Reseña Pájaros de verano: “Una muestra que quiere serlo todo y se arriesga a no ser nada”
La semana pasada estrenó Pájaros de verano de Ciro Guerra y Cristina Gallego. Acá una crítica
Pájaros de verano es la última película de la pareja Ciro Guerra y Cristina Gallego. Es la primera de Guerra después de El abrazo de la serpiente, nominada al Óscar a “Mejor película extranjera”. Gallego suele producir las películas de su esposo y esta es la primera codirigida entre ambos. La película se estrenó la semana pasada en Colombia y se proyectará en distIGNORE INTOs festivales internacionales en la segunda mitad del año. En Cannes recibió una ovación del público y ha sido una de las películas más esperadas este año en Colombia.
Sinopsis
Pájaros de verano está compuesta por cinco cantos que narran los años de la bonanza marimbera en la Guajira. Vemos el ascenso y la caída de su protagonista Rapayet y su familia, liderada por la matrona Úrsula Pushaina, durante los años de la década de 1970. Este año representó el inicio de la guerra contra las drogas en Colombia. Rapayet, indígena wayuu, pide la mano de Zaida a su madre Úrsula. Para conseguir la dote que requiere, él y su amigo Moisés empiezan a vender la marihuana que le consigue su tío Aníbal de la sierra a unos jóvenes estadounidenses que trabajan en los cuerpos de paz. Los negocios con los arijuna, nombre con el que llaman los wayuu al hombre blanco, desencadenan rivalidades y venganzas que terminan por enfrentar a la familia.
Crítica
Como dice Guerra en entrevista para Caracol TV, Pájaros de verano nos transporta a un paisaje desconocido para la mayoría de colombianos que vamos al cine. La fotografía es impecable y la música genial. La película hace un tránsito entre el paisaje del desierto y el de la sierra, y nos muestra cómo las interacciones entre los personajes cambian dependiendo del paisaje en el que estén. El desierto, siempre en colores cálidos, es el escenario de los sueños de Zaida, de las reuniones del clan, del nacimiento de su descendencia y de la familia. La sierra, en colores fríos, es el escenario del negocio y el intercambio. Estos dos paisajes se van transformando a través del tiempo y resultan, luego, más familiares y menos míticos. Ya el espectador verá por qué.
Por el contrario, los personajes no parecen cambiar mucho. En un principio, Úrsula Pushaina parece un personaje interesante, con un rol distIGNORE INTO al de otras mujeres de la mafia. La matrona toma las decisiones sobre su clan y, en oposición al tradicional falocentrismo del traqueto que sí se verá en su hijo Leonidas siempre con una botella o un arma en la mano, lo que le da poder a Úrsula es el saber. La matrona y su hija tienen premoniciones en sueños y en visiones de la naturaleza sobre la guerra que se desencadenará, así como la bonanza marimbera fue también en sí misma una premonición de lo que luego seguiría para Colombia en los años 80.
Sin embargo, a medida que pasa la película puede verse cómo podríamos encontrar un equivalente de cada personaje en la historia convencional que ya hemos visto sobre el narcotráfico en Colombia. Úrsula, al final, no es más que una viuda de la mafia que defiende el honor de los hombres de su familia.
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La crítica ha equiparado a Pájaros de verano con las películas norteamericanas El Padrino y Los informantes. Esto le juega a favor y en contra. Como estas otras dos películas, Pájaros de verano es una muy buena película de gángsters en la que se ponen en evidencia dinámicas de poder, honor y hombría. Pero, como estas otras dos, podría ocurrir donde sea: en Antioquia, en Chicago o en La Guajira, pues es la historia que ya conocemos. Así, la película no problematiza el tema indígena, solo lo usa como escenario de una gran historia de narcos. A La Guajira le debemos unos planos bellísimos, una fotografía preciosa, los trajes indígenas que vemos en la pantalla y el sonido de la lengua wayuu.
No obstante, más allá de estos aspectos formales que embellecen la película, no hay una exploración del tema en relación con el narcotráfico ni con la marihuana. Pájaros de verano es bellísima. Las escenas de los sueños y la del baile, al principio, hacen que valga la pena. Pero es también una muestra de cómo quien quiere serlo todo -una tragedia griega en cinco actos, relato bíblico con Moisés y las plagas, canto ancestral indígena, western, etc.-, se arriesga a no ser nada.
LatinAmerican Post | Juliana Rodríguez Pabón
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