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Chile Viña del Mar aplaude ‘Infernodaga’ de Dani Ride en medio de un triunfo controvertido

En medio de fuertes reacciones de elogios y críticas, el cantante chileno Dani Ride impresionó al público del Festival de Viña del Mar con su canción “Infernodaga”. Grupos conservadores la criticaron, pero los fanáticos la adoraron. Este evento ha reavivado debates sobre la libertad de expresión y la identidad cultural.

Un debut poco convencional para un talento en ascenso

La presentación de Dani Ride en el Festival de Viña del Mar resonó más allá de las fronteras de Chile, generando tanto ovaciones como condenas. Subiendo al escenario con un atuendo impactante—una mezcla entre la formalidad tradicional y un estilo vanguardista—el artista interpretó “Infernodaga” ante 15,000 espectadores entusiasmados. El público de la Quinta Vergara mostró gran emoción, lo que se reflejó en la calificación del jurado: 5.6 de 7. Esta puntuación, que lo igualó a la concursante española Nia, confirma la fuerte presencia escénica de Ride y el carácter enérgico y transgresor de su canción.

“Infernodaga” llegó a Viña precedida de controversia, la cual solo se intensificó con el inicio del festival. Grupos religiosos y políticos criticaron sus referencias explícitas a símbolos cristianos, calificándolas de “sacrilegias” y “blasfemas”. Figuras clave de la Iglesia, como Fernando Chomalí, Arzobispo de Santiago, y políticos de extrema derecha, como José Antonio Kast, condenaron la canción. Argumentaron que la propuesta visual y lírica de Ride, percibida como una burla a las tradiciones religiosas, representa una forma de “perversión cultural”. Sin embargo, sus críticas no han impedido que “Infernodaga” gane una sólida base de seguidores, especialmente entre el público joven y los asistentes al festival con una mentalidad más abierta, quienes ven la canción como un símbolo clave de evolución cultural.

Ride esperaba una reacción fuerte, ya que la canción nació de una historia personal. La idea surgió cuando decidió contarle a su familia cristiana profundamente religiosa sobre su identidad sexual. Este momento tan emocional lo llevó a crear una “carta” musical para su madre. Ride combinó temas religiosos con una firme creencia en la libertad personal, buscando exponer la tensión entre las normas sociales y la identidad individual. Su mensaje no rechaza la fe, sino que cuestiona las interpretaciones rígidas de esta, iluminando la delicada línea entre la introspección y la desaprobación pública.

Los organizadores del festival, que han establecido una nueva alianza con la compañía de artes escénicas Bizarro y el grupo mediático Megamedia, se han mantenido en gran medida neutrales ante la controversia. Explicaron que un comité independiente fue el encargado de seleccionar las canciones en competencia y que no vieron la necesidad de intervenir en sus decisiones. Este enfoque neutral demuestra que Viña del Mar siempre ha sido un espacio para nuevas propuestas artísticas. Desde sus inicios, el festival ha generado y resistido controversias que a menudo reflejan el clima cultural y político más amplio de Chile.

Paralelos históricos en el escenario de Viña

El encendido debate en torno a “Infernodaga” no es la primera vez que el Festival de Viña del Mar enfrenta controversias vinculadas a la libertad de expresión. En 1988, una canción peruana titulada “No vas a hacerme el amor” fue retirada de la competencia en circunstancias que reflejaban el clima político de la época. Con el régimen de Augusto Pinochet acercándose a un referéndum clave—donde los chilenos votarían “sí” o “no” para extender su mandato—la canción incluía la palabra “no” un total de 37 veces en su estribillo. Este detalle fue ampliamente interpretado como un mensaje subversivo contra la dictadura, lo que llevó a las autoridades del festival a eliminar la canción antes de que pudiera generar un mayor impacto político.

Una tensión similar surgió en la edición anterior del festival cuando el artista mexicano Peso Pluma fue duramente criticado por supuestamente glamorizar la violencia y promover la narcocultura. Finalmente, el cantante canceló varias fechas de su gira en América Latina, incluyendo su participación en Viña. Mientras que muchos fanáticos consideraron que la reacción fue exagerada o una manipulación política, otros argumentaron que era necesario frenar la exaltación de la violencia vinculada al narcotráfico. Viña del Mar volvió a ser un escenario donde problemas sociales y políticos más amplios cobraron intensidad a través de la música, demostrando una vez más la influencia del festival.

En este contexto, Infernodaga se inscribe en una tradición en la que los artistas de Viña aprovechan su momento en el escenario para desafiar tabúes sociales. Mientras que el incidente de 1988 reflejaba una época marcada por el autoritarismo político, la experiencia de Ride muestra una versión contemporánea del cambio cultural, influenciada por actitudes en evolución sobre la religión, la sexualidad y la libertad personal. Cada controversia reafirma el papel constante del festival como un termómetro de la sociedad chilena, revelando los vínculos entre la tradición, la modernización y la libertad artística.

Un viaje personal anclado en la fe

Nacido en la región norteña de Antofagasta, Dani Ride desarrolló desde temprana edad un vínculo profundo con la música. Su madre cantaba en coros de iglesia, lo que lo expuso a la música litúrgica cristiana y, de manera indirecta, influyó en la carga emocional de su trabajo posterior. Durante su juventud, comenzó a subir versiones de canciones a YouTube, lo que rápidamente le otorgó reconocimiento. Como muchos talentos emergentes en América Latina, participó en programas de competencia musical—como Yingo y Factor X—donde su voz distintiva y su carismática presencia escénica lo hicieron destacar. Con el tiempo, la combinación de un amplio rango vocal, composiciones introspectivas y una voluntad sin filtros de experimentar lo convirtieron en una figura llamativa dentro del pop chileno.

