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El fuego arrasa Creta y Atenas mientras Grecia combate una de sus peores crisis estivales

Tras días de intensa lucha contra las llamas, el incendio en la isla de Creta ha sido controlado, mientras un nuevo foco amenaza áreas residenciales al sureste de Atenas. El calor extremo, los vientos fuertes y la sequía complican las labores.

Incendio en Creta: tres días de asedio

El miércoles por la tarde, un incendio forestal de gran intensidad se desató en el este de la isla de Creta, desencadenando una crisis que obligó a evacuar de manera urgente a más de 5.000 personas, la mayoría turistas alojados en complejos vacacionales costeros. Las llamas se extendieron rápidamente impulsadas por fuertes ráfagas de viento y temperaturas superiores a los 40 grados, afectando nueve localidades.

Los bomberos movilizaron un amplio contingente, con cerca de 230 efectivos, 46 camiones cisterna, decenas de helicópteros y aviones, además de voluntarios locales. Las condiciones eran extremas: el fuego avanzaba cuesta abajo hacia zonas habitadas, amenazando viviendas, comercios, hoteles y áreas forestales. Los vientos, cercanos al nivel 9 en la escala de Beaufort, avivaban los focos, haciendo difícil cualquier estrategia de contención.

Después de más de 72 horas de lucha ininterrumpida, las autoridades anunciaron que el incendio en Creta estaba controlado. Persisten aún puntos calientes y zonas en vigilancia activa, pero se ha logrado frenar la expansión de las llamas. Equipos de emergencia permanecen desplegados para evitar rebrotes en un terreno aún seco y altamente inflamable.

El saldo provisional es desolador: decenas de viviendas dañadas o destruidas, más de 1.500 hectáreas de bosque y cultivos calcinados, varios complejos turísticos afectados y una infraestructura local considerablemente golpeada. Las imágenes de turistas abandonando hoteles a toda prisa y residentes colaborando con cubos de agua para defender sus propiedades han dado la vuelta al país.

Un nuevo frente cerca de Atenas

Mientras Creta comenzaba a respirar, otro incendio surgía el viernes en una zona boscosa entre las localidades de Galazia Aktí y Althea, a unos 30 kilómetros del centro de Atenas. Aunque de menor extensión que el de Creta, su cercanía a áreas residenciales y la velocidad con la que avanzaba provocaron una rápida alarma.

Las autoridades activaron una operación de evacuación en tres localidades costeras: Agios Dimitrios, Galazia Aktí y Althea. Más de 800 personas fueron alertadas mediante el sistema de emergencia móvil, con instrucciones claras de evacuar hacia la zona de Lagosini, situada en un área más segura. Se dispusieron rutas de salida vigiladas por la policía, y patrullas marítimas se posicionaron frente a la costa por si fuera necesaria una evacuación por mar.

Más de 120 bomberos, acompañados de decenas de vehículos especializados, 4 helicópteros y 2 aviones cisterna, trabajaron desde primeras horas de la mañana para contener el fuego. La velocidad de reacción fue clave para evitar un escenario más catastrófico. Si bien las llamas lograron alcanzar algunos jardines y patios de viviendas, el grueso del fuego fue contenido sin que se produjeran víctimas mortales.

El incendio ha sido parcialmente controlado, pero el riesgo de nuevos brotes persiste debido a las altas temperaturas y el viento reinante. La zona continúa en estado de vigilancia, con presencia reforzada de bomberos y protección civil.

Una combinación letal: clima, viento y sequía

Los incendios registrados en Creta y Atenas responden a un patrón que se repite en todo el sur de Europa: veranos cada vez más cálidos, prolongados y secos, en combinación con vientos extremos que convierten cualquier chispa en una amenaza inmediata. En el caso de Grecia, la situación se ha agravado especialmente este verano.

Las temperaturas han superado los 40 grados durante varios días consecutivos, mientras que los vientos fuertes, tanto del norte como del oeste, han servido como catalizadores naturales de los incendios. La vegetación, seca por la prolongada ausencia de lluvias, proporciona el combustible perfecto para que el fuego se extienda sin control.

Expertos climáticos advierten que el cambio climático está alterando los patrones estacionales en el Mediterráneo. No sólo se adelanta la temporada de incendios —que antes comenzaba en agosto y ahora lo hace en junio o incluso mayo—, sino que también se incrementa la severidad de los fenómenos. Cada verano es más caluroso y más largo que el anterior.

