Música colombiana: la Champeta mantiene las raíces afro vivas
Este ritmo ha permitido la construcción de una identidad caribeña
La cultura africana se halla en América Latina de manera permanente y se niega a desaparecer porque hace parte de la identidad cultural del continente. La música es uno de los aspectos en los que la presencia del legado africano es notoria, mucho de lo que hoy se escucha tiene un precedente en la música negra. Generalmente, la percusión es la que hace manifiesta esa herencia en la medida en que el tambor configuró la identidad de un pueblo expropiado de su identidad, de sus costumbres, despojado de su historia, y traído a tierras americanas en condición de fuerza de trabajo. Sin embargo, hubo algo que fue imposible borrar de la memoria de las distintas etnias africanas traídas en aquella diáspora, como la música, un elemento del que difícilmente podrían despojar a este pueblo. La música constituye buena parte de la historia de África y a la vez tiene una estrecha relación con la espiritualidad del africano. En consecuencia, el tambor es un instrumento sagrado que al ser percutido hace resonar en quien lo ejecuta todo el pasado y la tradición negra que hoy también representa mucho de lo que es el latinoamericano en términos culturales.
Esa tradición que África le entrega al continente latinoamericano es hoy lo que consolida y configura el modo de ser del habitante del continente. La champeta es prueba de esa entrega que dio lugar a este ritmo que toca las fibras de quien lo crea, lo escucha y lo baila. La terapia criolla, como en su momento se denominó a este ritmo, tiene su origen en la ciudad de Cartagena de Indias. A mediados de los años 80 se empieza a consolidar este ritmo como un género referente de la música afro caribeña, un sonido que empieza a retumbar en los enormes altavoces – el famoso Picó o Pick up – que hacían presencia en todas las fiestas y verbenas de la arenosa.
La champeta es un ritmo que habla de una identidad afro caribeña en todo su cuerpo musical al ser una configuración de géneros musicales propios de la cultura africana, como el soukous y el highlife. Estos géneros se empalman con ritmos como el reggae o el rap y que, a su vez, se mezclan con sonidos afrocolombianos como el bullerengue, el fandango, el mapalé, entre otros. El resultado de esta adaptación no podría ser otra que un género musical con un acervo cultural e histórico bien importante para el territorio colombiano. Es un ritmo que habla de San Basilio de Palenque, del Pacífico y del Caribe, de los sectores más alejados del centro de la Heroica a quienes se les llamó en su momento champetúos y que con la intención de llevar una voz enfrascada en un sonido que hablará por todos, se consolidó como un referente de la identidad del Caribe colombiano.
Los champetúos pronto dejaron de ser los marginados de la periferia de la ciudad para ser grandes representantes y exponentes de su cultura del Caribe. Louis Towers, Charles King, Mr. Black, el Sayayin, son algunos de los más clásicos exponentes del género, así como Bazurto All Stars, agrupaciones que mantienen vivo también este sonido. Con todo, la champeta ha servido como referente y precedente para quienes hoy fusionan los ritmos tradicionales colombianos con sonidos más contemporáneos, lo que da lugar a trabajos musicales reconocidos a nivel mundial, como es el caso de Systema Solar, Chocquibtown, Pernett, Curupira, por mencionar algunos. En suma, la champeta más allá de ser una arista de la música afro caribeña es una manera de construir identidad, de contar una historia y de preservar una rica tradición.
Latin American Post | Liliana Rubiano
Copy edited by Laura Rocha Rueda