VIDA

Colectivo de poesía chileno convierte sitios bombardeados en literatura literal que cae del cielo

Un trío artístico chileno está reescribiendo la memoria de los bombardeos aéreos: los helicópteros que alguna vez ametrallaron a civiles ahora inundan las ciudades con decenas de miles de poemas. De Santiago a Róterdam, el colectivo Casagrande convence a los habitantes de mirar hacia arriba y ver versos, no violencia.

Cuando la metralla se volvió soneto

Poco después del atardecer del 23 de marzo de 2001, Santiago escuchó el inconfundible zumbido de las aspas—una banda sonora ominosa para quienes vivieron el golpe de 1973, cuando los Hawker Hunters incendiaron La Moneda. Esta vez, sin embargo, el vientre del helicóptero se abrió y liberó una tormenta de papel. “La gente estiraba los brazos como niños atrapando nieve”, recuerda la profesora Lila Díaz, quien guardó uno de los papeles en su billetera durante años.

Cada rectángulo tenía el tamaño de un separador de libros, llevaba un poema donado por escritores chilenos y caía flotando por el mismo espacio aéreo que antes había escupido napalm. Los artífices—los amigos universitarios Julio Carrasco, Cristóbal Bianchi y Joaquín Prieto—llamaron al acto un Bombardeo de Poemas. “Crecimos con la imagen del palacio en llamas”, dice Carrasco a EFE. “Revertir esa imagen fue como exhalar tras 28 años.”

Los académicos no tardaron en tomar nota. Un estudio de la Universidad de Warwick de 2016 sobre “poéticas aéreas” argumentó que Casagrande había inventado una “coreografía contra-militar”, reemplazando la gravedad letal por la gracia lírica. El trío decidió que la idea pertenecía a Santiago y a toda ciudad cuyos cielos alguna vez la traicionaron.

Un plan de vuelo para ciudades heridas

El método de Casagrande bordea la obsesión. Cada lanzamiento requiere meses de preparación: poetas locales aportan versos; voluntarios recortan, doblan y cuentan cada papel—nunca menos de 100,000. Los controladores aéreos deben aprobar una ruta tan baja y lenta que normalmente activaría alarmas antiterroristas. Luego viene la ruleta meteorológica. “El papel es una diva”, bromea Bianchi. “Una ráfaga puede dispersarte el presupuesto por la provincia vecina.”
Desde 2001, el grupo ha realizado bombardeos. Prefieren lugares marcados por la violencia aérea:

  • Dubrovnik, 2002 – Un gesto hacia el bombardeo yugoslavo de sus murallas medievales.
  • Guernica, 2004 – En el aniversario del ataque de la Legión Cóndor, un día de mercado.
  • Varsovia, 2009 – A 65 años del aplastamiento de su levantamiento desde el cielo.
  • Berlín, 2010 – Sobre una capital aún atormentada por los bombardeos soviéticos y de la RAF.
  • Londres, 2012 – Sobre la catedral de San Pablo, la noche del 72° aniversario del Blitz.

El mes pasado, Róterdam se sumó a la lista. A las 9:14 p.m.—la hora exacta en que la Luftwaffe nazi desató su blitz de 1940—el helicóptero se inclinó sobre la plaza del Markthal. Rineke Van Baal, curadora del evento, vio a sobrevivientes ancianos llorar mientras los más jóvenes alzaban los brazos hacia el cielo. “Se podía sentir cómo las décadas colapsaban en un solo aliento”, dijo a EFE. La policía luego confirmó que los espectadores recuperaron el 90% de los 125,000 poemas lanzados en menos de diez minutos.

EFE/ Colectivo Casagrande

Vientos políticos y permisos frágiles

Como los helicópteros evocan soberanía, los permisos dependen tanto del clima meteorológico como del político. “Este espectáculo no podría ocurrir hoy en Madrid”, dijo Bianchi, señalando que la lluvia de poemas sobre la Plaza Mayor en 2018 requirió el respaldo de la entonces alcaldesa Manuela Carmena, durante los festejos por los 400 años de la plaza. En Polonia y Alemania, Casagrande coordinó con fundaciones de memoria del Holocausto; en Londres, los versos descendieron cerca de la catedral de St. Paul en el centenario del Blitz. “Estas intervenciones solo ocurren en contextos democráticos con cierta distancia temporal de la violencia”, recalcó Prieto.

Aun así, los organismos de seguridad a veces se incomodan. Una solicitud de información pública de 2015, publicada por Der Tagesspiegel, muestra que la policía de Berlín debatió prohibir el evento hasta que la oficina de cultura del Senado intervino. Académicos de la Universidad de Potsdam escribieron después que el incidente probó cómo “los actos estéticos pueden reabrir debates sobre la soberanía aérea y la memoria colectiva”.

Próximos destinos: Buenos Aires y las sombras del Pacífico

La lista de deseos de Casagrande incluye Buenos Aires, bombardeada en 1955 durante el golpe contra Juan Perón, y las sombras nucleares de Hiroshima y Nagasaki. El trío también ha diseñado Panóptico, una instalación prevista para septiembre en el Palacio Pereira de Santiago: una silueta de malla de un Hawker Hunter suspendida sobre el patio neoclásico. Así, el avión enemigo aparece solo como un vacío recortado en el cielo en movimiento. “Los visitantes verán el jet dibujado por las nubes y la lluvia: una obra viva y cambiante”, explicó Carrasco, comparándolo con el diálogo inconcluso de Chile con su propio golpe.

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En la Revista de Historia Social, la historiadora chilena Sol Serrano argumenta que las sociedades postautoritarias necesitan “rituales de inversión” para transformar el trauma, y llama a los vuelos de Casagrande “carnavales portátiles de ocupación pacífica”. Sin embargo, los artistas se mantienen humildes. “Solo somos tres niños nacidos el año del golpe”, dijo Carrasco a EFE. “Lanzamos poemas para que la próxima generación mire hacia arriba y piense en palabras, no en aviones de guerra.”

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