Jean Wyllys regresa a Brasil para enfrentar a la máquina que intentó silenciarlo

Tras años de amenazas de muerte, exilio y una implacable campaña de difamación, Jean Wyllys —el ganador de un reality show convertido en legislador abiertamente gay— está de vuelta en Brasil. Más viejo, más canoso, pero sin doblegarse, se enfrenta a la misma máquina de odio político que una vez lo obligó a huir.
De estrella de reality a político a regañadientes
Hace dos décadas, Jean Wyllys era conocido como el profesor de literatura de voz suave que ganó Big Brother Brasil. Esa fama podría haberle asegurado una vida de contratos publicitarios y comodidad. En cambio, en 2011, el académico nacido en Bahía dio el improbable salto a la política, uniéndose al izquierdista Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y convirtiéndose en uno de los primeros congresistas abiertamente homosexuales de Brasil.
“Pensé que la popularidad del programa me protegería”, dijo Wyllys a EFE. “Pero solo me puso una diana más grande”.
Su visibilidad lo convirtió en blanco de ataques en un Congreso impregnado de machismo. Mientras impulsaba los derechos LGBTQ, un universo paralelo en línea empezó a generar mentiras: imágenes trucadas, memes vulgares y amenazas que lo perseguían en restaurantes y en la calle. Lo que había comenzado como oposición política se transformó en una campaña de desinformación a gran escala diseñada para destruir tanto su reputación como su seguridad.
La mentira del ‘kit gay’ que nunca murió
Una de las falsedades más tempranas —y más dañinas— surgió en 2011, cuando Jair Bolsonaro, entonces un congresista poco conocido, subió a la tribuna para afirmar que Wyllys había creado un “kit gay” para las escuelas. Bolsonaro pintó imágenes lúgubres de juguetes sexuales y biberones fálicos destinados a “convertir” a los niños en homosexuales.
La realidad era mucho menos escandalosa: se trataba de un conjunto de materiales educativos, financiados bajo el gobierno de Dilma Rousseff, para ayudar a los docentes a prevenir el acoso homofóbico. Pero el relato de Bolsonaro prendió.
“Creó pánico moral en una sociedad conservadora”, recordó Wyllys. “La prensa no filtró nada y la mentira se propagó como pólvora”.
Las invenciones se multiplicaron. Una semana lo acusaban de querer abolir el Día del Padre; la siguiente, de conspirar para legalizar la pedofilia. El constante golpeteo de calumnias lo llevó a evitar espacios públicos, saltarse conciertos y, finalmente, contratar guardaespaldas armados.
Para 2016, mientras el neoliberal Movimiento Brasil Libre (MBL) se movilizaba para destituir a Rousseff, los ataques alcanzaron una escala industrial. Grupos de Facebook y canales de YouTube inventaban nuevas conspiraciones a diario. Fuera de línea, activistas comenzaron a grabarse acosándolo en cafés y a publicar los videos para burla en redes. Ese año, cinco hombres persiguieron su auto en Río, lanzándole piedras mientras transmitían en vivo. “Sobrevivimos de milagro”, dijo.
Un punto de quiebre y cuatro años en el exilio
En el Congreso, las tensiones con Bolsonaro escalaron hasta confrontaciones físicas. “En los pasillos me empujaba, me llamaba basura”, relató Wyllys. El punto álgido llegó el 17 de abril de 2016, durante la votación del juicio político. Bolsonaro dedicó su “sí” a un torturador notorio de la dictadura, lo que llevó a Wyllys, en un momento de furia, a escupir en su dirección.
El incidente se volvió viral, avivando más a las turbas en línea. Dos años después, el asesinato de su colega del PSOL Marielle Franco —presuntamente ordenado por una milicia con conexiones políticas— hizo que la amenaza fuera aún más real.
Wyllys presentó 17 denuncias policiales por amenazas, entre ellas un mensaje que detallaba los puntos ciegos de las cámaras de seguridad del Congreso. Otro incluía fotos de la casa de su madre en Bahía y amenazas de “decapitar” a sus hermanas.
En enero de 2019, apenas tres semanas después de la investidura de Bolsonaro, Wyllys renunció a su escaño y abordó un vuelo fuera de Brasil. Pasó los siguientes cuatro años entre Nueva York, Berlín y Barcelona —estudiando, dando conferencias y lidiando con la depresión.
La máquina de difamación nunca se detuvo. Los hijos de Bolsonaro incluso intentaron vincularlo con el atentado con cuchillo contra su padre en 2018, una acusación falsa que luego fue retractada por orden judicial.
De vuelta a casa, pero aún en guardia
En 2023, Wyllys regresó a Brasilia. La capital se sentía más delgada, más silenciosa y más vigilada. Aun así, su apartamento pronto se llenó con las herramientas de su nueva misión: una tesis doctoral sobre desinformación, estanterías repletas de Hannah Arendt, análisis sobre Donald Trump y gastadas copias de 1984.
También publicó Falsolatria, un ensayo mordaz sobre la cultura de la mentira. “Necesitaba enfrentar el trauma”, dijo a EFE, bajo una pared de libros prohibidos que alguna vez fueron quemados por la dictadura brasileña.
No ha recibido amenazas directas en más de dos años, pero sigue en un programa federal de protección, obligado a informar cada viaje fuera de la ciudad. En línea, continúa debatiendo con detractores, a veces con tanta dureza que le ha acarreado represalias legales, incluida una condena por difamación contra el MBL.
“No ocupo ningún cargo ni quiero hacerlo”, dijo. “Pero me mantengo visible para demostrar que no podemos retroceder. Si dejamos el escenario, ganan los sinvergüenzas”.

Luchando por un espacio en una democracia frágil
Brasil sigue siendo el país más letal del mundo para personas LGBTQ, con 273 asesinatos en 2024, según el Grupo Gay da Bahia. Sin embargo, Wyllys cree que el clima político ha cambiado. Bolsonaro ya no está en el poder. Verificadores de datos independientes ahora marcan los bulos virales en minutos.
Aun así, la arquitectura de la desinformación —la misma maquinaria que alguna vez construyó el mito del “kit gay”— sigue incrustada en aplicaciones de mensajería encriptada y en radios sindicadas.
“Nuestra democracia puede ser frágil”, dijo, “pero es mía. Huir de ella sería traicionar a quienes creyeron que podía ayudar a construir algo mejor”.
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Afuera, una tormenta de la tarde estallaba sobre Brasilia. Adentro, Jean Wyllys se inclinaba sobre su escritorio, un bolígrafo en la mano y una frase inconclusa frente a él. Esta vez, la historia que escribía era la suya.
Citas y entrevistas cortesía de EFE.