‘Los días de la ballena’: resistir en Medellín desde el espacio público
En el marco del festival de cine IndieBo de Bogotá, se presentó esta película de Medellín sobre la ciudad, el arte y la resistencia. Acá algunas impresiones
Escena de la película: 'Los días de la ballena' / Tráiler oficial / Rara Colectivo Audiovisual
LatinAmerican Post | Juan Gabriel Bocanegra
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“En la calle al que no se adapta nos toca adaptarlo, y usted es muy desadaptado”, le dice uno de los matones del barrio, que fue su amigo de colegio, a Simón, uno de los protagonistas. La razón: junto con su grupo de amigos, especialmente Cris, la otra protagonista de la película, son grafiteros y han rayado una de los muros del barrio.
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“Es la historia de dos amigos adolescentes que, un poco embriagados por la rebeldía y esa la fuerza que les da su juventud, se empiezan a enfrentar casi sin saberlo con una banda criminal de un barrio. Y lo que en principio empieza a ser como un juego termina siendo una experiencia que cambia su amistad y su vida”, dice Catalina Arroyave, la directora de la película, en una entrevista con la Corporación Cinéfila de Medellín. Y sí, es una historia de resistencia a la dinámica social en donde el espacio público, a falta de autoridades gubernamentales, es controlado por bandas criminales.
Se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI) y también estuvo en el SXSW y el festival de Austin. En los siguientes seis meses, esperan ir a otros festivales en Europa, según lo dijo el productor Jaime Guerrero durante el festival IndieBo en Bogotá.
Coproducida por Mad Love y Rara Colectivo Audiovisual, Los días de la ballena es una película sobre la juventud en una ciudad arrollante que no los escucha, por lo que ellos deciden tomársela a su manera.
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Resistir callejeando
Cris y Simón se la pasan en la calle montando bicicleta, rayando las paredes, hablando de arte; a sus casas llegan solo a dormir o a hablar con sus padres. Son unos personajes ambulantes que tratan de encontrar su espacio en la ciudad habitando los lugares públicos, ya sea debajo de un puente, en un parque o en una calle de un barrio en las comunas de Medellín.
Sin embargo, la ciudad no siempre es amable con ellos, les plantea peligros y una constante lucha con otras personas que se creen dueñas del lugar. “Los sapos mueren por la boca” les escriben los matones en la pared frente a La Selva, una casa abandonada en un barrio peligroso de la ciudad, después de que ellos distribuyeran unos fanzines en los que denuncian el cobro de vacunas en el barrio.
A pesar del miedo, ellos no se dejan: pintan de blanco el muro y comienzan a pintar una ballena. “La ballena es una metáfora de lo que Medellín no ve, de lo que no se quiere mirar, de lo que la gente aprende a esquivar. Tenemos esta problemática enorme y ahí está, pero nosotros ya no la notamos”, dice Arroyave en una entrevista con El Espectador sobre la ballena que sale nadando primero y después agonizando en un mitad de una calle en algunos fragmentos del largometraje.
Aunque la ballena yace muerta en el cruce de la Avenida Oriental con La Playa, revive en el grafiti que Cris y Simón en el muro frente a La Selva. “La ballena se va muriendo porque algo empieza a morir en los personajes. Eso que se empieza a morir cuando uno crece, pero que se revive con el arte”, finaliza Arroyave.
La música también es un aspecto central de la narración. Como una muestra de lo que está sucediendo en la ciudad a nivel musical, el rap acompaña a los personajes en sus andanzas. “Uno de mis amores platónicos es la música. Tal vez por eso fue uno de los elementos más relevantes de la narración desde que fue concebida la cinta, siempre la soñé como parte esencial del espíritu de lo que estaba contando”, confiesa Arroyave en una entrevista con Radionica.
Hay canciones de Doble Porción, Mañas, Granuja y Alkolirykos. De este último, uno de sus cantantes, Castro, actúa como unos de los artistas que dirigen La Selva.
La película no solo muestra lo que sucede en Medellín dentro de la película, sino también es el resultado del auge cinematográfico en la ciudad, con nuevos realizadores como Laura Mora o la misma Arroyave. Frente a esto, la directora en otra entrevista con Rolling Stone que “en Medellín entendimos que si no nos juntamos, que si no somos cómplices entre nosotros, no vamos a poder hacer lo que soñamos. Eso es, crear colectivamente, hace que las películas se fortalezcan como individuos que están en red, que están en familia”.
Como los personajes de la película se juntan para resistir, en Medellín los realizadores se están uniendo para darle fuerza al cine de la ciudad.