El argentino Brizuela desafía el auge del reggaetón y los corridos con su rock de “Espíritu Profundo”
Cuarenta años después de hacerse conocido como El Ángel del Rock, Laureano Brizuela está de regreso: más viejo, más sabio y más desafiante que nunca. Su nuevo álbum de estudio, Espíritu Profundo, lo une al ícono del rock mexicano Álex Lora y reivindica lo que él llama “el triángulo sagrado” de la música —melodía, armonía y ritmo— en un mundo que con demasiada frecuencia confunde el ruido con el arte.
De vuelta al estudio, de vuelta a los primeros principios
Para Brizuela, la decisión llegó como una melodía que no podía sacarse de la cabeza. “En enero decidí volver a grabar después de muchos años,” contó a EFE, “y después de mucho disgusto al ver lo desorientada que se había vuelto la industria discográfica.”
El artista nacido en Argentina, cuyos himnos de los años 80 resonaron en toda América Latina, no regresó para seguir una moda. Volvió para recordar al mundo por qué el proceso sigue siendo importante. “No puedo cambiar mi vida,” dijo. “Voy a seguir haciendo lo que quiero hacer: entrar a un buen estudio, con buenos músicos y buenas canciones.”
Espíritu Profundo no es solo un nuevo álbum, es un manifiesto. Combina material inédito con versiones reinventadas de sus clásicos, grabadas con músicos en vivo, instrumentos reales y el tipo de cuidado que los algoritmos no pueden imitar. Para Brizuela, cada toma es un pequeño acto de resistencia. “Es un desafío en tiempos de reggaetón y corridos tumbados,” dijo a EFE, calificando el proyecto como “un desafío, no de confrontación, sino de claridad.” Reconoce que la tecnología lo ha cambiado todo, pero se niega a dejar que lo cambie a él. “La respuesta no es rendirse,” afirmó. “Es el oficio.”
Un dúo que raspa y eleva
Entre los momentos más destacados del álbum está “La Mitad de un Corazón”, un ardiente dúo con Álex Lora —el vocalista ronco de El Tri, la banda que ayudó a definir el rock mexicano—. “Álex es un bluesman de corazón, aunque la gente lo vea como un rockero,” dijo Brizuela sonriendo.
La colaboración surgió rápido. Desde Buenos Aires, Brizuela envió la pista; en 48 horas, Lora devolvió su voz —áspera, cruda y perfecta—. “Me encantó su interpretación,” contó a EFE. “Su voz rasposa y la mía crean un contrapunto fascinante.”
Lo que construyeron no es nostalgia, es diálogo: dos veteranos abriendo espacio para la emoción en un paisaje dominado por listas de reproducción. Lora gruñe y Brizuela vuela; juntos evocan el sonido que recuerda de dónde vino el rock latino: del blues, de la calle, del sudor de los músicos reales.
La canción que da título al disco añade otra dimensión. “‘Espíritu Profundo’ es profundamente espiritual,” explicó Brizuela. “Está basada en el mensaje del Jordán: paz, fraternidad y amor entre los seres humanos.” Insiste en que no habla desde la religión, sino desde la experiencia. “No se trata de doctrina,” dijo a EFE, “se trata de humanidad.” En sus manos, el estudio se convierte en un santuario: un lugar para afinar no solo guitarras, sino el alma misma.
Resistencia cultural en la era del reggaetón
Brizuela no esconde su frustración con las listas de éxitos actuales. “Estamos rodeados de corridos tumbados, reggaetón y K-pop: música sin contenido,” dijo. Su voz se endurece. “El rock no es una pose. Es libertad. Es un mensaje.”
Cuando habla así, se oyen los ecos de los años 80 —de El Ángel del Rock, el álbum que le dio sus alas y también le valió censura en México—. “Un secretario de Gobernación tuvo que escuchar mi disco antes de que pudiera aparecer en televisión,” contó a EFE, mitad divertido, mitad incrédulo. “Nunca llegó al tema que daba título al álbum, que empezaba con ametralladoras y helicópteros. Si lo hubiera hecho, lo habrían prohibido de inmediato.”
Esa mezcla de humor y desafío es la firma de Brizuela. Entonces escondía sus mensajes en melodías; ahora lo hace frente a otro tipo de censura —la de los algoritmos y las tendencias—. “Resistir la mediocridad,” dijo, “sigue siendo parte del trabajo.”

México como hogar musical, el futuro como camino abierto
Para Brizuela, México es más que un mercado: es su patria artística. “México se convirtió en mi hogar musical,” dijo a EFE. “Fue donde floreció mi verdadero perfil como artista.”
A sus setenta y seis años, aún habla con la energía de un principiante. “Mi rango vocal no ha cambiado en cuarenta años; quizá ahora tengo más potencia y más madurez emocional,” comentó. La idea del retiro lo hace reír. “¿Retirarme de qué? ¿De vivir? La vida te retira sola. Mientras tenga fuerzas, seguiré grabando y cantando.”
Ya piensa en lo que viene: otra colaboración con Lora, un nuevo álbum en 2026 y quizá una pequeña gira. “Lo importante no es la moda,” dijo a EFE. “Es la honestidad. No importa qué tipo de música hagas; si es auténtica, ya ganaste.”
Espíritu Profundo podría haber sido un disco aniversario, una pieza de museo para conmemorar los 40 años de El Ángel del Rock. Pero Brizuela se niega a quedar encerrado en la nostalgia. Habla de cómo la tecnología ha transformado la distribución, de cómo la atención se reduce a segundos y de artistas que persiguen clics en lugar de oficio. Su respuesta es radicalmente simple: escribir mejores canciones.
Cree que la melodía sigue importando, que una letra aún puede decir la verdad, que un cantante todavía puede llevar fe —no en la religión, sino en las personas—. “No hay que gritar la rebeldía,” dijo en voz baja. “A veces basta con cantarla honestamente.”
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Cuarenta años después, Laureano Brizuela no huye del presente: lucha con él, con la misma gracia obstinada que alguna vez lo convirtió en El Ángel del Rock. El mundo se volvió digital, pero él apuesta a que el alma aún vende. Espíritu Profundo no persigue algoritmos. Persigue algo más raro: la permanencia. Y eso, precisamente, es lo que lo hace rock.




