VIDA

Conflicto entre Paraguay y Bolivia Revive en Color gracias a Historiador Digital

Noventa años después de que Paraguay y Bolivia libraran la Guerra del Chaco, el artista Hugo Gunsett está devolviendo a la memoria ese conflicto en todo su color: ha coloreado a mano más de cien fotografías de archivo para que las nuevas generaciones puedan ver y cuestionar el campo de batalla más sangriento del siglo XX en Sudamérica.

Un Frente Olvidado, Ahora en Color Vivo

Durante décadas, la Guerra del Chaco (1932–1935), un conflicto brutal por un territorio árido, existía solo en blanco y negro. Fue ampliamente fotografiada, pero sin color, las imágenes parecían lejanas, su silencio apagaba el calor abrasador, el viento seco y la piel reseca.

Hugo Gunsett, diseñador gráfico paraguayo e historiador autodidacta, decidió que eso debía cambiar. “Quería volver a hacerla real”, dijo a la agencia EFE, hablando desde su estudio-dormitorio en Asunción, donde ha pasado los últimos diez años encorvado sobre una tableta digitalizadora.

Su proyecto apasionado, Álbum en Color: Héroes de la Guerra del Chaco, incluye ya más de 120 láminas recoloreadas. Los ministerios de cultura de Paraguay lo han declarado de interés público, y los docentes esperan ansiosos para usar su obra en las aulas.

Historiadores de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción afirman que las colorizaciones de Gunsett ofrecen algo que las estadísticas nunca pueden dar: una conexión visceral. Donde antes los estudiantes veían uniformes grises y paisajes planos, ahora ven soldados quemados por el sol, matorrales espinosos y la tensión distorsionada por el calor.

El Detective del Color

Cada imagen es un enigma. Gunsett parte de archivos militares y colecciones en línea y luego inicia sus “microinvestigaciones”.

Una foto icónica muestra a un capitán paraguayo y a un subteniente boliviano dándose la mano junto a un mojón fronterizo en junio de 1935. Durante años, nadie sabía quién era quién. Gunsett encontró una versión sin recortar de la foto, la comparó con registros de regimientos y finalmente identificó a ambos.

Luego vinieron los colores: verde “ka’a” para el uniforme paraguayo y caqui excedente estadounidense para el boliviano. Incluso investigó el cielo: los registros climáticos indicaban días nublados en esa región durante junio, así que, en lugar de azul postal, añadió nubosidad.

La académica María Luisa López, especialista en uniformes militares, confirmó que sus elecciones reflejan patrones de suministro auténticos. Esto no es conjetura artística: es reconstrucción.

Por supuesto, recolorear fotos históricas es controvertido. Algunos historiadores argumentan que puede distorsionar la memoria. Pero Brian Winston, historiador de medios de la Universidad de Exeter, ve valor en ello: “Colorear es interpretación, no falsificación”, sostiene, siempre que el artista sea transparente.

Gunsett está de acuerdo. Publica notas de investigación junto a cada foto, convirtiendo la posible controversia en una oportunidad educativa. Su trabajo se alinea con las directrices éticas del Consejo Internacional de Archivos, que apoyan la mejora digital con fines educativos, siempre que se documenten las alteraciones.

Rostros de una Guerra Poco Recordada

La obra de Gunsett no solo revive paisajes o campos de batalla. Resucita personas.

Una imagen poderosa muestra a un campesino paraguayo descalzo—conocido como “patapila”—cargando un fusil, granadas, carne seca y un trozo de un cañón de 75 mm sobre un campo agrietado. El término “patapila”, utilizado por los soldados bolivianos para burlarse de estos combatientes mal equipados, está inscrito débilmente en el margen de la imagen, lo que lleva al espectador a preguntarse qué significa.

Su coloración revela más que uniformes. Muestra piel quemada por el sol, labios partidos y ropa cubierta de polvo—detalles que hablan de una guerra librada no solo por generales, sino por campesinos, mineros y reclutas, muchos de ellos indígenas, enviados a combatir en condiciones extremas.

También devuelve la dignidad a quienes estuvieron del lado perdedor. Una de las fotos más conmovedoras muestra a un prisionero boliviano herido, su sangre filtrándose a través de un caqui hecho trizas. “Siempre quise mostrar ambos lados”, dice Gunsett. “De lo contrario, se convierte en propaganda”.

Su enfoque refleja las ideas de la socióloga Elizabeth Jelin, quien sostiene que representar la historia de manera simétrica puede ayudar a desmontar la mentalidad de “nosotros contra ellos” que perpetúa el resentimiento. El archivo de Gunsett, recientemente aceptado por el Archivo Nacional de Paraguay, acompañará ahora a los diarios de guerra, ayudando a futuros historiadores a construir lo que los archivistas llaman una “narrativa plural”.

Pintando la Paz con Píxeles

Hoy, Gunsett recorre escuelas con una laptop y un proyector portátil, mostrando sus imágenes a estudiantes que solo conocían la Guerra del Chaco en sepia.

Al principio, dice, repiten fechas y nombres de batallas de memoria. Pero cuando las imágenes a color aparecen en pantalla, el ambiente cambia. Los estudiantes empiezan a preguntar por qué murieron miles por un monte desértico. Preguntan qué es lo que importa.

“Noventa años después,” les dice Gunsett, “lo que importa es la paz entre pueblos hermanos.”

Ese mensaje cala. Un estudio del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales reveló que solo el 38% de los estudiantes de secundaria en Asunción y el 22% en Santa Cruz podían identificar las causas de la Guerra del Chaco. Tras participar en los talleres de Gunsett, esos números más que se duplicaron.

Espera animar algunas de las láminas para un cortometraje documental, aunque el financiamiento sigue siendo incierto. Aun así, el impacto ya es evidente.

Familias le han escrito, diciendo que reconocieron a sus abuelos en las imágenes. Una carta destaca especialmente:

“Ahora entendemos por qué el abuelo siempre hablaba del ‘polvo rojo’. El blanco y negro no podía mostrar eso.”

Gunsett sonríe al contar la historia. Ese polvo rojo—antes invisible—ahora vuelve a arremolinarse, píxel por píxel.

Lea Tambien: Brasil debate retirar fondos a la música funk que “glorifica el crimen”

A través del color, ha hecho más que revivir una guerra. Le ha dado a dos naciones una forma de ver el pasado sin distorsiones—y quizás imaginar un futuro con más memoria y menos mito.

Related Articles

Botón volver arriba