¿Podría una ecuación matemática salvar el sistema de salud colombiano?
Sí, replantear el sistema de salud colombiano con una ecuación nueva, más integral, podría salvar su futuro. Aun más importante, podría ayudar a las personas a tener mejores servicios de salud, más eficientes y oportunos. Al menos eso nos dicen Álvaro Riascos, Mauricio Romero y Natalia Serna, tres economistas colombianos –de la Universidad de los Andes, la Universidad de California e ICESI, respectivamente–.
Riascos, Romero y Serna publicaron recientemente un estudio que propone un pequeño pero significativo cambio en la forma en que las instituciones de salud colombianas –el Fondo de Solidaridad y Garantía (Fosyga) y el Ministerio de Salud y Protección Social– predicen el riesgo para cada EPS. ¿Por qué es esto importante? La estructura actual del sistema de salud colombiano funciona de la siguiente manera: las EPS reciben pagos del Ministerio de Salud antes de prestar los servicios a sus usuarios. El tamaño de estos pagos depende de los riesgos calculados para cada usuario asegurado. Hasta el momento, las variables en la ecuación para calcular el riesgo son edad, sexo y área de residencia. Parece un proceso bastante simple y no ha sido muy discutido por entidades públicas.
Sin embargo, en este caso, la sencillez del proceso perjudica su eficacia. Lo que Riascos, Romero y Serna descubrieron es que, a pesar de la utilidad de la metodología actual, está desperdiciando información valiosa que está disponible a través del Ministerio de Salud. Cuando los tres economistas agregaron la morbilidad, las tasas de hospitalización y otras variables sociodemográficas a la ecuación, les permitió predecir los riesgos con un 17% más de precisión. A primera vista, puede parecer un pequeño número. Pero, si se aplica correctamente, ayudaría al sistema de salud colombiano a ser más equitativo y justo.
El peligro de la ecuación actual es que las compañías de seguros de salud tienen un margen considerable para aumentar sus beneficios económicos. Dado que reciben los pagos antes de implementar sus servicios y el cálculo de tales pagos, como se ha dicho, es impreciso, las EPS tienen el incentivo de afiliar a personas sanas –con menor riesgo–. Es un cálculo simple: sabiendo que tienen el margen financiero para hacerlo, las EPS son, sin intención, alentadas a disminuir los costos –desafortunadamente, a expensas de los colombianos–.
Ciertamente, el trabajo de Riascos, Romero y Serna, por académico que parezca, es muy importante para el sistema de salud colombiano. La complejidad de su uso podría poner en peligro su influencia pero, evidentemente, vale la pena darle una oportunidad.
LatinAmerican Post | Juan Sebastián Torres