Bad Bunny redefine la fama global, con una carrera construida sobre el riesgo y la identidad puertorriqueña
De empleado de supermercado en Puerto Rico a fenómeno global de la música latina, Bad Bunny ha convertido la negativa, la alegría y una autenticidad obstinada en un modelo de carrera, informa Vogue, transformando la manera en que un artista puertorriqueño navega la fama, la política y la cultura pop.
De Vega Baja al centro del mundo
Entra casi de forma anónima a una sala de conferencias en el hotel Fontainebleau de Las Vegas, con la capucha puesta, la gorra baja y lentes oscuros envolventes. Solo cuando se quita las gafas de sol y el café llega a la mesa —tres shots, leche de avena, azúcar— Benito Antonio Martínez Ocasio, 31, se revela por completo. Al día siguiente de esta entrevista con Vogue, la estrella puertorriqueña recogerá cinco de sus 12 nominaciones al Latin Grammy, incluyendo Álbum del Año, por su sexto proyecto de estudio, Debí Tirar Más Fotos, lanzado en enero de 2025. Pero incluso antes de los trofeos, ya está en esa zona inconfundible: vibrante pero con los pies en la tierra, divertido pero enfocado.
Bromea con Vogue diciendo que acaba de salir de una ‘prueba de vestuario histórica’, pero lo que queda no es la ropa; es la forma en que habla del proceso. Comparando la búsqueda del look perfecto con escribir una canción, revela su paciencia y dedicación, animando a los lectores a respetar su autenticidad y disciplina creativa.
Debí Tirar Más Fotos es, como señala Vogue, un álbum conceptual cuidadosamente construido sobre Puerto Rico y la puertorriqueñidad, inspirado en tradiciones jíbaras asociadas a figuras como Chuíto el de Bayamón, la salsa clásica de los años 70 forjada por migrantes puertorriqueños y latinos en Nueva York, y el reggaetón contemporáneo. Académicos que escriben en Latin American Music Review y Journal of Latin American Cultural Studies han argumentado que el reggaetón funciona tanto como pista de baile como archivo, preservando la memoria del barrio en medio de la globalización. Benito asume ese papel: el álbum suena como una fiesta y se lee como un estudio de una isla que ha sobrevivido al imperio, crisis de deuda y huracanes.

Una carrera construida sobre el riesgo, la versatilidad y la negativa
Mucho antes de los escenarios de los Latin Grammy y los anuncios del Super Bowl, había un joven en Vega Baja, acomodando estantes en un supermercado Econo y subiendo canciones a SoundCloud. Con unos 22 años, ya circulaba temas que llamaron la atención de su conocido de la secundaria, Janthony Oliveras, quien cuenta a Vogue que de inmediato sintió que había “una gran diferencia” en la música de Benito. Janthony se convirtió en mánager, promotor e incluso DJ, a pesar de saber poco del oficio, organizando fiestas y asegurándose de que les pagaran. La infraestructura era mínima, pero la visión no.
Esos primeros años no fueron glamorosos. Como recuerda Janthony, el dinero era escaso; había jeans, algunos tenis memorables y una bandana anudada como Tupac. Pero incluso entonces, Benito insistía en verse y sonar como él mismo. Esa resistencia a ser moldeado se volvería un rasgo definitorio. “No me gusta cuando siento que no me he vestido yo mismo”, le dice a Vogue, una frase que suena menos a un comentario sobre ropa y más a un manifiesto sobre el control de su imagen y su trabajo.
La velocidad de su ascenso ya es leyenda. Para cuando X100Pre llegó el 24 de diciembre de 2018, ya había sido coronado como una especie de Rey del Trap Latino, colocado más de una docena de canciones en las listas latinas de Billboard, colaborado con Cardi B en el éxito “I Like It” y realizado una gira mundial por Estados Unidos, América Latina y Europa. “Todo empezó a crecer tan rápido”, recuerda Janthony a Vogue. Académicos en Popular Music and Society han descrito este periodo como el momento en que la música urbana en español dejó de orbitar el pop estadounidense y empezó a atraerlo hacia su propia gravedad. Benito fue uno de los principales motores de ese cambio.
Desde El Último Tour del Mundo en 2020, cada álbum ha alcanzado el número uno tanto en las listas estadounidenses como latinas de Billboard. Se convirtió varias veces en el artista más escuchado de Spotify, incluyendo 2021, cuando no lanzó ningún disco nuevo, y Un Verano Sin Ti de 2022 se convirtió en el primer álbum de un artista latino en superar los 10 mil millones de reproducciones. Economistas que escriben en el Journal of Cultural Economics señalan este momento como prueba de que las barreras idiomáticas en el pop global se han erosionado; el algoritmo ahora habla español con acento caribeño.