Infernodaga ocupa un lugar destacado en Drama Pop (2021), el álbum que muchos críticos consideran su gran salto artístico. Basándose en sus experiencias personales—particularmente en la difícil reconciliación entre su identidad sexual y su educación religiosa—Ride construyó una narrativa que oscila entre la empatía y la rebeldía. La mezcla de temas religiosos con música bailable y una lírica profundamente personal hacen que la canción esté diseñada para provocar reacciones intensas. No es sorprendente que haya generado respuestas divididas en los sectores más tradicionales de Chile.

Algunos espectadores ven su propuesta como un desafío directo a las costumbres religiosas. Sin embargo, basándose en sus declaraciones en entrevistas y en fragmentos de su obra, su enfoque es más matizado. No busca rechazar su pasado religioso, sino resignificarlo y reinterpretarlo desde la aceptación y la autenticidad. Para él, las experiencias fundamentales de la fe—centradas en el amor, la empatía y la comprensión—se contraponen con las condenas que a menudo provienen de las jerarquías institucionales. Infernodaga se convierte en un espacio creativo donde estas tensiones emergen, dividiendo a quienes la ven como una obra inspiradora y a quienes la consideran irreverente.

A pesar de las olas de críticas, no hay duda de que Infernodaga ha elevado el perfil público de Dani Ride. La efervescencia en torno a la canción subraya la vigencia de la música en el discurso cultural del país, como un acto simbólico de transgresión que resuena más allá de los seguidores del pop. Para muchos jóvenes chilenos que enfrentan dilemas de identidad, la presencia de Ride en uno de los escenarios más icónicos de América Latina envía un mensaje claro: la autoexpresión tiene un espacio en la cultura mainstream, incluso cuando desafía normas profundamente arraigadas.

La competencia se intensifica en medio del fervor festivo

Tras su impresionante actuación en la primera ronda, Dani Ride se prepara para volver a competir. En la siguiente fase del festival, compartirá escenario con Santi Borda de Argentina, Gerónimo Sims de Bolivia, Nia de España, Cecille de Italia y Kakalo de México. Cada artista busca impresionar tanto al exigente público como a un jurado diverso, compuesto por periodistas locales, personalidades de la televisión y músicos reconocidos, como Claudio Narea—exintegrante de la legendaria banda de rock chileno Los Prisioneros—y Paolo Bortolameolli, un destacado director de orquesta. Estas figuras reflejan el objetivo del festival de equilibrar la popularidad con el arte de calidad. Las etapas finales de la competencia suelen captar la atención de todo el país, y la conversación en torno a Infernodaga ha aumentado aún más el interés del público. La generación más joven, que descubrió a Ride a través de plataformas digitales, desea que su poderosa expresión artística lo lleve a la victoria.

Aquellos que defienden valores tradicionales podrían preferir verlo derrotado. A través de estas opiniones divergentes, el festival reafirma su capacidad para generar debates significativos sobre los límites del arte. La Gaviota de Plata—el ansiado premio de Viña—se otorga al artista que mejor combine técnica vocal, presencia escénica y aprobación del público. El camino de Dani Ride sigue siendo el centro de atención: gane o no, la polémica en torno a Infernodaga lo ha colocado en el epicentro cultural de Chile. Aunque la canción ha alienado a ciertos sectores, ha conquistado a una nueva base de seguidores que lo ven como un símbolo de inclusión y autoafirmación.

A un nivel más profundo, el debate en torno a su presentación resalta el papel de Viña como algo más que un simple festival de música; es un reflejo de los cambios sociales en Chile. Mientras el país lidia con temas fundamentales como la equidad, la relación entre religión y Estado, y la libertad de expresión, el escenario de la Quinta Vergara se convierte en un escaparate de estos conflictos, iluminado por reflectores y frente a una audiencia multitudinaria.

Independientemente de si Infernodaga marca un cambio significativo o solo un episodio controvertido en la historia del festival, Dani Ride ha logrado compartir su filosofía de crecimiento personal con toda una nación. Eventos como este demuestran el poder de la música para unir o dividir a la sociedad. Su participación en el debate cultural ha sido tan influyente como su composición musical, evidenciando cómo la cultura popular nos impulsa a cuestionar nuestra identidad, nuestro lugar en la sociedad y la relación entre la fe y las decisiones personales.

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En un país que aún enfrenta las complejidades de su pasado conservador y una juventud que mira hacia el futuro, la edición 2024 de Viña del Mar será recordada por la controversia que desató Infernodaga. Ya sea como una señal de un cambio más amplio o simplemente como un desafío temporal a los valores tradicionales, las intensas discusiones en torno a la canción confirman el poder perdurable del festival para influir en el debate público. Por ahora, Dani Ride parece disfrutar de la ola de atención—polémica incluida—mientras fija su mirada en la Gaviota de Plata. Y mientras tanto, Chile observa, aplaude y debate, unido por una banda sonora que está lejos de ser convencional.

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