El cine venezolano sobrevive a pesar de la crisis
La industria cinematográfica en Venezuela ha sabido aguantar los golpes de un país en decadencia.
En Venezuela, a pesar de las distintas vicisitudes, el cine sigue encontrando las vías para mantenerse en pie y reconstruirse. Foto: Alexandra Henao
LatinAmerican Post | Theoscar Mogollón González
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Sin cultura no hay identidad que valga. El cine es una expresión del arte, y como arte ejerce un papel fundamental dentro de una sociedad, esté o no hundida en crisis: critica, comenta, abre los ojos y llama a la reflexión. Justamente, son esas características las que quieren preservar los directores, ya que están conscientes de que el cine representa la identidad y cultura de su país. En Venezuela, a pesar de las distintas vicisitudes, este espacio sigue encontrando las vías para mantenerse en pie y reconstruirse.
Para tener un panorama más claro sobre la mejor época del cine venezolano habría que retroceder hasta la segunda década del siglo XXI, la cual llevó muchas alegrías al país. Por mencionar algunos casos; la película Hermano obtuvo el San Jorge de Oro en el Festival Internacional de Cine de Moscú, Pelo malo alzó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, y Azul y no tan rosa ganó un premio Goya como Mejor Película Iberoamericana. ¿Cómo fue, entonces, que se pasó a la decadencia?
El problema comenzó a radicar desde 2010 con la economía venezolana en declive y la posterior caída del precio del petróleo en 2014. Aun así, la industria cinematográfica fue capaz de resistir devaluaciones e inflación hasta ese entonces. Se podría decir que el primer golpe contundente lo recibió en 2016, cuando los problemas de energía eléctrica forzaron los cierres de centros comerciales y la regularización de la electricidad.
Esa crisis energética obligó a que los cines no tuvieran sus funciones nocturnas, las cuales eran históricamente las más demandadas, algo que conllevó a su vez a una baja de asistencia bastante considerable. Con las protestas antigubernamentales en 2017 y el alza de la hiperinflación en 2018, comenzaron a generarse situaciones adversas hasta para los mismos cineastas. La inseguridad, el déficit de servicios públicos y la necesidad de adquirir bienes prioritarios obligaban a dejar el cine a un costado. Sin esa entrada, producir películas ya no era algo tan rentable como antes.
Aprovechar la crisis para reinventarse
A pesar de todos los inconvenientes, la industria no se reduce a las salas de cine únicamente. Bolívar Films, una de las productoras más importantes del país, ha sido testigo de cómo ha disminuido drásticamente la carga laboral, y es que solo basta mencionar que para el 2019 trabajaron con 3 proyectos cuando el promedio solía ser de 10 o 15 al año. A esto habría que sumarle los obstáculos burocráticos que se hacen presentes, pues los mecanismos que usan las instituciones nacionales para financiar son ineficientes y hace que los fondos destinados a los proyectos pierdan el valor por la hiperinflación.
Otro ejemplo de las constantes trabas en el cine venezolano tiene que ver con la política. Uno de los casos más recientes en cuanto a esta intromisión ideológica sucedió en 2019, cuando el director Flavio Pedota no pudo estrenar en Venezuela su película Infección porque el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) no le otorgó la certificación a la obra para su emisión. ¿La razón? Exigencias de permisos innecesarios y fuera de la ley por parte del presidente del ente, Roque Valero, quien es militante del partido político del Gobierno.
«Es importante seguir contando nuestra historia, contarla nosotros mismos, sin interpretaciones convenientes o filtradas por ideologías, sistemas, intereses económicos o egos analíticos. Tenemos que seguir difundiendo nuestra verdad desde cómo la vivimos». – Alexandra Henao, directora venezolana.
Sin embargo, a día de hoy todavía se pueden encontrar cineastas que apuestan por sacar adelante producciones en plena crisis, pues ellos siempre consiguen la manera de hacerlo. Tal fue el caso de la película Gilma, que enfrentó diversas dificultades en su producción como el apagón nacional en marzo del 2019. Al final, la cinta de Alexandra Henao logró participar en el Festival de Málaga y en el festival argentino Ventana Sur.
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CineMestizo, una ventana para las producciones venezolanas
Las grandes mentes siempre visualizan grandes proyectos. Ante los fallidos intentos de realizar festivales de cine venezolano en otros países, del escaso aporte de los entes nacionales a las productoras, e incluso por el tema pandemia que obligó a que todo fuese digital, no hubo mejor idea que darle vida a una plataforma de streaming para promover (y revivir) producciones hechas en Venezuela: CineMestizo.
Dicho plan tiene a Daniel Ruiz y An Rodríguez como los cabecillas de este proyecto muy al estilo Netflix, el cual comenzó a andar en el último trimestre del año 2020. La unión de estos venezolanos no pudo ser mejor, pues más allá de conocerse desde la infancia, Ruiz (que reside en Madrid) se desempeña como productor y gestor cultural, mientras que Rodríguez (en Nueva York) es programador e informático. Y es que a pesar de enfrentar algunos obstáculos luego de su lanzamiento, CineMestizo ha contado con muy buen tráfico de usuarios que han optado por suscribirse.
Se trata de una plataforma VOD (Video on Demand), cuyo modelo de negocio es alquilar durante 72 horas las películas de forma individual. El valor de los films oscila entre 1,85 y 3 dólares, los cuales pueden pagarse con tarjetas Mastercard, Visa, American Express y PayPal. Si bien el público meta son los mismos venezolanos que están en el exterior, cualquier persona que hable español puede disfrutar de la variedad de estas películas; eso sí, hasta los momentos no cuentan con subtítulos.
El norte de CineMestizo es convertirse en el catálogo más completo del cine venezolano, además de convencer a propios y extraños de que estos filmes no solo tratan del peligro en los barrios y la delincuencia, sino que también existen buenas producciones de distintos géneros. Asimismo, contar con películas antiguas es un reto que están tratando de sacar adelante, ya que gracias a la inteligencia artificial se podría ver una cinta de los 70 -por ejemplo- en HD y con mejor audio. Por lo pronto, la ardua labor de todos los que están implicados en este proyecto para rescatar el patrimonio fílmico venezolano va encaminado a seguir creciendo.