VIDA

Recordando al legendario del vallenato colombiano, Egidio Cuadrado

Egidio Cuadrado, el reconocido acordeonista y miembro de toda la vida de la banda La Provincia de Carlos Vives, falleció a los 71 años. Su despedida final, marcada por música, recuerdos y ritmos vallenatos, celebró la alegría y el legado que dejó en la música colombiana.

Despidiendo a Egidio Cuadrado

En un día lluvioso de esta semana en Bogotá, familiares, amigos y admiradores se reunieron para despedir a Egidio Cuadrado, el querido acordeonista de La Provincia. Conocido por su excepcional talento y espíritu vibrante, Cuadrado falleció el lunes a la edad de 71 años tras haber sido hospitalizado durante varios días. El cementerio Jardines del Recuerdo, ubicado en la parte norte de la capital colombiana, fue el escenario de un homenaje final a un hombre que dedicó su vida a hacer música que tocó el corazón de millones.

Egidio Cuadrado, nacido en 1953 en Villanueva, La Guajira, fue más que un acordeonista. Era un ícono cultural que ayudó a modernizar el vallenato, un género musical profundamente arraigado en la tradición colombiana. Su inseparable sombrero vueltiao, su mochila arhuaca, y una foto de él con su querido acordeón y uno de sus premios Grammy fueron colocados sobre su ataúd como símbolos de su vida y logros.

Mientras sus seres queridos se reunían para recordar a Cuadrado, la atmósfera estaba cargada de tristeza y celebración. La cantante colombiana Adriana Lucía interpretó un emotivo homenaje, su voz acompañada de suaves melodías de piano y saxofón, conmoviendo a los presentes hasta las lágrimas. Pero cuando Carlos Vives y La Provincia subieron al escenario, el ambiente cambió del duelo a la alegría mientras honraban a Egidio con la música que definió su carrera: el vallenato.

El homenaje de Carlos Vives a su amigo de toda la vida

Carlos Vives, quien había tocado junto a Cuadrado durante tres décadas, expresó el profundo lazo que los unía. “Hemos pasado estos últimos días entre lágrimas y risas porque lo conocíamos en su travesura”, compartió Vives con los periodistas el día anterior. Sus palabras capturaron la esencia de Cuadrado: un hombre lleno de vida, autenticidad y carisma.

Vives y la banda comenzaron su set con el clásico vallenato “Altos del Rosario”, cuyo verso inicial resonó de manera conmovedora en el aire: “Lloraban los muchachos al ver mi despedida”. Aunque la letra hablaba de una partida, los músicos no lloraban; en cambio, sonreían y reían mientras tocaban, recordando el espíritu juguetón y el amor por la vida de Egidio.

A lo largo de la actuación, Vives hizo pausas entre canciones para compartir anécdotas de su tiempo juntos, pintando un vívido retrato de un hombre que no solo fue un talentoso músico, sino también un amigo muy querido. Recordó los primeros días cuando Egidio era solo un niño en La Guajira, aprendiendo a tocar el acordeón antes de saber hablar. “La Provincia representa la herencia de todo lo que somos como colombianos, de cómo una generación decidió crear su modernidad”, reflexionó Vives, reconociendo el impacto duradero de Cuadrado en el vallenato.

El concierto fue un homenaje no solo a Egidio, sino también a otros miembros queridos de La Provincia. Vives recordó a Ernesto ‘Teto’ Ocampo, el guitarrista de la banda, quien falleció el año anterior. “Hoy lo extrañamos especialmente”, dijo Vives mientras el público recordaba a ambos músicos que habían dado forma al sonido de la banda.

Familia, amigos y el espíritu del vallenato

José, el hijo de Egidio Cuadrado, se puso frente a la multitud, conteniendo las lágrimas mientras hablaba de los humildes comienzos de su padre y su extraordinaria vida. “Nació en una familia pobre y humilde y aprendió a tocar el acordeón antes de poder hablar”, dijo José, con la voz quebrada por la emoción. La audiencia escuchó atentamente mientras José describía el amor inquebrantable de su padre por el vallenato, un género que evolucionó a lo largo de su carrera.

“No era un hombre complicado, pero tampoco simple”, explicó José, ofreciendo una visión del complejo carácter de Egidio. Habló de la autenticidad de su padre, un hombre que vivió desde el corazón y nunca pretendió ser otra persona. “No seguía la lógica de la mente, sino la del alma”, continuó José. Este enfoque espiritual de la vida definió a Cuadrado, y mientras alguien escuche su música, José afirmó, su padre nunca se irá realmente.

Las emociones del día alcanzaron su punto álgido cuando el bajista de la banda recitó un emotivo verso que él y Cuadrado habían estado trabajando juntos: “Sé que no soy el mejor, tampoco el peor, pero vivo del don del que Dios me dio”. Fue un tributo adecuado para un hombre que pasó su vida compartiendo su don con el mundo.

Una celebración de vida a través de la música

Mientras la lluvia seguía cayendo, La Provincia continuó tocando, transformando lo que pudo haber sido una ocasión sombría en una celebración de vida. Amigos y compañeros músicos se unieron al homenaje, convirtiendo la reunión en una alegre fiesta. Artistas como Maía y Chabuco, amigos y colegas de Cuadrado desde hace mucho tiempo, subieron al micrófono para rendir sus respetos a través de la canción.

El concierto no fue solo una despedida, sino una reafirmación de la alegría, el amor y la energía que Egidio Cuadrado aportó a quienes lo rodeaban. La música que una vez fluyó a través de su acordeón ahora cobraba vida a través de las manos y voces de sus amigos, un testamento a su influencia duradera en el género vallenato.

Durante treinta años, Cuadrado y La Provincia estuvieron a la vanguardia de la música colombiana, introduciendo a una nueva generación a los ritmos y las historias del vallenato. Su música cruzó fronteras, ganó premios y tocó innumerables vidas, y ahora, en este tributo final, era el momento de devolverle a quien tanto había dado.

El fin de una era para el vallenato

La muerte de Egidio Cuadrado marca el fin de una era para el vallenato. Su acordeón fue más que un instrumento; fue un vehículo a través del cual transmitió su pasión, cultura y alma. Su legado era evidente cuando su ataúd fue bajado a la tierra, adornado con los símbolos de su vida: su sombrero vueltiao, su mochila arhuaca y su acordeón.

Egidio Cuadrado fue más que un músico; simbolizaba la herencia colombiana, un hombre que tomó un género tradicional y le dio nueva vida. Su colaboración con Carlos Vives llevó el vallenato al escenario mundial, mezclando tradición con modernidad de una manera que resonó en audiencias de todas partes.

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Aunque sus manos ya no tocarán el acordeón, su música vivirá, inspirando a futuros músicos y recordándonos el poder de la autenticidad, la tradición y la alegría.

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