VIDA

América Latina llora la pérdida de la voz resiliente del Dúo Dinámico

Manuel de la Calva, el compositor y cantante nacido en Barcelona que ayudó a definir el pop español en los años sesenta y más tarde regaló al mundo un himno moderno de perseverancia, ha fallecido en Madrid a los 88 años. A lo largo de España y América Latina, se multiplicaron los homenajes a la voz que, junto a Ramón Arcusa, se convirtió en la banda sonora de la juventud y la resiliencia, una que nunca dejó de invitar a cantar.

La sonrisa, el chaleco rojo y una banda sonora para la juventud

Fue el “alma” del Dúo Dinámico, recordado por su sonrisa radiante y su chaleco rojo que, junto a su compañero Arcusa, transformaron los escenarios de variedades y las pantallas de cine en salas de estar nacionales. Sus discos saltaron de la radio a los teatros—muchas veces junto a estrellas como Marisol—y luego cruzaron el Atlántico. Giras por Argentina, Chile, Perú, Venezuela, México y Colombia cosieron al dúo en el tejido emocional de América Latina.

Mucho antes de que el streaming pudiera crear fandoms globales de la noche a la mañana, De la Calva ayudó a inventar una versión española del fenómeno. Él y Arcusa se conocieron siendo adolescentes mientras trabajaban en una fábrica aeronáutica en Barcelona. En 1959, se lanzaron como The Dynamic Boys, versionando en español éxitos americanos e inspirándose en los Everly Brothers, Sinatra, The Platters y Los Cinco Latinos. Pronto descubrieron que sus propias composiciones podían estar a la altura de las versiones. Cuando fueron homenajeados con una medalla por más de 1.200 canciones, De la Calva bromeó que ellos “nunca se habían molestado en contarlas. Otros lo hicieron por nosotros”. Lo que le importaba era más simple: que el público se fuera tarareando.

De Benidorm a Eurovisión, y una llamada que lo cambió todo

La historia del pop español rara vez se cuenta sin el Dúo Dinámico en escena. Canciones tempranas como la hoy controvertida Quince años tiene mi amor y Quisiera ser los convirtieron en nombres familiares. Esta última, que obtuvo el segundo lugar en el Festival de Benidorm en 1960, los impulsó de simples imitadores a creadores de éxitos.

Pero fue una canción que escribieron para otra persona la que les aseguró un lugar en la leyenda del pop europeo. Su tema La, la, la estaba destinado a Joan Manuel Serrat. Cuando Serrat se negó a cantarlo en español en lugar de catalán, Massiel intervino y lo llevó a la primera victoria de España en Eurovisión en 1968, superando por poco a Congratulations de Cliff Richard. Para el dúo fue un extraño “casi”, pero demostró que su pluma podía moldear la historia musical tanto como sus propias voces. Aquella victoria ayudó a catapultar el pop español a una mayor circulación, mostrando su destreza tanto en la sombra como en el escenario.

Una canción que se negó a morir, regresando cuando el mundo más la necesitaba

A comienzos de los años setenta, mientras la música de protesta ganaba fuerza y España avanzaba hacia la transición, el dúo comenzó a desvanecerse del centro de la escena. Cuando regresaron, traían consigo una canción destinada a sobrevivirlos a todos. Resistiré, escrita por De la Calva junto al letrista Carlos Toro e inspirada en una frase casual del Nobel Camilo José Cela—“el que resiste, gana”—llegó en 1987 con una certeza modesta.

Ganó protagonismo en 1989 cuando Pedro Almodóvar la incluyó en su película ¡Átame! y, de manera asombrosa, décadas después, se convirtió en el himno de la pandemia. Desde los balcones de Madrid hasta las azoteas de Ciudad de México, desde patios limeños hasta edificios de Montevideo, la gente cantó Resistiré como promesa y salvavidas.

De la Calva solía decir que sus palabras eran “exactamente lo que sientes en la lucha por la vida”. Tenía pruebas: durante una hospitalización por cáncer en 2007, cantó la canción con las enfermeras que lo cuidaban. En ese momento, Resistiré era menos una balada pop que una oración. En una carrera llena de listas de éxitos y triunfos en festivales, fue este himno de perseverancia el que se volvió intemporal: un canto que se hizo más generoso con cada crisis que acompañó.

EFE/ Chema Moya

A través del océano y detrás del telón, una potencia autoral

El pasaporte del dúo estaba tan lleno como su catálogo. Conocieron a Nelson Riddle y Henry Mancini en un festival en Río, giraron incansablemente, y cuando no grababan como Dúo Dinámico, componían para otros. Sus huellas están en las canciones de Nino Bravo, Camilo Sesto, José Vélez, Ángela Carrasco y, de manera imborrable, Julio Iglesias. Soy un truhán, soy un señor y Me olvidé de vivir llevan su sello inconfundible.

De la Calva nunca perdió de vista por qué su sociedad perduró. Solía decir que su “matrimonio” duró porque el respeto nunca se quebró. Hubo competencia, sí, pero siempre subliminal, siempre con admiración. Su mayor orgullo, explicaba, fue haber traído color a “aquella España en blanco y negro”.

En América Latina, sus canciones se volvieron parte del tejido cultural: romance pulido y picardía suave que acompañaron bodas, reconciliaciones y viajes nocturnos en coche. Cuando le preguntaban por su favorita, De la Calva se inclinaba por Perdóname, porque muchos le habían contado que la canción había reconciliado parejas, salvado matrimonios e incluso “ayudado a la demografía”. Para él, esa era la aritmética más alta de la música: no las listas, sino las vidas cambiadas.

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La voz de Manuel de la Calva fue luminosa, pero su legado es aún más colorido. Ayudó a que España se escuchara a sí misma de nuevo y dio a América Latina un espejo en forma de canción. Y cuando el mundo necesitó un coro del cual sostenerse, él y su compañero ya lo habían escrito. La imagen que perdura es la que el público adoraba: Manolo, siempre sonriente con aquel chaleco rojo, acercándose al micrófono como si la siguiente canción pudiera reparar algo—y, por unos minutos, lo hacía.

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