Volpi y la mentira de los premios literarios
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Se premian más a los autores del propio catálogo que los forasteros que vienen de tierras lejanas
Desde hace mucho que, en el mundillo literario, no hay tema más puntiagudo que el de los premios literarios. Hay quienes dan por hecho que todos los premios están arreglados porque, por mencionar algunos motivos nada más, los ganan, o bien los autores del catálogo de la editorial —caso Volpi, el reciente Premio Alfaguara de novela 2108—, o bien completos desconocidos; pero escarbando un poco, nos enteramos luego de que tal autor inédito trabajaba antes en la editorial que organizaba el certamen, o que aquella joven ganadora es la amante del editor que le publica el libro premiado y que además tiene cien amigos que lo reseñarán. Esto indigna, casi siempre, a los aspirantes a escritor. Pero los escritores con un buen recorrido en la industria dan por hecho que están inmersos y hasta atrapados por un sistema corrupto. A lo mejor porque saben que, como en la mafia, no hay forma de salir luego de que entras.
¿Premio o galardón?
Siempre habrá quien no diferencia entre un premio literario y un galardón literario. El primero —dos ejemplos muy conocidos: el Premio Planeta y el Premio de novela Alfaguara—, es el resultante de un concurso, supongamos en igualdad de condiciones, en el que, al final, y luego de una deliberación de un grupo de lectores y un jurado «a la altura del premio», se obtiene un vencedor y, en algunos casos, finalistas. Y el segundo —dos ejemplos al azar: el Premio Miguel de Cervantes y el Premio Princesa de Asturias—, una recompensa otorgada si ninguna clase de concurso, sustentado muchas veces en los méritos de la obra, bien sea esta completa o una sola, la más reciente o la específica de un género.
¿Respeto por el lector o por el patrocinador?
Si el ganador ya está decidido de antemano, ¿qué sentido tendría convocar a decenas, cientos y, en ocasiones, hasta miles de escritores sedientos, a presentarse con su manuscrito indefenso ante la jauría de lobos que ni siquiera lo leerán? Podríamos decir, pues, que se trata de todo un acto completamente tejido entre los guionistas y los patrocinadores que, bien sabido es, conocen la tendencia del lector del común. Eso por no mencionar el caso del joven escritor que puede perder una pequeña fortuna en copiar y enviar manuscritos a premios en los que no hay posibilidad de ganar.
¿Quién denuncia?
El silencio de los autores en cuanto a este tema es, por lo menos, llamativo. Porque nunca dejan de presentarse casos de valentía política con lo que escriben, y hasta quien arriesga su vida por una simple columna de opinión. Pero a lo que vamos es que, después de enterarse de las maniobras de alguien para ganar el Premio X o el Premio Y, no se haga ningún tipo de denuncia o de crítica. Es decir, por decir lo menos, que cuando más se debería esperar una voz de protesta, más ensordece su silencio cómplice.
Latin American Post | Sergio Marentes
Copy edited by Susana Cicchetto