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Puerto Rico celebra festivamente el Festival Claridad, abrazando los sueños de independencia

¿La última gran colonia de América Latina? Muchos puertorriqueños lo ven así. Este pasado fin de semana, decenas de miles se reunieron en el emblemático Festival Claridad para celebrar su quincuagésima edición: un evento anual de cuatro días que une música, arte y urgentes llamados por un Puerto Rico libre.

Medio siglo de desafío cultural

El Festival Claridad comenzó hace muchos años con una intención simple y valiente: recaudar fondos para el periódico independentista de la isla, Claridad. Con el tiempo, se convirtió en un evento cultural muy importante en Puerto Rico. Combina conciertos, ferias artesanales, proyecciones de películas y charlas públicas en un festival vibrante. Muchos de los asistentes—desde activistas veteranos hasta quienes lo visitan por primera vez—visten camisetas con el lema “¡Viva Puerto Rico libre!”, mientras otros recorren los puestos llenos de artesanías y delicias locales.

La edición de este año tuvo una resonancia especial. “Estamos marcando cincuenta años, lo que significa mucho más que simplemente realizar otro encuentro,” dijo Madeline Ramírez, presidenta del Comité del Festival, en una entrevista con EFE. Señaló que para muchos puertorriqueños, el festival no es solo un lugar para comprar recuerdos o disfrutar de una orquesta de salsa famosa; también es un momento para reflexionar, recargar energías y soñar con la soberanía. El sentido de camaradería es palpable, especialmente en un territorio que lidia con la incertidumbre política tanto en San Juan como en Washington.

En medio de una multitud bulliciosa, un vendedor de cabello canoso recordó cómo en su momento donó parte de su modesto salario de maestro para mantener a flote Claridad. Cerca, estudiantes universitarios hablaban con entusiasmo sobre nuevas estrategias de activismo. “Este es el espacio donde todos nos encontramos,” dijo Ramírez. “Es una oportunidad para desahogarnos, recordar quiénes somos. Y desde ahí, planear cómo avanzar.”

Voces de incertidumbre y resiliencia

Según los organizadores del festival, el clima político rara vez se ha sentido tan inestable. Un nuevo gobierno liderado por Jenniffer González—alineada con la estadidad—y la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos pesan sobre las perspectivas locales. “Estamos en uno de los peores momentos,” lamentó Ramírez. “Ninguna de esas administraciones quiere ver un Puerto Rico independiente.” Algunos temen que la inacción siga marginando las voces locales, impulsando a más residentes a migrar o perder la fe.

Alida Millán, directora del periódico Claridad, dijo a EFE que los puertorriqueños sienten una profunda inquietud. “La gente viene al festival porque quiere demostrar que no estamos dormidos—seguimos luchando,” afirmó, subrayando cómo el periódico ha sido un faro histórico del movimiento independentista desde su fundación por Juan Mari Brás en 1959. La publicación alterna entre versiones impresas y digitales—debe adaptarse a los cambios en el consumo de medios. Su propósito es denunciar injusticias, apoyar la autodeterminación y difundir el activismo comunitario.

En el escenario, músicos locales reconocidos cantaban canciones que pedían unidad y libertad. Cada concierto combinaba melodías folclóricas con ritmos afrocaribeños. El sonido era un buen reflejo del mensaje del festival. Un miembro del coro comentó: “Nos unimos a través del canto,” antes de comenzar una canción nacional. La actuación terminó con fuertes gritos de “¡Viva Puerto Rico libre!”. Además, los ex prisioneros políticos Oscar López y Adolfo Matos estuvieron presentes, ofreciendo un recordatorio tangible del duro pasado de la isla. Su presencia evidenciaba que el activismo independentista ha tenido un alto costo personal.

Una hoja de ruta para la liberación futura

Mientras Puerto Rico continúa siendo un territorio estadounidense, la pregunta sobre su estatus final permanece y alimenta cada conversación del festival. Algunos activistas recuerdan décadas pasadas cuando la independencia parecía estar al alcance—especialmente durante los fervientes años 60 y 70. “Ese sentido de euforia puede haber disminuido, pero no nos rendimos,” afirmó Ramírez. Cree que nuevos desarrollos electorales, como la alianza entre el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana, podrían reavivar el impulso del movimiento en los próximos años.

“Si logramos fomentar un verdadero orgullo nacional, seguiremos avanzando,” añadió. De hecho, recientes logros parciales—como mayores manifestaciones públicas contra la austeridad o el reconocimiento de luchas ambientales locales—recuerdan a los participantes que las raíces del activismo en la isla siguen siendo profundas. Este año, el festival también resaltó la conexión entre patrimonio, expresión cultural y disidencia política. Más de doscientos artesanos mostraron trabajos que iban desde máscaras tradicionales de madera hasta joyería inspirada en los taínos, mientras documentales y paneles abordaban temas como la resiliencia climática y la educación bilingüe.

Aun así, los organizadores insisten en que las leyes y proclamaciones no bastan para alcanzar la libertad. “Hay que traducir las promesas en resultados reales desde la base,” dijo Ramírez. “Algún día podríamos ver un referéndum u otro cambio político, pero el trabajo diario—fortalecer comunidades, apoyarnos mutuamente—es lo que mantiene vivo al movimiento independentista.” El festival promueve risas compartidas. También impulsa la creatividad y actividades para niños. Esto ayuda a que las nuevas generaciones entiendan que la autodeterminación es una práctica actual, no una idea del pasado.

Claridad, junto con el festival, seguirá teniendo un papel central en esa misión. Millán dijo que no se rendirán, porque el periódico ha sobrevivido a represiones gubernamentales, crisis económicas y cambios en los gustos del público. Afirmó que Claridad es más necesario que nunca: “La gente quiere escuchar historias de su isla contadas desde nuestra propia perspectiva, no solo desde Washington o Wall Street.”

Al terminar el último día, los asistentes se fueron con un renovado sentido de propósito. Pueden enfrentar una realidad incierta, pero durante cuatro días encontraron refugio y descubrieron que su voz colectiva aún resuena. Si esos momentos breves se transforman en una unidad constante, quizás Puerto Rico pueda lograr su libertad. Un asistente lo resumió: “Esto no es simplemente un festival. Es una prueba de que la gente puede unirse incluso frente a la adversidad.”

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Los tambores, los colores en movimiento y los gritos de “¡Viva Puerto Rico libre!” significan más que un recuerdo del pasado. Son prueba de que la isla puede renacer. El festival crea un espacio donde la gente siente que puede influir en su destino, ya sea a través del voto o de transformaciones culturales más profundas. Mientras Puerto Rico enfrenta otro momento decisivo, el 50 aniversario del periódico Claridad destaca cómo la acción colectiva puede trazar el futuro de la isla.

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