine latinoamericano no es una categoría secundaria, sino una voz central en la conversación global sobre cómo el cine puede confrontar la historia, consolar a los heridos y sacudir a las audiencias complacientes, todo en las mismas dos horas.
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