México muestra el espíritu del flamenco enlazado con la herencia ranchera de Chavela Vargas

Guitarricadelafuente, el cantante español que fusiona flamenco y folk con una melancolía moderna, regresa a México este noviembre—no solo para actuar, sino para rendir homenaje a las rancheras que moldearon su sonido mucho antes de que el streaming cruzara el Atlántico.
Una infancia marcada por voces mexicanas
En el pueblo costero de Benicàssim, mucho antes de que lo llamaran Guitarricadelafuente, Álvaro Lafuente se sentaba con las piernas cruzadas junto al estéreo familiar escuchando a Chavela Vargas, José Alfredo Jiménez y Los Panchos.
“La influencia de México fue enorme”, dijo a EFE en Ciudad de México, con los ojos brillando al recordar los discos que giraban una y otra vez en su casa de la infancia. “Me hicieron querer agarrar una guitarra”.
Las melodías se le metieron en los dedos. Incluso cuando su carrera despegó en España, esas voces tempranas nunca se fueron. En su álbum debut La cantera, Lafuente entrelazó trémolos andaluces con sombras rítmicas de Veracruz, dibujando un hilo invisible a través del océano.
Describe el vínculo entre el flamenco español y la ranchera mexicana no como fusión, sino como reconocimiento. “Hay un duelo compartido, una celebración compartida”, dice. “El público mexicano siente el flamenco en los huesos. Y para mí, las rancheras se sienten como casa”.
Mientras se prepara para subir al escenario en Guadalajara, Ciudad de México, Puebla y Monterrey, la gira se siente menos como un debut y más como un regreso a casa—largo tiempo esperado, pero perfectamente sincronizado.
El arte de la contención
El nuevo álbum de Lafuente, Spanish Leather, es una lección de contención.
Se acabaron las capas densas de armonías, la producción ornamentada, el impulso de llenar cada silencio. En su lugar hay voces granuladas, guitarras desnudas y espacios íntimos donde las letras pueden respirar.
“Estas canciones no necesitaban joyas”, dijo. “Necesitaban ropa que les quedara bien”.
El álbum se grabó en Estados Unidos con músicos que no hablaban español. Al principio, eso le pareció extraño. Pero pronto, las sesiones revelaron algo que no esperaba.
“Escuchaban con más atención”, dijo. “Sin entender las palabras, captaban la emoción”.
El minimalismo, cree, rinde un tributo silencioso a los maestros de la ranchera que siempre ha admirado. “José Alfredo podía silenciar un bar con tres acordes y la garganta abierta”, dijo Lafuente. “Yo quería esa honestidad”.
Se escucha en temas como Caballito y A cuerpo gentil—canciones que permanecen como el humo de un cigarro tras una confesión de medianoche. No están diseñadas para sonar en la radio; están hechas para momentos de quietud, para oyentes que prefieren acercarse en lugar de bailar hacia afuera.

EFE@Javier Blasco
Un escenario más grande—y una mirada más amplia
La voz de Lafuente puede estar anclada en la tradición, pero ha encontrado caminos inesperados hacia listas de reproducción globales.
Un dueto con Troye Sivan y la inclusión de su canción Conticinio en un anuncio de Apple protagonizado por Pedro Pascal lo llevaron a los oídos de quienes jamás habían oído hablar de Benicàssim ni de Ciudad Juárez. De repente, sus baladas convivían con el pop y el hip-hop, no enterradas en las categorías de “World” o “Latin”.
Y eso, para él, importa.
“La música en español ya no es solo ‘latina'”, dijo. “El público está abierto a lo que los conmueva. Los muros entre géneros, incluso entre países, se están cayendo”.
Esa apertura allanó el camino para la gira de este otoño, que incluye paradas en el Teatro Estudio Cavaret en Guadalajara, el Auditorio BB en Ciudad de México, el Tecate Comuna Festival en Puebla, y el Escenario GNP Seguros en Monterrey.
Cada lugar es distinto. Pero la promesa es la misma: una oportunidad de devolver la música a la tierra que primero le enseñó a sentirla.
De las cuerdas de la guitarra al guion de cine
Mientras ensayaba para la gira, Lafuente también se encontró bajo otro tipo de reflectores: su primer papel actoral, en una película dirigida por Los Javis, los aclamados directores españoles detrás de Veneno y La Mesías.
La película, La bola negra, es una adaptación libre de una obra inconclusa de Federico García Lorca, entrelazando tres historias de identidad y deseo a través del tiempo.
Aceptar el papel principal le pareció una extensión, no una desviación.
“Cuando canto, estoy contando una historia que no es del todo mía”, dijo a EFE. “Actuar se sintió igual—solo que con ropa distinta”.
Al leer el guion mientras grababa Spanish Leather, Lafuente notó ecos entre los anhelos de los personajes y sus letras. “Me ayudó a conectar más profundamente con lo que ya estaba tratando de decir con la música”.
El salto de la música al cine no vino con ego ni con reinvención. Se sintió natural—otra forma de narrar para alguien que nunca ha separado el arte del sentimiento.
Tras bambalinas, sigue siendo el mismo compositor que garabatea en habitaciones de hotel, inspirándose en fandangos y corridos, en flamenco y bolero, en todo lo que palpite con vulnerabilidad humana.
Cuando las luces se atenúen este noviembre y Lafuente suba al escenario, algo circular se completará. Las canciones moldeadas por voces mexicanas volverán al suelo del que nacieron—no como imitación, sino como diálogo.
Y en las pausas entre versos, en el murmullo de las cuerdas de nailon y el silencio atento del público, se oirá lo que ocurre cuando una orilla mediterránea sueña con mariachis, y un niño criado con rancheras por fin lleva la música de regreso a casa.
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Créditos: Basado en entrevistas con Álvaro Lafuente (Guitarricadelafuente) y reportajes de EFE; información de la gira proporcionada por oficinas de prensa en Guadalajara, Ciudad de México, Puebla y Monterrey; análisis musical por críticos independientes de folk español; contexto cinematográfico por los productores Javier Ambrossi y Javier Calvo (“Los Javis”).