VIDA

Las Aguas Crecientes de Panamá Desplazan a los Isleños Indígenas en Busca de Esperanza

El pueblo indígena Guna deja sus atolones coralinos ancestrales cerca de la costa norte de Panamá para trasladarse al continente. El aumento del nivel del mar obliga a esta pequeña nación a abandonar las islas del Caribe que han sido su hogar durante siglos. Esta reubicación demuestra cómo el cambio climático afecta a comunidades reales y la lucha por mantener vivas sus tradiciones. La transferencia completa de hogares, familias y prácticas culturales presenta serias dificultades para estos habitantes isleños.

La Isla Que Una Vez Rebalsaba de Vida

En Gardi Sugdub, la vida solía fluir con el sonido de niños riendo en pasajes estrechos y vecinos saludándose de puerta en puerta. Esta isla, no mucho más grande que unos pocos campos de fútbol, ha albergado generaciones de Gunas por más de un siglo. Pero ahora, muchas de sus viviendas están vacías—cerradas con candados y abandonadas—mientras la brisa sacude las láminas sueltas de zinc en los techos desiertos. Las familias que antes vivían en estrechas chozas de madera han tomado una decisión audaz: viajar en canoa o bote a través de pequeños tramos de agua abierta para asentarse en nuevas viviendas en el continente.

Según informes de la BBC, su partida ocurrió el año pasado cuando el gobierno panameño anunció que era momento de comenzar la reubicación de los habitantes de Gardi Sugdub. Durante décadas, las autoridades habían expresado su preocupación por la sobrepoblación, pero la subida del nivel del mar convirtió esas inquietudes en una amenaza urgente. El gobierno calificó la isla como de “riesgo inminente”, ya que las proyecciones climáticas muestran que el aumento continuo del agua sumergirá gran parte de Gardi Sugdub, probablemente volviéndola inhabitable para el año 2050.

Los residentes de la isla, los Guna, tienen un profundo vínculo con el mar. Muchos ancianos insistían en que el horizonte acuático era parte de su identidad. Sin embargo, las crecientes inundaciones, tormentas y el hacinamiento hicieron incierto el futuro de la isla. La decisión final fue que cientos de familias serían trasladadas a un nuevo asentamiento construido con filas ordenadas de casas prefabricadas con servicios modernos como plomería y electricidad. Sin embargo, a pesar de estas mejoras, algunos Guna se muestran renuentes, escépticos ante la idea de dejar la tierra (o el agua) que ha moldeado sus tradiciones.

Durante décadas, Gardi Sugdub rebosaba de tiendas, mercados improvisados y niños zigzagueando entre vecinos que charlaban en los porches. Pasajes de tablones de madera y restos de metal formaban caminos apenas lo suficientemente anchos para que dos personas pasaran. Con tantos trasladándose al nuevo asentamiento en el continente, la isla, antes bulliciosa, ahora se sumerge en un silencio interrumpido solo por las olas golpeando las casas sobre pilotes abandonadas. En muchos sentidos, representa un adelanto del desplazamiento climático futuro, presagiando cómo las comunidades globales podrían adaptarse o resistirse ante el aumento del nivel del mar.

Decidir Entre Reubicarse o Quedarse
El éxodo dividió a la comunidad. Algunas familias recibieron con entusiasmo los cambios prometidos: acceso permanente a agua potable, electricidad las 24 horas y calles seguras para que los niños jueguen libremente. Pero otros aún no han decidido. Algunos creen que perderán su herencia al mudarse a filas idénticas de casas blancas y amarillas con patios traseros para cultivos—un contraste dramático con las estructuras compactas de Gardi Sugdub, donde la vida gira en torno a la comunidad. Aunque el nuevo sitio ofrece comodidad, su diseño geométrico deja a muchos Guna añorando la brisa del océano y el laberinto de caminos que llamaban hogar.

