VIDA

Chile recibe a un contendiente inesperado: un querido actor con síndrome de Down busca la presidencia

La carrera presidencial de Chile, marcada por amargos extremos, de repente tiene una nueva voz. Sebastián Solorza, un actor de 43 años con síndrome de Down y reconocimiento nacional, lucha por reunir las firmas necesarias para postularse como independiente, ofreciendo empatía, equilibrio e inclusión en una nación dividida.

Entre extremos, una campaña basada en escuchar

Sebastián Solorza es un nombre familiar en Chile. Su rostro aparece en pantallas de televisión, en revistas y en Netflix, donde protagonizó el aclamado thriller Cromosoma 21. Ha recibido premios nacionales de actuación, saludado a fanáticos en programas matinales y construido una carrera que combina calidez con determinación.

Ahora, da un paso hacia un escenario muy distinto. Solorza quiere ser presidente: un candidato independiente que promete ser un “punto de equilibrio” en una arena política dominada por los gritos de la extrema derecha y la extrema izquierda.

“Yo escucho con el corazón”, dijo a AP, explicando que vivir con síndrome de Down le ha enseñado a valorar la empatía más que el volumen. Su plataforma propone inclusión, un sistema de salud y educación más sólidos, y calles más seguras, temas que presenta no como banderas partidistas, sino como necesidades cotidianas.

Las apuestas son altas y el reloj implacable. Chile vota el 16 de noviembre. Si ningún candidato gana en primera vuelta, habrá un balotaje en diciembre. Durante meses, la carrera ha sido un duelo entre José Antonio Kast, el líder de ultraderecha que perdió en 2021, y Jeannette Jara, la candidata comunista respaldada por la coalición gobernante. El mensaje de Solorza busca atravesar el ruido: igualdad, oportunidad y una voz más suave en un país acostumbrado a gritar.

En las calles, la fama se mezcla con el trabajo duro

La celebridad abre puertas, pero en la política chilena no reemplaza las firmas. Para inscribirse, Solorza debe reunir 35.000 apoyos notariados antes del 18 de agosto. Por ahora, lleva poco más de 600. Las matemáticas son duras.

Eso no lo detiene. En las calles de Huechuraba, donde es un rostro conocido en los cafés, su andar es lento porque no puede avanzar mucho sin ser interrumpido. Los baristas lo abrazan. Los adolescentes piden selfies. Los repartidores lo reconocen de Cromosoma 21. Cada encuentro sirve tanto como persuasión como prueba: él pertenece allí, entre votantes, pidiendo su respaldo.

En Valparaíso, simpatizantes se reúnen en las escaleras del Congreso para desearle suerte. “Que sea el pueblo quien decida nuestro futuro”, le dice un hombre. Entre turnos en su trabajo en la construcción y noches largas filmando o asistiendo a eventos, Solorza se reúne con parlamentarios, visita asociaciones de discapacidad y golpea puertas. El cansancio lo acompaña, pero él interpreta el esfuerzo en sí como una victoria.

“Mi candidatura abre una puerta”, dijo a AP, “para las personas con síndrome de Down, para las personas con discapacidad, para que alcemos la voz”. Carolina Gallardo, directora de la Fundación Down Up, coincide. Su campaña, afirma, “desmitifica los prejuicios que aún persisten en la sociedad” y redefine quién puede estar en el centro de la vida pública.

Criado por la música, impulsado por la televisión

El camino de Solorza comenzó en habitaciones modestas llenas de incertidumbre. Nació en los años 80, en una época en que la información sobre el síndrome de Down era escasa y el estigma, común. Los médicos no dieron a su madre, Jenny, respuestas claras. “Esos años fueron muy oscuros”, recordó. La familia se refugió en la música, alentándolo a cantar, tocar percusión y actuar.

La actuación se convirtió en su brújula. En escuelas especiales, se inclinaba más por los escenarios que por los libros, aprovechando cada oportunidad para interpretar. A los 18 años obtuvo una beca para un programa de teatro. Le siguieron años de perseverancia: papeles en obras, programas de variedades e innumerables entrevistas donde su humor y carisma conquistaban al público.

Luego llegó el gran salto. En 2022 interpretó a Tomy en Cromosoma 21, un intenso drama sobre un detective que intenta descubrir si un joven con síndrome de Down era testigo o sospechoso de un asesinato. La serie alcanzó rápidamente los primeros lugares en Netflix. Un año después, Solorza fue nombrado Mejor Actor Revelación en los Premios Caleuche, consolidando su lugar en la cultura chilena.

La política, sin embargo, lo recibió con aristas más duras. Críticos en redes lo descartan como poco preparado. Otros se burlan de la idea de un actor sin respaldo partidario. Él se encoge de hombros. “Sé que mi candidatura incomoda a muchos”, dijo a AP. “Pero estoy aquí para apoyar a las minorías”.

Para él, la campaña en sí es el punto: cada apretón de manos, cada reunión, cada conversación pública erosiona los prejuicios que ha enfrentado toda su vida.

Una apuesta difícil que amplía lo posible

Incluso sus aliados más cercanos admiten lo evidente: reunir 35.000 firmas en pocas semanas es una cuesta empinada. Las encuestas sugieren que Chile sigue atrapado en el duelo entre Kast y Jara, alimentado por la polarización y el temor al crimen. Los números de Solorza son pequeños. Sus posibilidades, reducidas.

Pero su candidatura ya desordenó el libreto. Al caminar con un portapapeles por las calles, pide a los chilenos imaginar una presidencia definida no por ideología, sino por empatía. Insiste en que la seguridad, la educación y la salud son compromisos compartidos, no armas partidistas. Su voz es suave, pero su mensaje apunta directo a las divisiones más dolorosas de la nación.

“Yo escucho con el corazón”, repite, y los chilenos se detienen a escucharlo. Sea en un café, frente al Congreso o en una calle concurrida de Santiago, logra mover las conversaciones del conflicto a la posibilidad.

La prueba que enfrenta no es un debate televisado ni una primaria partidista. Es una fecha límite y una pila de papeles. Si no logra el objetivo, Solorza promete tratar cada firma como un voto real por la inclusión y seguir construyendo espacio para los derechos de las personas con discapacidad. Si lo consigue, el país se verá frente a un candidato que ya lo ha obligado a reconsiderar las definiciones de ciudadanía y representación.

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De cualquier manera, Sebastián Solorza ya ha ampliado la imaginación de la política chilena. De un niño que encontró libertad en la música, a un actor que brilló en Netflix, a un hombre que hoy pide confianza en las calles: su vida misma es el argumento.

“Todos merecemos las mismas oportunidades”, dijo a AP. “Y yo he pasado mi vida demostrándolo”.

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