VIDA

Cómo los latinoamericanos están reescribiendo el paisaje sonoro de España, un pódcast a la vez

Casi una de cada diez personas que viven hoy en España nació en América Latina. A medida que se multiplican las voces migrantes, surgen nuevos pódcast y programas de radio—no como piezas de nostalgia, sino como salvavidas que combinan noticias de sus países, consejos prácticos para sobrevivir y solidaridad cultural.

De una nota de voz en cuarentena a un salvavidas para peruanos

Cuando España se cerró en marzo de 2020, el periodista Marco Sifuentes estaba solo en un pequeño apartamento en Madrid. Como millones de personas, no tenía idea de cuánto duraría el confinamiento. Abrió su portátil y comenzó a grabar una breve nota de voz para su familia en Lima.

No era nada ostentoso—solo un resumen claro y sereno de las noticias del día sobre la pandemia. Pero para la semana siguiente, ya se había convertido en un hábito diario. Lo llamó La Encerrona, un guiño a la sensación de estar atrapado. Cuatro años después, es uno de los pódcast en español más escuchados en Europa, transmitido por Spotify, YouTube y WhatsApp a decenas de miles de peruanos en todo el continente.

“Quería darles a las personas algo a lo que aferrarse—información veraz, transmitida con cuidado”, dijo Sifuentes a EFE.

Investigadores de la Universidad Carlos III dicen que el programa llena un vacío. Los migrantes, argumentan, quieren algo más que titulares de su país natal—quieren noticias lo suficientemente cercanas como para importarles, pero contadas con una voz que suene a hogar. Es lo que los estudiosos de los medios llaman proximidad diaspórica: no solo informar, sino también anclar culturalmente.

Sifuentes mantiene cada episodio por debajo de los 15 minutos, dirigido a personas que escuchan en el bus o entre trabajos de limpieza. “Ese trayecto es el único momento que muchos tienen”, dice. Y esa pequeña ventana de atención ha convertido el programa en algo más que un pódcast—se ha vuelto un salvavidas.

Noticias, cumbia y el peso de la burocracia

En Valencia, el locutor colombiano Álvaro Hernández lleva casi dos décadas al frente de Todo Noticias. Es una mezcla entre radio hablada y línea de ayuda comunitaria.

Cada semana, los oyentes preguntan cómo inscribirse en la sanidad pública, renovar permisos de residencia o matricular a sus hijos en la escuela. Entre consultas, Hernández pone éxitos de cumbia y comenta sobre política desde Bogotá.

Llegó a España en 1999, sin papeles y con ansiedad. “Sé lo que es hacer fila por horas, sin saber si llevas el papel correcto”, contó a EFE. “Así que cuando alguien llama, lo siento. Yo estuve ahí”.

Según un estudio de 2024 de la Universidad Complutense de Madrid, este estilo híbrido—mitad periodismo, mitad clínica vecinal—tiene un efecto medible. Ayuda a los migrantes a navegar la burocracia, genera confianza y fortalece la participación cívica. Pero los medios nacionales aún no lo reconocen.

“Después de 25 años aquí, aún rara vez ves presentadores latinos en la televisión nacional española”, dice Hernández. “Seguimos en la periferia”.

Sifuentes coincide. Cree que incluso programas exitosos como La Encerrona existen fuera del sistema mediático, no dentro de él. “Hay un techo”, dice. “Ponemos el contenido, pero no somos el rostro del noticiero de las 9”.

El periodismo en el exilio no es solo político—es personal

Cristina Bolívar, conocida en YouTube como La Bolívar, huyó de Venezuela no solo por motivos económicos, sino por su seguridad. Como periodista en Caracas, fue golpeada por la policía y acosada en línea por denunciar la corrupción.

“Ser periodista en Venezuela es peligroso”, dice desde su nuevo hogar en Barcelona. “Cada día es una elección entre el silencio y el exilio”.

Ahora, sus videos se enfocan en desmentir la desinformación propagada por los medios estatales venezolanos. También produce videos cortos explicando las leyes de inmigración españolas, vías hacia la ciudadanía y derechos de asilo—usando con frecuencia el humor para romper el miedo.

Su trauma no es único. Un informe de 2023 de la Universidad de los Andes documentó más de 200 ataques a periodistas solo ese año en Venezuela. Colombia ocupa apenas el puesto 115 en el Índice de Libertad de Prensa 2025 de Reporteros Sin Fronteras, no muy por delante.

Incluso en España, el exilio deja huella. Estos periodistas dicen que cargan con sus cicatrices, pero las han convertido en combustible. Para Bolívar, eso significa informar sin censura. Para Sifuentes, significa emitir investigaciones sobre corrupción en Perú que serían peligrosas de transmitir allá.

Su trabajo no es solo informativo—es terapéutico. Y está redefiniendo lo que significa ser periodista en el exilio.

IG@instaocram

Una audiencia en crecimiento—y una nueva generación tras el micrófono

La población latinoamericana en España no es un nicho. Es una fuerza demográfica creciente—casi 4 millones de personas, frente a 1,3 millones en 2018, según datos del censo nacional. Y sus hijos ya están llegando a la mayoría de edad, con fluidez tanto en los códigos legales españoles como en los giros idiomáticos latinoamericanos.

Rosa Cerezuela, profesora de medios en Madrid, cree que estamos al borde de un auge mediático diaspórico, similar al que vivió Alemania con los locutores turcos en los años 90.

Bolívar sueña con presentar un programa de televisión en una cadena nacional española. Cita a los presentadores latinos de Univisión en EE. UU. como prueba de que las voces migrantes pueden atraer audiencias amplias. “Si lo construimos”, dice, “ellos vendrán”.

Sifuentes quiere que La Encerrona suene por los altavoces internos de los supermercados latinos. Hernández, ya cerca del retiro, busca un sucesor. “Las necesidades de la comunidad sobrevivirán a mi voz”, dice. “Estos programas deben sobrevivir a sus creadores”.

Lo que los une no es solo una historia de migración—es la creencia compartida de que el periodismo hecho por migrantes no es contenido de nicho. Es esencial. Une dos burocracias, dos culturas, dos ritmos de vida.

Y, sobre todo, habla con una voz que dice: estamos aquí.

En España, a medida que los acentos se diversifican y los barrios se transforman, un tipo distinto de medios está surgiendo—lentamente, en silencio, pero de forma inconfundible. Vive en audios de WhatsApp, estrenos nocturnos en YouTube y diales de radio apenas desviados del centro.

Lo que ofrece no es solo información. Es consuelo, representación y resistencia—entregados episodio a episodio, respuesta a respuesta, voz familiar a voz familiar.

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Créditos: Reportaje y entrevistas de EFE con Marco Sifuentes (La Encerrona), Álvaro Hernández (Todo Noticias) y Cristina Bolívar (La Bolívar); contexto académico de la Universidad Carlos III, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de los Andes, y estudios mediáticos de Rosa Cerezuela.

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