La BBC documentó este dilema emocional. Algunos padres expresaron alivio al saber que sus hijos pueden jugar sin la constante preocupación de inundaciones o caídas al agua en el nuevo asentamiento. Sin embargo, los ancianos recuerdan las noches cantando juntos o preparando pescado alrededor de una única estufa, experiencias definidas por la cercanía de la isla. ¿Podrán estos rituales comunales sobrevivir en el diseño más espacioso del nuevo hogar en el continente?

Algunos, como el dueño de un museo local que aún barre el suelo de madera de su antiguo edificio, decidieron quedarse. Le dijo a la BBC que la identidad Guna florece mejor junto a la costa, agregando que “la esencia de nuestra cultura está en las islas”. Él y un pequeño grupo permanecen, trayendo provisiones del continente o confiando en las pocas tiendas abiertas. Son conscientes del aumento de las mareas y de las tormentas que empujan el agua por los únicos caminos transitables de la isla, pero mantienen la esperanza de que resistirán.

El gobierno panameño determinó que trasladar a los Guna no era solo una recomendación, sino una necesidad absoluta. Las autoridades llegaron a esta conclusión porque el crecimiento de la población, junto con las preocupantes proyecciones climáticas, indicaban que la situación requería acción inmediata. Se construyeron cerca de 300 viviendas en el nuevo asentamiento, llamado Isberyala, y se estableció una ruta de bote para que los residentes puedan viajar entre la isla y el continente en unos 15 o 20 minutos. Con el traslado de las escuelas al nuevo sitio, la transición está en marcha. ¿Cuántos más se unirán con el tiempo? ¿O permanecerán las últimas familias en la isla hasta que las aguas las obliguen a marcharse?

La Tradición Enfrenta el Aumento del Mar

El pueblo Guna ha habitado el archipiélago frente a la costa norte de Panamá por generaciones, algunos desde el siglo XIX. Construyeron chozas sobre cimientos de coral, estableciendo un fuerte vínculo con el agua. Con el tiempo, el crecimiento poblacional abarrotó Gardi Sugdub. Los niños solían jugar en pequeños espacios abiertos, y las familias apilaban catres y hamacas en áreas de vivienda reducidas. La tradición pesquera, junto con celebraciones al aire libre, prosperó durante décadas. Los ancianos recuerdan cuando el agua se mantenía lejos de sus hogares. Pero el aumento de las temperaturas en la Tierra ha elevado el nivel del mar, poniendo en peligro el futuro de la isla.

Aunque algunos residentes no están convencidos de que el cambio climático sea la causa de estos desafíos, el incremento de tormentas e inundaciones por marea se ha vuelto imposible de ignorar. La BBC relató cómo familias corrían a mover estufas y objetos de valor a estantes más altos cuando las olas inundaban las salas. A veces, las personas tenían que dormir en hamacas elevadas mientras el nivel del suelo se llenaba de agua salada. La tejeduría y la cocina tradicional se realizaban en espacios tan reducidos que, cuando las grandes inundaciones golpeaban, la vida diaria se volvía caótica.

Quienes ya se han reubicado esperan con entusiasmo la oportunidad de cultivar jardines, plantar árboles frutales y criar pequeños animales—lujos que simplemente no eran posibles en la isla congestionada. Sin embargo, lamentan perder el contacto inmediato con el mar y la estrecha convivencia que surgía de vivir lado a lado. El nuevo asentamiento promete una mejor educación, con campos deportivos en lugar de estrechos callejones. Los maestros incorporan tecnología moderna en el aprendizaje mientras preservan la música y la danza Guna para mantener a los jóvenes conectados con su herencia.

Mientras tanto, los expertos en clima advierten que Gardi Sugdub probablemente no será la última isla en enfrentar este destino. Decenas de otros atolones habitados por los Guna tienen una elevación extremadamente baja, lo que los hace vulnerables a tormentas cada vez más intensas y a una posible sumersión. Por ello, organizaciones internacionales ven esta reubicación como un caso piloto: una demostración en tiempo real de cómo los gobiernos podrían manejar desplazamientos masivos causados por el aumento del nivel del mar. Si los Guna logran preservar su idioma y cultura en un territorio más seguro, podrían convertirse en un ejemplo inspirador para otras comunidades indígenas o costeras en todo el mundo.

