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Lady Gaga y Tim Burton convierten la Isla de las Muñecas en Ciudad de México en una leyenda pop gótica

Los canales de Xochimilco, en Ciudad de México, siempre han sido un cruce entre mito y cine. Con The Dead Dance, Lady Gaga y Tim Burton transforman la inquietante Isla de las Muñecas en un espectáculo en blanco y negro que difumina el folclore embrujado con la iconografía pop global.

Un pas de deux gótico en los canales

La colaboración parecía destino. Burton, recién salido de inaugurar una retrospectiva inmersiva en la Ciudad de México, se cruzó con Gaga después de que sus shows de estadio sacudieran la capital. Su punto de encuentro no fue un estudio, sino una chinampa en Xochimilco, donde la agricultura prehispánica aún respira bajo suelo volcánico y leyenda volcánica.

En la Isla de las Muñecas, cientos de figuras marcadas por el clima cuelgan de árboles y cabañas: rostros agrietados, ojos ausentes, telas podridas por el sol y la lluvia. Es un santuario de pavor y devoción, un escenario que parece ya storyboardeado. Allí, Gaga emerge de la niebla, estilizada como una muñeca de cuerda desatada, y canaliza una coreografía que guiña a Thriller mientras late con el toque de claroscuro de Burton.

El resultado no es un “shuffle” zombi, sino un ritual: una procesión de lo extraño a lo largo de canales bordeados de juncos, donde vivos y muertos han compartido espacio desde siempre. El video se integra sin costuras a la edición deluxe de Mayhem y a una saga en streaming ya impregnada de leyenda gótica, enlazando mito local con narrativa global.

Blanco y negro, huesos y aliento

Filmar en monocromo fue una elección audaz en Xochimilco, donde las trajineras brillan en pinturas neón y los mercados rebosan de cempasúchil y frutas. Burton drenó el color para exponer la textura: agua como tinta, mejillas de muñecas lacadas por la decadencia, madera astillada en sombras. La decisión redujo el espectáculo a hueso, aliento y silencio.

Las contorsiones de Gaga parecen nativas de la isla, como si no estuviera actuando sino acechando. Burton no necesitó CGI: la propia isla suministra lo surreal. Los fans, que ya seguían los pasos de Burton y el regreso de Gaga a México, avivaron el fuego en línea con filtraciones granuladas y memes. El rumor solo profundizó la sensación de que no era simplemente el lanzamiento de un video, sino una especie de sesión espiritista transmitida globalmente.

No es la primera vez que Xochimilco seduce a la cámara. Desde el clásico de la Época de Oro María Candelaria—iluminado por los cielos etéreos de Gabriel Figueroa y coronado con la Palma de Oro en Cannes—hasta recientes documentales musicales, los canales siempre han ofrecido a los cineastas un escenario donde historia, mito y cine convergen. Gaga y Burton agregaron sus nombres a un registro de más de un siglo.

Una locación con un siglo de magnetismo

Lo que atrae a los artistas no es solo la inquietante mirada de las muñecas, sino las capas más profundas de Xochimilco. La UNESCO declaró los canales y chinampas Patrimonio de la Humanidad en 1987, honrando la ingeniería mexica que convirtió pantano en cosecha mediante parcelas flotantes y cercas de carrizo. La cuadrícula española superpuesta no pudo borrar este sistema; se adaptó a él. Esa coexistencia de lo antiguo y lo nuevo, lo sagrado y lo práctico, impregna cada fotograma filmado aquí.

Por estos canales han pasado celebridades de todos los géneros. Estrellas pop brindan cervezas en trajineras, actores publican coronas florales que evocan a Frida Kahlo, y directores bosquejan storyboards que se funden con altares populares. El patrón es constante: Xochimilco amplifica la obra. Los artistas llegan por contenido, y los canales proveen contexto—un peso mítico que convierte incluso una foto casual en algo con historia.

Para Gaga y Burton, la Isla de las Muñecas fue el extremo lógico. Ya un altar popular trenzado con imaginería pesadillesca, les permitió construir sin inventar. El gabinete de curiosidades de Burton se encontró con uno viviente, y la actuación de Gaga se volvió parte de la leyenda de la isla, más que un simple espectáculo filmado en ella.

Turismo, preservación y el poder del mito

Las secuelas pondrán a prueba el equilibrio. Xochimilco ya lidia con el turismo, y la leyenda de la isla corre el riesgo de reducirse a una parada para selfies espeluznantes. Sin embargo, cuando se maneja con cuidado, la cultura pop puede enriquecer en lugar de erosionar. The Dead Dance trata a las muñecas como un coro, no meros accesorios, dejando que su extrañeza táctil respire. Ese respeto importa: añade una nueva capa a la mitología del sitio en lugar de aplanarla.

También recuerda que la gravedad cultural de Ciudad de México no descansa únicamente en su centro histórico. La periferia—sus chinampas, ruinas y parajes embrujados—tiene tanto magnetismo como sus teatros y museos. Una chinampa se convierte en escenario, una ruina en personaje y un canal en portal por el cual el pop global se encuentra con la ingeniería ancestral.

Al final, The Dead Dance logra su poder no por ruido sino por quietud. La entrada de Gaga entre la niebla, los rostros agrietados de las muñecas apiñados en su sombra, la estela de la trajinera en el agua negra: estas imágenes susurran en vez de gritar. Permanecen tras el final del video, pidiendo ser reproducidas, cada visionado revelando otra muñeca, otra onda, otro secreto de los canales.

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Las muñecas devuelven la mirada. La isla guarda su silencio. Y Ciudad de México, siempre a la vez hogar y escenario, pliega otra leyenda en su laberinto viviente.

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