ANÁLISIS

La ilusión de paz en Colombia: La retirada y las maniobras políticas de EMC

A pesar de la fachada de conversaciones de paz, la probabilidad de que el grupo rebelde Estado Mayor Central (EMC) firme un acuerdo de paz con el gobierno colombiano antes de que finalice el mandato del presidente Gustavo Petro en 2026 parece cada vez más dudosa, lo que revela una posición política estratégica más que una genuina compromiso con la paz.

Navegando el frágil camino de Colombia hacia la paz

En los últimos años, Colombia ha sido testigo de un tumultuoso camino hacia la paz, marcado por negociaciones entre varias facciones rebeldes y el gobierno. Entre ellos, el Estado Mayor Central (EMC), una facción disidente de los rebeldes de las FARC, ha surgido como un actor fundamental en los diálogos de paz. Sin embargo, un examen más detenido de sus acciones y declaraciones sugiere un enfoque falso, en el que las conversaciones de paz son una maniobra política más que un esfuerzo sincero hacia la resolución del conflicto.

La renuencia del EMC a comprometerse con un acuerdo de paz durante la administración de Petro indica sus cálculos estratégicos. A pesar de la confianza establecida entre el EMC y el gobierno, como lo reconoció un importante líder del EMC, Alexander Díaz Mendoza, la probabilidad de una solución rápida parece remota. Mendoza, también conocido como Calarcá Córdoba, admitió con franqueza que la firma “llevaría mucho tiempo”, frustrando las esperanzas de una rápida conclusión del prolongado conflicto de Colombia.

Esta renuencia a participar en negociaciones de paz significativas subraya las motivaciones subyacentes de la EMC. En lugar de buscar genuinamente un fin a la violencia que ha azotado a Colombia durante décadas, el grupo parece contento con el status quo, utilizando las conversaciones de paz como un medio para mantener su relevancia política y control territorial. Al prolongar el proceso de negociación, continúan ejerciendo influencia sobre el gobierno y al mismo tiempo evitan cualquier compromiso concreto de desarme o reconciliación.

Posturas políticas en medio de negociaciones de paz

Además, la postura del EMC refleja una tendencia más amplia entre los grupos rebeldes en Colombia, donde las negociaciones de paz sirven como plataforma para posturas políticas en lugar de intentos sinceros de resolución del conflicto. La promesa de campaña del presidente Petro de negociar la paz o acuerdos de rendición con grupos armados, incluida su antigua afiliación con un grupo rebelde, no se ha traducido en un progreso tangible hacia una paz duradera. En cambio, el gobierno se encuentra enredado en una red de negociaciones con varias facciones rebeldes, cada una de las cuales persigue su agenda mientras la violencia continúa sin disminuir en muchas partes del país.

La afirmación de Calarcá de que la sociedad civil colombiana en general debe apoyar cualquier acuerdo de paz resalta la conciencia del EMC de la necesidad de legitimidad y respaldo popular. Sin embargo, su negativa a considerar un alto el fuego multilateral con otros grupos armados subraya su enfoque limitado en la autoconservación y el control territorial. Al rechazar tales iniciativas, perpetúan un ciclo de violencia e inestabilidad, socavando aún más las perspectivas de una paz duradera en Colombia.

Además, la voluntad del EMC de suspender los secuestros durante las conversaciones revela una medida táctica destinada a obtener buena voluntad internacional en lugar de un compromiso genuino con los derechos humanos y la consolidación de la paz. Los secuestros han sido durante mucho tiempo una fuente de financiación para los grupos guerrilleros en Colombia, y la suspensión temporal de esta práctica por parte de la EMC es probablemente un gesto calculado para mejorar su imagen en el escenario global. Sin embargo, esos gestos superficiales contribuyen poco a abordar las causas profundas del conflicto o fomentar una reconciliación genuina entre las facciones en conflicto.