En Busca de un Futuro Habitable

Las opiniones difieren sobre si la reubicación ha sido un “éxito”. Muchas familias Guna reconocen que el nuevo asentamiento es físicamente más cómodo, pero sienten que rompe con una cultura forjada a través de una convivencia íntima con el océano. Las autoridades panameñas destacan la practicidad del plan, señalando el acceso estable a electricidad, viviendas más amplias y condiciones más seguras para los niños. Algunos funcionarios proponen que, a medida que el desplazamiento climático se acelere en todo el mundo, el modelo Guna podría servir como un ejemplo constructivo de reasentamiento comunitario dirigido por el Estado, con nueva infraestructura y la participación local.

Aun así, persisten desafíos significativos. Las familias reubicadas carecen de acceso fácil a atención médica avanzada, ya que la instalación sanitaria prometida en el asentamiento sigue incompleta debido a la falta de financiamiento. El suministro de agua a veces falla, obligando a algunas familias a recurrir nuevamente a métodos tradicionales, como buscar agua en pozos o ríos distantes. Además, quedan dudas sobre cuánto tiempo tardarán los últimos habitantes de la isla en unirse a los demás. A pesar de las estimaciones oficiales que advierten que la isla quedará sumergida para el 2050, algunos residentes descartan estas proyecciones como exageradas y confían en que su resiliencia, forjada durante siglos, les permitirá permanecer.

Para muchos observadores, esta historia subraya que el desplazamiento no se trata solo de perder casas o tierras. La cultura, la identidad, la memoria y los lazos familiares no pueden trasladarse como simples pertenencias materiales. La BBC recogió testimonios de padres que cuentan cómo sus hijos extrañan el arrullo nocturno de las olas y la vibrante interacción entre vecinos. Sin embargo, incluso en medio de la nostalgia, el traslado resalta la capacidad de adaptación de todo un pueblo. En los nuevos hogares, madres enseñan a sus hijas el arte de los “molas” en porches modernos con electricidad, fusionando las tradiciones antiguas con el nuevo entorno. Las generaciones jóvenes combinan rituales y creencias espirituales Guna con la tecnología y los servicios que podrían ayudarles a prosperar.

Otras islas Guna observan de cerca lo que ocurre en Gardi Sugdub y ven en ello un cambio inevitable, además de una posible fórmula para proteger vidas. Los científicos predicen que muchos más atolones en todo el mundo enfrentarán el mismo destino antes de que termine el siglo. Si el enfoque Guna—con algunos marchándose y otros permaneciendo—resulta ser una solución efectiva o un experimento fallido sigue siendo un tema de debate. Pero la disposición de esta comunidad a enfrentar la realidad sirve como advertencia para otras poblaciones en riesgo por el cambio climático.

Cuando el mar llegue a cada puerta, tal vez sea demasiado tarde para una migración ordenada. Por ahora, el gobierno panameño intenta manejar el proceso paso a paso. Los exresidentes valoran la infraestructura mejorada, pero extrañan la autenticidad de su antigua isla. Los ancianos aún contemplan el amanecer junto al mar desde sus mecedoras, confiando en la supervivencia de sus antiguas viviendas. La división entre quienes se fueron y quienes se quedaron refleja las decisiones difíciles que acompañan los desplazamientos forzados. Varios países latinoamericanos observan de cerca esta experiencia, ya que fenómenos similares podrían afectar a sus comunidades costeras o ribereñas debido al aumento del nivel del mar.

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El impacto de Gardi Sugdub se extiende por toda la región. Esta pequeña comunidad muestra cómo los cambios climáticos pueden alterar culturas enteras y también evidencia la determinación de un pueblo que lucha por preservar sus costumbres. El éxito o el fracaso de este traslado deja en claro que proteger tanto la herencia cultural como el bienestar físico requiere soluciones complejas. Así continúa el viaje de los Guna: forjando nuevas rutinas en el continente, preservando sus tradiciones mientras la isla que llamaron hogar lentamente se hunde en el mar.

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