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El arte monumental del colombiano Fernando Botero encanta a Roma en una exposición histórica

Las icónicas esculturas del artista colombiano Fernando Botero hacen su histórica primera aparición en Roma, cautivando tanto a lugareños como a turistas con una exhibición única al aire libre en las plazas más emblemáticas de la ciudad.

Por primera vez, el gran mundo del artista colombiano Fernando Botero cobra vida en Roma. Desde este miércoles, peatones y turistas podrán maravillarse con ocho de sus esculturas más reconocidas. Estas piezas, ubicadas estratégicamente en lugares icónicos como Piazza del Popolo y Piazza di Spagna, crean una galería al aire libre que habría conmovido profundamente al propio maestro, según su hija Lina Botero, quien también funge como curadora de este Excepcional exposición titulada “Botero en Roma”. Este evento monumental marca un capítulo importante en la historia del arte de Roma y del mundo.

La decisión de albergar esta exposición en el centro histórico de Roma es particularmente conmovedora. En declaraciones a la agencia de noticias EFE, Lina Botero reflexionó sobre la vinculación de su padre con estos espacios: “Es un privilegio enorme para nosotros”, señaló, “pero a él le hubiera emocionado ver sus obras en lugares romanos tan emblemáticos”. Las esculturas, cada una de las cuales es una obra maestra del arte volumétrico, se ubican en el contexto de la arquitectura eterna de Roma, trazando un fascinante paralelo entre el arte moderno colombiano y la estética histórica italiana.

Retos y Triunfos de la Exposición

La instalación de las ocho esculturas fue una hazaña de “extrema complejidad”, exacerbada por las numerosas renovaciones en curso en toda la Ciudad Eterna en preparación para el Jubileo de 2025. Estas obras han llegado hasta aquí tras “más de 25 exposiciones en otros lugares simbólicos como los Campos Elíseos de París”, relata Lina Botero. La exposición de París de 1992 marcó el inicio de un “viaje extraordinario” que llevó estas esculturas a lugares como Park Avenue de Nueva York, Rodeo Drive de Los Ángeles, Paseo de Recoletos de Madrid, Puerta de Brandenburgo de Berlín e incluso lugares lejanos. lugares remotos como Shanghai y Hong Kong. Este viaje global añade una capa de anticipación y entusiasmo a la exposición de Roma.

La ciudad de Roma ha diseñado “un paseo romano con Botero”, empezando por sus “Venus durmiente” (1994) y “Mujer reclinada” (2003), colocadas en la Terraza del Pincio en el parque de Villa Borghese, ofreciendo una vista sublime de la Piazza del Popolo donde se exhibe “Adán y Eva” (1992). El viaje continúa por la bulliciosa Via del Corso hasta Largo Lombardi, adornado por “Caballo con bridas” (2009), mientras que el voluminoso “Gato” (1999) cautiva a los visitantes en la Piazza di San Lorenzo en Lucina. A continuación, una “Mujer sentada” (2003) observa a la multitud desde la Piazza di San Silvestro. Estas esculturas no sólo cuentan una historia sino que también realzan el paisaje visual de Roma, añadiendo una nueva dimensión al atractivo estético de la ciudad.

La profunda conexión de Botero con Italia

El punto culminante de este homenaje es otra “Mujer sentada” de 1991, colocada majestuosamente en la Piazza di Spagna, justo al lado de la Embajada de España ante la Santa Sede. “Este es uno de los paseos más formidables de la ciudad”, afirmó Miguel Gotor, concejal de Cultura de Roma, durante la presentación de la exposición, que permanecerá accesible a romanos, turistas y curiosos hasta el 1 de octubre.

Estas esculturas no sólo realzan el paisaje estético de Roma sino que también enfatizan el vínculo especial de Botero con Italia, que consideraba su segunda patria. Esta conexión estuvo profundamente influenciada por la pintura del Renacimiento del Quattrocento, que impactó significativamente su desarrollo artístico. Lina Botero contó emotiva a Efe cómo su padre llegó a Madrid con 19 años siendo “un joven pobre”, pasando días en el Museo del Prado copiando obras de artistas inmortales. Su momento transformador llegó cuando se encontró con la imagen de un libro de un fresco de Piero della Francesca (1412-1492), un maestro del Renacimiento, que fue una “descarga eléctrica, un rayo que cambió su vida para siempre”. La obra de Botero ha dejado un impacto profundo y duradero en la cultura y el arte italianos.

Legado e impacto

Decidido a cambiar su trayectoria, Botero se fue a Italia con un amigo en una motocicleta poco después para estudiar en Florencia. Este movimiento fundamental le permitió “racionalizar su tendencia innata hacia el volumen”, evidente incluso en las acuarelas que pintó cuando tenía 17 años. Su estancia en Florencia fue crucial para moldear su comprensión y dominio de la representación volumétrica, haciendo que su obra se distinguiera de forma única de la de otros artistas históricos.

La incursión de Botero en la escultura comenzó en 1973 y, en la década de 1980, compró una casa en Pietrasanta, un pequeño pueblo de la Toscana conocido por sus canteras y trabajadores del mármol. A lo largo de las décadas, Pietrasanta se convirtió en un centro para artistas de renombre mundial, atraídos por su herencia artesanal, que Botero respetaba profundamente. Lina afirmó la reverencia de su padre por los artesanos de allí, cuyas técnicas se transmitieron de generación en generación. Esta ciudad, importante para la vida personal y profesional de Botero, fue donde eligió que sus cenizas reposaran junto a las de su esposa y colega artista, Sophia Vari, quien falleció el pasado mes de septiembre a la edad de 91 años.

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La exposición “Botero en Roma” no sólo conmemora el increíble viaje de Fernando Botero sino que también reafirma su influencia duradera y su amor por la cultura y el arte italianos. A través de su estilo expansivo y volumétrico, Botero frenó continentes y épocas.

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