La conveniencia política de EMC en las conversaciones de paz

A la luz de estas observaciones, resulta evidente que la participación del EMC en las conversaciones de paz está impulsada más por la conveniencia política que por un deseo sincero de paz. Al prolongar las negociaciones y evitar compromisos concretos, mantienen efectivamente su estatus como actor relevante en el panorama político de Colombia, al tiempo que perpetúan un ciclo de violencia e inestabilidad. La administración del presidente Petro debe reconocer las tácticas falsas de la EMC y adoptar un enfoque más asertivo en las negociaciones de paz, priorizando el progreso tangible hacia el desarme, la reconciliación y la paz duradera para todos los colombianos.

Mientras Colombia continúa su búsqueda de la paz, el gobierno y la sociedad civil deben permanecer atentos a los gestos vacíos y las posturas políticas de los grupos armados. La paz genuina sólo puede lograrse mediante un diálogo sincero, la confianza mutua y un compromiso compartido para abordar las causas profundas del conflicto. La retirada y las maniobras políticas del EMC deben ser expuestas como lo que son: una estratagema cínica para prolongar su relevancia y mantener su control del poder. Es hora de que Colombia exija rendición de cuentas y un compromiso genuino de todas las partes involucradas en el proceso de paz, para que el país no quede atrapado en un ciclo de violencia e inestabilidad en los años venideros.

Para profundizar más en el enfoque falso del EMC respecto de las conversaciones de paz, es crucial examinar el contexto más amplio del conflicto de Colombia y el papel de los grupos rebeldes en la perpetuación de la violencia y la inestabilidad. Las raíces del conflicto de Colombia se remontan a décadas atrás, con varias facciones rebeldes surgiendo en respuesta a agravios sociales, económicos y políticos. Entre ellos, los rebeldes de las FARC fueron uno de los grupos insurgentes más destacados y duraderos, y libraron una guerra de guerrillas prolongada contra el Estado colombiano durante más de medio siglo.

Motivaciones y control de EMC sobre actividades ilícitas

Sin embargo, en 2016, un histórico acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y los rebeldes de las FARC generó esperanzas de una resolución duradera del conflicto. El acuerdo, firmado después de años de negociaciones, prometía abordar cuestiones críticas como la reforma agraria, la participación política y el tráfico de drogas. También esbozó un proceso para la desmovilización y el desarme de los combatientes de las FARC, así como medidas para la justicia transicional y la reparación de las víctimas.

Si bien el acuerdo de paz marcó un hito importante en la historia de Colombia, su implementación ha estado plagada de desafíos y reveses. A pesar del optimismo inicial, el proceso se ha visto empañado por la polarización política, los obstáculos legales y la violencia constante de varios grupos armados. Además, la elección del Presidente Petro, un ex guerrillero y firme defensor de la paz, no ha dado lugar al avance esperado en las negociaciones con las facciones rebeldes.

El EMC, formado por miembros disidentes de los rebeldes de las FARC que rechazaron el acuerdo de paz de 2016, representa un obstáculo importante para el proceso de paz en Colombia. En lugar de deponer las armas y abrazar el camino de la reconciliación, la EMC ha optado por continuar su lucha armada contra el Estado colombiano, perpetuando un ciclo de violencia e inestabilidad en las regiones donde mantiene influencia. Su negativa a entablar conversaciones de paz significativas o a respetar los acuerdos de alto el fuego subraya su compromiso de apoyar su condición de grupo guerrillero en lugar de buscar una paz genuina.

Una de las razones clave detrás del enfoque falso del EMC hacia las conversaciones de paz es su deseo de mantener su relevancia política y control territorial. Al igual que otros grupos rebeldes en Colombia, el EMC obtiene poder y recursos de su control sobre actividades ilícitas como el tráfico de drogas, la extorsión y la minería ilegal. Al prolongar el proceso de negociación y evitar compromisos concretos, pueden seguir influyendo en las comunidades locales y obteniendo rentas de actividades ilícitas.

Además, la participación del EMC en las conversaciones de paz les proporciona un barniz de legitimidad y reconocimiento internacional, permitiéndoles presentarse como partes interesadas en el proceso de paz de Colombia. Esto no sólo mejora su posición entre actores comprensivos dentro de Colombia sino que también facilita el acceso a foros y recursos internacionales. Al aprovechar su participación en las conversaciones de paz para obtener beneficios políticos, el EMC busca reforzar su imagen como actor legítimo y al mismo tiempo evitar el escrutinio por su continua participación en la violencia y actividades criminales.

