VIDA

Argentina aplaude a Joaquín Sabina mientras la leyenda se despide

Joaquín Sabina, el legendario cantautor español, es considerado un hijo adoptivo en una ciudad que lo ha apreciado durante décadas. Comienza su gira de despedida en Buenos Aires, con un total de diez presentaciones.

El inicio de una conexión legendaria

Joaquín Sabina, el querido cantautor español de voz áspera y alma de poeta, regresó a Buenos Aires. La llama su “segunda casa, y a veces la primera”. A sus setenta y seis años, está de gira con Hola y Adiós, su tour de despedida. Llega con un cúmulo de recuerdos, canciones y sinceras despedidas a Argentina. Para esta serie de conciertos, ha elegido el Movistar Arena, en la ciudad que ha entretejido sus canciones en su propia identidad cultural. Con diez funciones con entradas agotadas, este escenario se ha convertido en el epicentro de los fanáticos que buscan absorber hasta la última nota del hombre que tantas veces ha declarado: “Si alguna vez desaparezco en Madrid, vengan a buscarme en Buenos Aires”.

La noche de apertura generó un entusiasmo que se extendió más allá del recinto. Muchos seguidores hicieron fila con la esperanza de entrar. Compartieron recuerdos de conciertos pasados, rememoraron sus canciones favoritas y se divirtieron con anécdotas sobre las bromas de Sabina en el escenario. A medida que esperaban, todos compartían una sensación de admiración. Pero esta emoción se intensificó cuando las luces se atenuaron y Sabina apareció. Más viejo, sí, pero sin perder un ápice de su magnetismo.

Un tapiz de sentimientos y canciones

Sabina comenzó con Lágrimas de Mármol, una canción que aborda el paso del tiempo, la mortalidad y la fugacidad de la vida. Durante el concierto, rompió constantemente la cuarta pared, conversando y bromeando con la audiencia como si estuviera en un bar de barrio. Sus palabras parecían escogidas con cuidado, pero al mismo tiempo espontáneas, reflejo de décadas transformando vivencias personales en poesía.

Durante poco más de dos horas, el repertorio de Sabina fue como un álbum de grandes éxitos interpretado en vivo. Canciones como Lo niego todo, Calle Melancolía, 19 días y 500 noches y Quién me ha robado el mes de abril llevaron al público en un recorrido por la historia del cantautor. A menudo, se refería a algunas de estas canciones como escritas “hace mil años”, lo que provocaba risas y vítores cariñosos entre los asistentes.

Entre cada tema, Sabina compartió historias sobre su conexión con Argentina. Explicó por qué ama Buenos Aires, describió la sensación de comodidad que siente en sus calles y recordó noches en bares llenos de humo donde se debatía sobre poesía y política. Desde su primer show en la ciudad, ha sentido una calidez constante. Para sus seguidores argentinos, estas anécdotas fueron un bálsamo que reafirmaba el lazo entre el artista y su público.

Ecos visuales y homenajes personales

Uno de los sellos distintivos de los conciertos de Sabina en esta gira son las ilustraciones proyectadas en las enormes pantallas detrás de él. Animaciones y dibujos—algunos creados por el estudio barcelonés Oyeme! y la artista valenciana Ana Juan—aportan una narrativa visual que complementa la música. Viejos videoclips se fusionan con nuevas piezas artísticas, creando un puente entre la nostalgia y la innovación.

Durante el espectáculo, Sabina hizo una pausa para enviar “un abrazo enorme” a Bahía Blanca, una ciudad que recientemente sufrió graves inundaciones. Este gesto solidario reflejó su empatía y su atención a la realidad del país. El aplauso que siguió fue distinto al de cualquier otra ovación de la noche; fue un aplauso de unión y apoyo, una muestra de preocupación compartida entre el público y el artista.

Otro momento emotivo llegó cuando Sabina presentó Una Canción para la Magdalena y Y Sin Embargo, dos temas que han trascendido generaciones. También interpretó Por el Bulevar de los Sueños Rotos, una canción cargada de melancolía e introspección. Sus versos pintaron un retrato de viajes poco convencionales a través de un mundo de desencanto y esperanza.

El público, sin necesidad de indicaciones, cantó cada estrofa al unísono, transformando el estadio en un coro de memorias compartidas.

Preparándose para el gran adiós

El concepto de Hola y Adiós es sencillo: Sabina saluda por última vez antes de despedirse definitivamente de los escenarios. Con su característico humor, bromeó antes del encore: “Eso fue el ‘hola’. Ahora viene el ‘adiós'”. Sin embargo, incluso en su última reverencia, queda claro que su música seguirá resonando en los bares, taxis y plazas de Argentina mucho después de que se retire.

Los seguidores de Sabina saben que ha superado problemas de salud y dificultades personales que podrían haber apartado a cualquiera del escenario. Pero aquí está, desafiando las expectativas, disfrutando la oportunidad de actuar y compartir sus historias con la pasión de siempre. El paso del tiempo no ha apagado su humor ni ha erosionado su inconfundible voz; al contrario, cada uno de estos rasgos se ha profundizado con los años. No lamenta el peso del tiempo; más bien, parece decidido a exprimir cada instante de alegría en esta despedida.

¿Por qué tantos argentinos se sienten atraídos por Sabina? Quizás porque expresa sentimientos universales: una mezcla de tristeza, humor, deseo y brutal sinceridad. Sus canciones tratan sobre el crecimiento, la pérdida y la condición humana, trascendiendo cualquier barrera. Para sus seguidores, sus conciertos no son solo espectáculos, sino reuniones con un viejo amigo.

Cuando las luces se encendieron y el público comenzó a salir, algunos tarareaban fragmentos de canciones, pero todos llevaban consigo la emoción que Sabina había dejado en el aire. Muchos ya tienen entradas para los siguientes shows, ansiosos por repetir la experiencia. Sabina no ha cambiado su esencia: se entrega al espectáculo, disfruta el reconocimiento y conserva una autenticidad que lo distingue.

A medida que se acerca la última función el 18 de abril, la emoción es palpable. Algunos se preguntan si esta despedida será definitiva—Sabina es conocido por sus sorpresas. Pero si este es el final, quienes estuvieron presentes atesorarán el recuerdo de estas diez noches como un regalo invaluable. Para un hombre que ha hecho de Buenos Aires su segunda casa, la ciudad siempre estará lista para recibirlo, celebrando al poeta español que los hizo bailar, reír, llorar y reflexionar en igual medida.

Lea Tambien: Cocina Indígena Amazónica Remodelando la Gastronomía de América Latina

Quizás ese sea el legado de Sabina: un músico, un poeta, alguien que nunca escondió sus imperfecciones. Y con eso, construyó una conexión inquebrantable con su público. Incluso en su despedida, sus palabras siguen resonando con fuerza. Es un testimonio de una vida dedicada a la música, la poesía y la narración sincera.

Related Articles

Botón volver arriba