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El fuego que devora Europa: una alerta para América Latina

Mientras Grecia enfrenta una de sus peores temporadas estivales por incendios forestales descontrolados, América Latina observa con atención. Las llamas que consumen Creta y las afueras de Atenas no solo representan una crisis local, sino un espejo del futuro climático que podría afectar con igual o mayor fuerza a nuestra región.

Una isla en llamas: el drama de Creta

La isla griega de Creta vivió días de auténtico infierno. Un incendio forestal declarado en la zona oriental arrasó con rapidez más de 1.500 hectáreas de terreno, obligando a evacuar a más de 5.000 personas, muchos de ellos turistas. La combinación de vegetación seca, altas temperaturas y fuertes vientos convirtió la emergencia en una carrera contrarreloj. Hoteles, viviendas y plantaciones quedaron atrapados en el trayecto de las llamas.

La respuesta del Estado fue masiva: más de 230 bomberos, apoyados por decenas de camiones cisterna, helicópteros y aviones, lucharon por contener el fuego. A pesar de los esfuerzos, el incendio se mantuvo activo durante al menos tres días, lo que da cuenta de su magnitud. Las autoridades, con ayuda de voluntarios y fuerzas locales, lograron evitar víctimas fatales, pero las pérdidas materiales son considerables.

Este episodio es solo un ejemplo más de cómo el cambio climático está acelerando y agravando los desastres naturales. La temporada de incendios en Europa, que tradicionalmente comenzaba en pleno verano, ahora se adelanta a junio. Las condiciones extremas ya no son una excepción sino la nueva norma. En lugares como Creta, altamente dependientes del turismo, la afectación es doble: ambiental y económica.

Atenas bajo amenaza: fuego cerca de la capital

Mientras los focos en Creta comenzaban a ser controlados, otro frente se encendía cerca de la capital griega. En zonas costeras del Ática, como Galazia Aktí y Althea, un incendio de rápida propagación obligó a evacuar al menos a 800 personas. A tan solo 30 kilómetros de Atenas, la emergencia despertó la alarma de una posible catástrofe metropolitana. Los bomberos desplegaron más de 120 efectivos y recursos aéreos para frenar la expansión.

La cercanía con zonas urbanas convirtió el operativo en una misión de alto riesgo. Las llamas llegaron a patios y jardines de residencias, pero gracias a una rápida reacción no se reportaron muertes ni daños estructurales graves. El ministro de Protección Civil destacó la preparación y capacidad de respuesta, aunque reconoció que la situación podría haberse salido de control en cuestión de horas.

Este patrón —incendios simultáneos en distintas regiones— es un fenómeno que se ha vuelto común en países con alta presión climática. Y aunque se trate de Europa, las similitudes con América Latina son claras: aumento de temperatura, vientos intensos y acumulación de material inflamable en zonas rurales o urbanas mal planificadas.

La proximidad del fuego a Atenas también pone en debate la resiliencia urbana frente a eventos extremos. ¿Qué tan preparadas están nuestras ciudades latinoamericanas ante un escenario similar? Desde Santiago hasta Quito o Ciudad de México, el riesgo de incendios periurbanos es real y creciente.

Clima extremo: una tormenta perfecta

Los incendios en Grecia no son producto del azar. La temperatura ha superado los 40 °C en varios puntos del país, mientras que los vientos, clasificados en nivel 9 de la escala Beaufort, han actuado como aceleradores naturales del fuego. La sequía prolongada y las olas de calor más frecuentes configuran una tormenta perfecta para que cualquier chispa se convierta en un desastre.

Expertos climáticos señalan que el cambio climático no solo incrementa la intensidad de estos eventos, sino que los hace más difíciles de predecir. La duración de las temporadas secas se ha extendido, dejando menos tiempo para la regeneración de ecosistemas y la preparación de infraestructuras antiincendios. Además, la falta de políticas preventivas amplía el margen de vulnerabilidad.

Para América Latina, esta tendencia es alarmante. En países como Bolivia, Brasil, Argentina o Chile, las olas de calor han sido cada vez más intensas. En 2023 y 2024 se registraron temperaturas récord y cientos de miles de hectáreas fueron arrasadas por incendios forestales. Lo que ocurre en Grecia hoy puede ser lo que ocurra en la Amazonía, el Chaco o la Sierra Madre mañana.

Además, las condiciones climáticas extremas afectan no solo al medio ambiente, sino también a la salud pública, la seguridad alimentaria y la estabilidad económica. El vínculo entre clima y pobreza se vuelve más evidente, ya que las poblaciones más vulnerables son las que menos recursos tienen para adaptarse o escapar del fuego.

Lecciones de Grecia para América Latina

La experiencia griega ofrece valiosas lecciones para los países latinoamericanos. En primer lugar, la evacuación temprana y ordenada fue clave para evitar víctimas. La capacidad de coordinación entre autoridades locales, protección civil y fuerzas armadas permitió una respuesta rápida en múltiples frentes, algo que en nuestra región todavía es un desafío logístico.

En segundo lugar, la inversión en tecnología —como aviones cisterna, drones y sistemas de alerta temprana— demostró ser esencial. Muchas zonas de América Latina carecen de estos recursos o los utilizan de forma reactiva, no preventiva. La creación de centros regionales de monitoreo climático y de riesgos sería una medida eficaz para mejorar la respuesta ante incendios y otros desastres.

En tercer lugar, es urgente reforzar la educación ambiental. La mayoría de los incendios forestales comienzan por negligencia humana: fogatas mal apagadas, quemas agrícolas no controladas, residuos inflamables. Generar una cultura de prevención es tan importante como contar con camiones cisterna o helicópteros.

Finalmente, el caso griego muestra que ningún país está exento. Ya no se trata solo de regiones tradicionalmente secas o propensas al fuego. Las llamas pueden aparecer en zonas costeras, turísticas o urbanas, lo que obliga a replantear la planificación territorial y la gestión del riesgo.

EFE@Achile Chiras

Prepararse para lo inevitable

Los incendios en Grecia no son un hecho aislado, sino parte de una crisis climática global en evolución. Y América Latina, con su inmensa biodiversidad y vulnerabilidad socioeconómica, tiene mucho que perder. Las políticas públicas deben actuar con anticipación: fortalecer brigadas forestales, fomentar alianzas regionales, invertir en infraestructura resiliente y asumir que el fuego ya no es una excepción, sino parte de una nueva normalidad.

Esto también implica una mirada crítica hacia el modelo de desarrollo. La expansión urbana desordenada, la deforestación y la agroindustria intensiva aumentan el riesgo de incendios. Sin cambios estructurales, cualquier avance técnico será insuficiente. La sostenibilidad debe dejar de ser un concepto aspiracional y convertirse en la columna vertebral de las decisiones políticas y económicas.

A nivel internacional, América Latina puede aprender del modelo de cooperación europeo. La solidaridad entre países mediterráneos, el intercambio de recursos aéreos y el apoyo técnico entre agencias son ejemplos replicables. Desde el Mercosur hasta la Comunidad Andina, la prevención y respuesta ante desastres deben ser prioridades compartidas.

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En definitiva, el fuego que arrasa Creta y se aproxima a Atenas es una advertencia encendida para todo el planeta. Grecia combate una crisis visible, pero el humo de esta tragedia debería nublar la indiferencia latinoamericana. Prepararse, adaptarse y actuar es la única forma de no quedar atrapados entre las llamas del descuido y el calentamiento global.

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