Desafíos para lograr una paz duradera

Además de mantener su relevancia política, el enfoque falso del EMC hacia las conversaciones de paz también sirve para prolongar el conflicto y socavar los esfuerzos del gobierno colombiano por establecer una paz duradera. Al negarse a entablar negociaciones significativas o a respetar los acuerdos de alto el fuego, crean obstáculos al proceso de paz y perpetúan un clima de miedo e incertidumbre en las regiones bajo su control. Esto no sólo obstaculiza la capacidad del gobierno para ampliar la autoridad estatal y prestar servicios esenciales, sino que también socava la confianza pública en el proceso de paz.

Además, la negativa del EMC a considerar un alto el fuego multilateral con otros grupos armados pone de relieve su estrecho enfoque en la autoconservación y el control territorial. En lugar de priorizar el bienestar del pueblo colombiano o aprovechar la oportunidad de una paz integral, la EMC prioriza sus intereses por encima de todo. Este enfoque egoísta no sólo prolonga el sufrimiento de los civiles colombianos sino que también socava los esfuerzos para abordar las causas fundamentales del conflicto y construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
Además, la suspensión temporal de los secuestros por parte del EMC durante las conversaciones de paz es un gesto superficial destinado a mejorar su imagen internacional más que un compromiso genuino con los derechos humanos y la consolidación de la paz. Los secuestros han sido durante mucho tiempo una táctica utilizada por los grupos guerrilleros en Colombia para recaudar fondos y ejercer control sobre las poblaciones locales. Al detener temporalmente esta práctica, la EMC busca presentarse como un actor responsable en el escenario global mientras continúa participando en otras formas de violencia y actividad criminal entre bastidores.

A la luz de estas observaciones, queda claro que la participación del EMC en las conversaciones de paz está impulsada por intereses propios más que por un deseo genuino de paz y reconciliación. Si bien el gobierno colombiano y la comunidad internacional han invertido mucho tiempo y recursos en negociar con los grupos rebeldes, incluido el EMC, el progreso hacia una paz duradera sigue siendo difícil de alcanzar. Las tácticas falsas del EMC y su negativa a entablar un diálogo significativo socavan la credibilidad del proceso de paz y prolongan el sufrimiento de los civiles colombianos.

De cara al futuro, el gobierno colombiano y la comunidad internacional deben adoptar un enfoque más matizado y asertivo en las negociaciones de paz con grupos rebeldes como el EMC. Esto incluye responsabilizar a los grupos armados por sus acciones, imponer consecuencias por las violaciones de los acuerdos de alto el fuego y priorizar las necesidades y preocupaciones de las comunidades locales afectadas por la violencia. Además, deben intensificarse los esfuerzos para abordar las causas profundas del conflicto, como la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a servicios esenciales, a fin de crear las condiciones para una paz sostenible.

Exponiendo las tácticas de EMC para un futuro pacífico

Además, las organizaciones de la sociedad civil, los activistas de derechos humanos y otras partes interesadas son cruciales en el seguimiento y la promoción de la paz y la justicia en Colombia. Al amplificar las voces de las comunidades afectadas, documentar los abusos contra los derechos humanos y exigir responsabilidades tanto al gobierno como a los grupos armados, estos actores pueden ayudar a garantizar que las negociaciones de paz sean inclusivas, transparentes y respondan a las necesidades del pueblo colombiano.

Lea también: Diálogos de paz del ELN en Colombia: un viaje sin mapa ni destino

El enfoque falso del EMC hacia las conversaciones de paz subraya los complejos desafíos que enfrenta la búsqueda de la paz y la reconciliación en Colombia. Si bien el país ha logrado avances significativos en los últimos años para poner fin a su prolongado conflicto, la presencia continua de grupos armados como el EMC plantea un obstáculo sustancial para una paz duradera. Al exponer las tácticas cínicas de la EMC y exigir un compromiso genuino de todas las partes involucradas, Colombia puede acercarse a un futuro libre de violencia y conflicto, donde todos sus ciudadanos puedan vivir con dignidad y seguridad.

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