Pero su ambición no se limita a las listas musicales. Benito ha incursionado en otras industrias con la misma negativa a ser solo un turista. Ha actuado en Narcos: México, intercambiado golpes con Brad Pitt en Bullet Train y aparecido en Caught Stealing de Darren Aronofsky junto a Austin Butler y Zoë Kravitz, antes de sumarse a Happy Gilmore 2 con Adam Sandler. La comedia le resultó tan natural que ha sido anfitrión de Saturday Night Live dos veces. Luego llegó la lucha libre profesional: como fan de toda la vida y luchador con título en la WWE, se entrenó obsesivamente para dominar movimientos de alto riesgo en vez de conformarse con una aparición de celebridad. El hilo conductor es el respeto; si entra a un mundo, estudia su lenguaje y lo habla con fluidez.
Para enero de 2025, cuando Debí Tirar Más Fotos llegó al número uno en América y más allá, Bad Bunny ya no era solo una estrella musical; era una institución cultural. En septiembre de 2025, fue anunciado como artista principal del show de medio tiempo del Super Bowl 2026, que se espera sea interpretado casi completamente en español, el primero de ese tipo a esa escala. Consultado por Vogue sobre sus planes, solo ofrece un travieso: “Sé que algo está pasando, pero no sé exactamente qué va a pasar”, manteniendo el misterio y el poder en sus propias manos.

La identidad puertorriqueña como brújula en una tormenta global
A pesar de los números globales, el centro de su mapa sigue siendo una pequeña isla. Las escenas más reveladoras del reportaje de Vogue ocurren en el Coliseo de San Juan, donde realizó una residencia de 31 shows. Rodeado de una banda y un clóset de ropa, Benito reconstruye el mundo que lo formó: fiestas de patio, bromas de barrio, invocando un sentido de humildad y comunidad que resuena profundamente con los lectores.
Cuenta a Vogue que esas noches fueron “las más divertidas”, porque cada viernes improvisaba looks para los shows del fin de semana, pensando a menudo: “Ah, así era como me vestía antes. Era muy freestyle”. Esto era menos costoso que viajar en el tiempo, una forma de mantener presente al chico de Vega Baja junto al artista global. Los fans respondieron igual. Llegaron al Choliseo en pavas, shorts con la bandera de Puerto Rico, uniformes escolares tradicionales y recreaciones de sus looks pasados. En redes sociales, publicaron fotos de infancia con trajes típicos, declarando que habían encontrado su atuendo para el concierto. “Ver toda la diversidad en mis shows”, cuenta a Vogue, desde jóvenes hasta mayores, y ver cómo todos interpretan Debí Tirar Más Fotos y lo que significa ser puertorriqueño, fue de las cosas que más me impresionaron y que más disfruté”.
En ese intercambio, el artista montando un archivo vivo y el público respondiendo con sus propios recuerdos, se puede ver la filosofía personal que sustenta su carrera. Investigadores en Centro Journal y Latin American Research Review han señalado cómo los artistas puertorriqueños contemporáneos navegan el estatus colonial, la diáspora y la precariedad económica convirtiendo la actuación en una forma de crear comunidad. Benito lo hace a gran escala: cada show se convierte en una fiesta patronal secular, parte protesta, parte terapia, parte pista de baile.
En el centro de este huracán de proyectos hay un círculo sorprendentemente pequeño y leal. El director creativo Janthony Oliveras sigue siendo su principal colaborador y espejo. Benito cuenta a Vogue que incluso cuando armaba piezas para La Casita, la aprobación que buscaba era la de Janthony, y que de él aprendió una regla simple: si compras algo, úsalo ahora; no esperes la mítica ocasión especial. “No puedes guardar las cosas para una ocasión especial”, insiste. Para una generación en América Latina criada entre crisis e incertidumbre, eso suena menos a un consejo de estilo que a una estrategia de supervivencia: la vida misma es la ocasión especial.
Quienes lo rodean describen a un hombre que sabe exactamente quién es. El estilista Storm Pablo cuenta a Vogue que “siempre sabe lo que quiere hacer” y que su mayor temor es parecer un maniquí, otra vez, una metáfora que funciona tanto para sus contratos y guiones como para la ropa. Incluso en interacciones pequeñas, como admirar los anillos del entrevistador y tomar una foto para compartir con sus colaboradores, se muestra infinitamente curioso, siempre escaneando el mundo en busca de detalles que puedan formar parte de la siguiente historia.
A pesar de los superlativos, los múltiples Grammys ganados y nominaciones, los récords de reproducciones, las giras en estadios y ahora un escenario de Super Bowl, Benito se aferra a cierta humildad. Ser nombrado uno de los mejores vestidos del año por Vogue es “algo cool”, concede, porque significa que a la gente le gustó lo que hizo, pero no lo convierte en “la persona mejor vestida del mundo”. Cuando le preguntan quién podría ser, finalmente elige a alguien que “nunca falló durante los 31 shows de mi residencia” y lo hizo “sin estilista”: su mami. En esa respuesta, como en gran parte de su trabajo, la mayor estrella puertorriqueña del mundo apunta de regreso a las personas y lugares que lo formaron primero, y nos recuerda que su verdadero proyecto nunca ha sido dominar las listas, sino demostrar que un chico de un pueblo costero puede llevar su isla a cada escenario y aún reconocerse en el espejo.
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