El viento, un factor tradicional en la propagación del fuego en zonas montañosas y costeras, se convierte en un enemigo aún más peligroso bajo estas condiciones. En los dos incendios recientes, las ráfagas alcanzaban velocidades difíciles de afrontar incluso con los medios aéreos más sofisticados, dificultando el lanzamiento de agua y espuma desde el aire.

Evacuaciones masivas y consecuencias humanas

En ambos frentes, el fuego obligó a tomar decisiones rápidas para salvaguardar vidas. En Creta, la evacuación incluyó a turistas de grandes complejos hoteleros, muchos de ellos alojados a pocos metros del mar. Se utilizaron barcazas, autobuses y vehículos particulares para desplazarlos a lugares seguros. Algunas personas tuvieron que abandonar sus pertenencias y documentación en la prisa por salir.

Se habilitaron refugios temporales en gimnasios, estadios y centros escolares. También se movilizaron médicos, psicólogos y personal de emergencia para atender a quienes sufrían crisis de ansiedad o lesiones leves. Aunque no se han reportado víctimas mortales, varias personas fueron hospitalizadas por problemas respiratorios derivados de la inhalación de humo.

En las afueras de Atenas, el miedo se extendió rápidamente entre la población, en especial en zonas donde los incendios del pasado dejaron profundas cicatrices. Muchos vecinos se organizaron por su cuenta, retirando ramas secas, protegiendo techos con lonas húmedas o construyendo cortafuegos improvisados. Las autoridades, sin embargo, recomendaron no enfrentar las llamas por cuenta propia.

El impacto emocional de estos incendios es alto. Las imágenes de niños evacuados, animales abandonados y casas rodeadas de humo han conmocionado a un país acostumbrado ya a los veranos infernales, pero aún vulnerable ante la fuerza incontrolable del fuego.

EFE@Achile Chiras

Una respuesta de emergencia sin descanso

La respuesta estatal ha sido amplia, aunque criticada por algunos sectores por no haber previsto antes el riesgo extremo que presentaba el clima de esta semana. Más de 350 bomberos han estado activos simultáneamente en ambos incendios, junto a decenas de vehículos pesados, medios aéreos, patrullas marítimas y personal de protección civil.

En Creta, los refuerzos llegados desde el continente jugaron un papel fundamental para lograr la contención del incendio. Las aeronaves cisterna, en especial, permitieron estabilizar las zonas más inaccesibles. En paralelo, grupos de voluntarios y vecinos se sumaron a las tareas de vigilancia, suministro y asistencia.

Cerca de Atenas, la velocidad en la respuesta fue determinante. En cuestión de horas, se coordinaron evacuaciones, bloqueos viales y despliegues aéreos. El uso del sistema de mensajería de emergencia 112 fue clave para dar instrucciones claras y evitar el pánico colectivo.


Funcionarios de alto nivel han visitado las zonas afectadas y prometido ayudas rápidas para la reconstrucción. También se han iniciado investigaciones para determinar si hubo negligencia, actividad humana o incluso acción intencionada en el origen de alguno de los incendios. Por ahora, la prioridad sigue siendo mantener bajo control las zonas calientes y evitar nuevos focos.

Verano de alto riesgo: el futuro inmediato

Los incendios de Creta y Atenas no son casos aislados. En lo que va del verano, Grecia ha registrado decenas de focos simultáneos en distintas regiones, muchos de ellos provocados por tormentas secas, negligencias humanas o fallos en instalaciones eléctricas. El país se encuentra en alerta máxima.

Se prevé que las temperaturas seguirán siendo elevadas en las próximas semanas, lo que aumenta la posibilidad de nuevos brotes. Las autoridades han instado a la población a evitar cualquier actividad de riesgo: desde barbacoas al aire libre hasta trabajos en zonas forestales. Se han intensificado también los patrullajes para detectar incendios en su fase inicial.

Además del impacto ambiental, económico y humano, el fenómeno deja una lección clara: la necesidad de adaptar políticas públicas, infraestructuras y protocolos de emergencia a una nueva realidad climática. La lucha contra los incendios ya no puede concebirse como un evento estacional, sino como una tarea permanente.

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En la mente de los griegos persiste la pregunta: ¿será este sólo el inicio de un verano aún más devastador?

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